IX: Descargo

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—¡¿Por qué mierda no me lo dijeron?! —grita furioso desde un cubículo cerrado a sus amigos que esperan fuera de él. El golpe que le da a las baldosas de la pared hace a la pelirrosa dar un respingo y reaccionar.

—Eiji no quería preocuparte y... Yo quería que volvieras —se sincera con notable tristeza la beta—. No necesitas hablarle, sólo informar sobre su progreso.

El pelirrojo siente una gran presión de culpa sobre su pecho. Katsuki había resistido muy bien el aroma de Izuku, pero al retirarse corrió como pudo al baño para mojarse el rostro y tratar de tranquilizarse. Para cuando ambos amigos llegaron, el cenizo ya se había encerrado ahí dentro.

—Katsuki... Fue mi culpa —el tono de arrepentimiento le da una punzada a la cabeza de Katsuki, y es que siente el aroma de su amigo intentando calmarlo—. Por favor sal, hablemos de esto.

Y aunque el creciente enojo le es difícil de manejar, Katsuki comprende a su amigo, repitiéndose mil veces que no debe hacer responsable de sus problemas a los demás.

—Maldición... —la puerta finalmente se abre para dar paso a un rendido y notablemente cansado cenizo.

Las mejillas rojas y el cabello del cual pequeñas gotas de agua caen, sólo preocupa más al par de amigos. La ansiedad y cansancio notorio lo hacen ver como si necesitara hibernar por el resto del año.

—Izuku hizo sus pasantías aquí junto a dos de sus compañeros —confiesa la pelirrosa para rematar el estado del rubio—. Lamento no habértelo dicho antes... No sabíamos cómo irías a tomarlo o si ibas a querer regresar si te lo decíamos.

—Yo le insistí en que no te contara —habla cabizbajo el pelirrojo mientras un cargo de conciencia se posa sobre sus hombros—, perdóname.

—Mierda... No se disculpen —baja su cabeza, acercándose lentamente a su amiga—. Ahora yo me siento mal...

La beta le retribuye la cercanía, dejando a la cabeza del cenizo descansar sobre uno de sus hombros a la vez que el pelirrojo le proporciona pequeñas y circulares caricias en la espalda.

—Siento que voy a vomitar —advierte el cenizo, aguantando las ganas de llorar por la impresión de ver a Izuku en frente suyo saludarlo como si no se conocieran.

—En algún momento iba a suceder... —apoya suavemente la mujer, pasando delicadamente sus dedos por la ceniza cabellera, casi masajeando la piel en un intento de templar a su amigo.

—Izuku es un buen chico, pero fue grosero de su parte. Si sigue con esa actitud, podemos...

—Gracias —interrumpe en un quebradizo tono, ocultando su sincera y pequeña sonrisa contra el hombro que funge como pilar—. Por no haberme dejado solo... Gracias.

Ambos amigos sonríen mutuamente por la repentina confesión, pues ahora crear un ambiente seguro para el pequeño omega les es más fácil que cuando éste se los niega.

—Salgamos a tomar aire fresco, ¿qué te parece? —pregunta el pelirrojo, regalándole un abrazo al ojirubí y disipando las pesadas feromonas del pecoso en él.

El cenizo asiente con debilidad, pues un sinfín de interrogantes se acumulan dentro de su cabeza y lo agobian de sobremanera.

¿Por qué Izuku elegiría su agencia?

¿Acaso Endeavor mandó la carta de oferta de empleo como con él o fue Izuku quien se presentó? Y mucho más importante que eso, ¿no molestaban a Izuku en la secundaria por no tener don? De ser cierto, ¿cómo es que es ahora un aspirante y próximo héroe?

Katsuki siente que su mente va a estallar.

El grupo de amigos sale de la agencia y se dirige a una cafetería para reponer las fuerzas que al cenizo le habían sido arrebatadas por el viaje y el repentino reencuentro con el pecoso. Conforme desayunaba algo decente, sus dos compañeros fueron comentándole lo que había sucedido en su ausencia, y aunque realmente quiso empeñarse en prestarles atención, no pudo retener ni la cuarta parte de información que le fue brindada.

¡Espérame, Kacchan! [DekuBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora