XVII: Resiliencia

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Sentado en el sillón del frío y vacío living, trata de hallar el por qué de lo que hizo, ahogándose de forma deprimente en su soledad.

La luz del comedor es encendida queriendo brindarle su calidez, pero se niega a aceptarla.

—¿Izuku...?

La melosa voz que alguna vez lo había sacado del profundo y miserable hueco en el que se encontraba, ya no le causa sentimiento alguno.

¿Alguna vez lo había hecho realmente?

—Son las 2 de la mañana —dice la joven en medio de un bostezo, restregando su ojo derecho con su mano apuñada—. Tienes que dormir.

Los clisos avellana insisten en robar su atención, pero no tiene fuerzas para entregársela.

Siente cómo la castaña toma asiento al lado suyo en el mediano sillón, regalándole una suave y cálida caricia sobre la espalda.

—¿Por qué estás llorando?

Y ese tono de preocupación sólo hace que quiera arrancarse el corazón para desecharlo en algún basurero de la ciudad. No merecía tales muestras de afecto. No merecía siquiera una mirada de comprensión.

Entonces unos delicados brazos lo rodean por los hombros.

—Has estado así varias semanas, Izuku... Me preocupas.

—Yo... Otra vez, yo...

La castaña toma la cabeza del peliverde con una mano, la acerca hacia su pecho e Izuku, sollozando, sólo puede dejarse llevar por la calidez del roce. 

—Todo estará bien, ¿sí?

Y a pesar de que sabe que no todo lo estaría, se rinde por encontrar consuelo bajo las alas de la omega, soltando finalmente el dolor que había retenido por tanto tiempo.


𖹭

Había un motivo, que escapaba completamente de su entendimiento, por el que perdía la razón cuando del cenizo se trataba. A él no le interesaba encajar dentro de los estereotipos de tontos alfas que debían recurrir a los golpes para resolver sus inconvenientes, pero el tener a Katsuki como el epicentro de su atención y la de los demás, lo hace perder enteramente sus principios.

Había llegado a la agencia preparado y listo para recibir una llamada de atención como mínimo, pero nada le indicaba que fuera a ser de esa manera. Se dirigió entonces a los vestidores para "arreglar su porquería" como se lo habían pedido día antes, pero un letrero pegado en la puerta llamó su atención.

—Deku, ¿nadie te avisó? —un pequeño sobresalto por parte de Izuku hizo al mayor soltar un bufido de burla— La sala estará fuera de servicio unas cuantas horas.

Era Endeavor fuera de su oficina, paseándose por el pasillo de los vestidores y al parecer, sin estar al tanto de quién fue el culpable.

—¿Por qué, disculpe?

—Simple refacción —responde relajado, dirigiéndose hacia el ascensor—. Tendrás que cambiarte en tu dormitorio después de tu turno, chico.

¡Espérame, Kacchan! [DekuBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora