IV: Petricor y manzanilla

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El líquido hirviendo traspasa su temperatura a la porcelana que lo rodea, pero a pesar de que se encuentra sin guantes, no puede palpar quemar alguno.

Katsuki toma su café con notable molestia, apretando fuertemente la taza de vez en cuando mientras trata de disipar los pensamientos que lo incitan a buscar a ese pecoso otra vez.

Todo su cuerpo le exige verlo. Necesita saber si se encuentra bien o si se ha metido en algún otro problema del cual pueda sacar provecho y aferrarlo a él nuevamente. Comienza a sentirse desesperado y en consecuencia, molesto por la debilidad de su mente.

Aunque él no se lleva muy bien con los niños, le echa totalmente la culpa a su instinto sobreprotector de omega.

«Sí, definitivamente sólo es eso. »

—Todos están hablando de eso, Bakugo —menciona el bicolor, tratando por quinta vez consecutiva de recabar información del cenizo.

Katsuki guarda silencio. Cierra los ojos y respira profundo para no explotar todo el salón.

—Yo también quiero saber, ¿quién es? —pregunta su colega pelirrosa.

—¿Qué les importa? —Estando ya harto de los impertinentes comentarios e insistentes preguntas, gruñe—. Dejen de andar de metiches. Especialmente tú —apunta a su rubio amigo, pues aunque acaba de cruzar por la puerta del ambiente que ocupan para sus descansos, sabe que sus orejas son del tamaño de las de un elefante cuando de chismes se trata. 

—¡Hola a ti también, Kacchan! —El rubio acusado exclama, dejando la gran puerta abierta después de ingresar—. Alguien está buscándote abajo.

—Ya hártate de ese jodido apodo —Katsuki voltea los ojos y le da otro sorbo a su taza color hueso.

—¿Por qué? —pregunta en ese tono impertinente que a Katsuki exaspera— Es tierno, ¿acaso ya no te gusta?

—Nunca me gustó. —el cenizo, ya harto, extiende su palma en advertencia.

—¿Quién está buscándolo? —Shoto no puede evitar preguntar, pues mientras míseras chispas salen de la mano del omega, la curiosidad carcome su mente.

—Ah, un niño pecosito —Le responde el rubio, llevando una mano en recto hacia su pecho para denotar la altura del menor—. Más o menos de este vuelo...

Katsuki abre en grande los ojos. Aquél palpitar se profundiza en su corazón junto al revoltijo en su vientre por lo que escucha.

—¿Pecoso? —interrumpe de inmediato el cenizo— ¿Peliverde? ¿Abajo? ¿En qué parte? ¿Acaso lo dejaste solo?

La cantidad limitada de respuestas ante las incontables preguntas, hace a la cabeza del rubio dar vueltas por el reciente bombardeo. No encuentra tiempo ni manera de contestar siquiera una de ellas cuando su compañera lo salva de mayores interrogantes.

—¡Yo quiero conocerlo! —grita la pelirrosa tras correr hacia el ascensor, pues sabe que si no pone de su parte, Katsuki jamás le presentaría al pequeño y famoso chico de cabellos verdosos.

—Esp- ¡Hey! ¡Maldita loca! —Le grita de vuelta, tratando de alcanzar a la mujer que cree firmemente, no haría más que asustar al tierno niño.

El chico de cabellos dorados entona un sonido de pregunta, y es que aunque no pertenece a la misma agencia que sus amigos y suele visitarlos por su pareja, cree que se pierde gran parte de sus cosas.

Shoto le responde únicamente escogiendo sus hombros, dándole a entender que está igual de perdido que él.


¡Espérame, Kacchan! [DekuBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora