XV: Descaro

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Las gotas caen por encima de sus hombros descubiertos y empapan la solera negra que lleva.

—¿Y?

—¿Y qué? —Le responde, recibiendo agua entre sus manos para mojar su rostro.

—¿Ya me dirás por qué las compraste?

Katsuki ha estado ignorándola durante todo el camino desde la farmacia hacia el baño de omegas del gran edificio, pero la insistencia de la mujer no lo dejó siquiera pasar por el estacionamiento y recoger los complementos de su traje.

—No tengo por qué mantenerte al tanto de la razón de mis compras, metiche.

La beta suspira, tomando asiento por encima de las baldosas del lavabo para que el cenizo la mirara a los ojos, pero éste sigue sin cruzar miradas con ella.

—Creí que te había quedado claro lo que podía ocurrir si te excedías con las tabletas —menciona sarcástica— ¿Ahora vas por inyecciones? La resistencia de tu cuerpo es realmente admirable.

Pasa sus dedos húmedos por las hebras de su cabello sin muchas ganas de responder, mientras observa su reflejo en el espejo. Los resoplidos de molestia de su compañera lo tienen sin cuidado.

—¿Qué acaso no te importa tu salud?

Y sigue negándose a responder.

—¿Puedes dejar de peinarte y escucharme? —pregunta la pelirrosa, cansada de ser ignorada por el omega— ¿Qué pasa si quedas infértil?

—No me importa —interrumpe tras obtener un poco de jabón del dispensador—. Es lo que quiero.

Un ruido metálico se oye fuera de la puerta mal cerrada del baño, pero no logra opacar el rostro de sorpresiva tristeza de la joven mujer.

—No sabes lo que estás diciendo...

Katsuki lleva sus manos al secador que, con el suficiente volumen de su estruendoso sonido, logra tapar su burlesco resoplido.

—En algún momento, querrás tener una familia... —vuelve a mencionar, terminando por sacar de las casillas al cenizo.

Katsuki está harto y no piensa responder de otra forma—. ¿Qué puedes saber tú? —le pregunta tras quitar las manos debajo del aparato y dirigirse así hacia su amiga—. Tú naciste libre de las cadenas de la jerarquía de este mundo de mierda.

La única respuesta que puede ofrecerle es la tristeza que su rostro le demuestra, pero no por sí misma, sino por Katsuki: su amigo.

—¿Una beta sabrá qué es lo que quiero? —vuelve a preguntar, más sardónico que de costumbre.

La mujer baja del lavabo y suelta aire—. ¿Y qué quieres? —Le pregunta, plantándose frente al omega—. ¿Terminar esterilizándote con tabletas? —Y lo toma de los hombros, pues debe hacerlo entrar en razón.

—Estoy harto de la mierda que me clasifica como una máquina para parir o un objeto por poseer.

Un semblante melancólico se forma detrás de las cejas limpiamente fruncidas del cenizo, tal es que puede ser perfectamente percibido por la mujer.

—¿Qué hay... De Izuku?

Y un lento y profundo palpitar lo ataca otra vez, no siendo la excepción a la percepción de su amiga.

—Él preferiría odiarme —responde en seco, disfrazando con su mirada el lío en su corazón tras recordar el sentir del pecoso.

—¿Cómo puedes decir eso? —pregunta incrédula, casi susurrando, y es que en lo que a ella concierne, Izuku estaría dispuesto a morir por el cenizo sin planteárselo dos veces.

¡Espérame, Kacchan! [DekuBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora