VI: Quédate

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Siempre, desde que era una pequeña y enfadosa pulga, ha sido algo quisquilloso con respecto a las telas que frecuenta usar. Recuerda muy bien lo estricto que fue a la hora de elegir las sábanas, cubre cama, edredón, forro de las almohadas y sillones, cortinas y demás cuando se mudó a vivir solo.

Siente descansar sobre una tela algo rasposa, pero a pesar de la desagradable sensación, el reconfortante aroma que lo rodea lo hace desear permanecer bajo aquellas sábanas. De repente, una leve fragancia a petricor se hace notar, extrañando la deliciosa esencia a tranquilizante manzanilla. Casi obligado por el abrupto cambio, abre suavemente sus rojizos clisos, encontrándose bajo una blanca y destellante luz que le ocasiona desagrado. Frunce las cejas y achica un poco los ojos debido a la deslumbrante escena. Trata de levantar su torso, pero detenido por un cálido toque en su brazo.

—Por favor... No te esfuerces. —Izuku lo contempla preocupado, deseando calmar al dulce chico que acaba de despertar. Al hacer contacto visual con el cenizo, puede observar un leve destello en los preciosos y afilados orbes carmesí, que aunque causa en él basta curiosidad, no le impide dejar de admirar lo bellos que son.

Al enterarse de la situación del cenizo por parte de la enfermera, no pensó en otra cosa más que permanecer a su lado. A pesar de ella informarle que no era muy buena idea que ambos permanecieran juntos en una misma habitación, tuvo que insistir. La condición con la que lo dejaron ingresar a la sala fue que deglutara una píldora inhibidora, por lo que ha podido seguir consciente de sí mismo incluso en tal situación, pero eso no le impide sentirse ansioso y desesperado por dentro. Quiere estar con él en todo momento y cuidarlo al igual que el mayor lo mantuvo a salvo en varias ocasiones. Algo le quema y le grita desde su interior, y está poniendo todo su esfuerzo para ignorar ese sentir, pues su objetivo principal es asegurarse del bienestar del omega que se encuentra recostado sobre la nevada camilla.

—Izu... Izuku —dice el cenizo, quien se abalanza rápidamente hacia el pecoso al notar su presencia en la habitación, rodeándolo con sus brazos y apegándolo desesperadamente hacia él aún encima de las sábanas—. Izuku... Izuku —repite, en un empalagoso intento de impregnarse con el aroma contrario.

—Creo que no estaba confundida después de todo. —La enfermera observa la tierna escena a través del la transparencia del cristal reflectivo.

—¿Qué le ocurre? —pregunta entre asombro y angustia la pelirrosa. Presenció una vez el inicio de uno de los celos de su amigo, pero jamás lo vio de esa manera—. ¿Katsuki estará bien...?

—Lo estará si no los separamos bruscamente.

—¿Pero por qué? ¿Qué le pasará si Izuku quiere irse?

—Parece ser un episodio de éxtasis omega. Se le pasará dentro de poco —explica, observando y pudiendo notar la aflicción de la menor—. No te preocupes. Izuku estará bien. Él no se irá, pero tampoco será fuertemente golpeado por las feromonas de Katsuki.

Ciertamente, dichas palabras le quitan un muy gran peso de encima, sin embargo, necesita preguntar algo que no pudo comprender correctamente—. ¿Éxtasis omega?

—Oh, es un proceso por el cual un omega que se siente plenamente aliviado y protegido debido a la compañía de su contraparte, necesita tener a su alfa mucho más cerca de él. En ese estado, querrá estar rodeado de sus feromonas, buscando su atención, caricias y mimos —explica, aclarando las dudas de la preocupada fémina—. Por lo general, suelen confundirlo con un precalentamiento, pero la realidad es que son muy diferentes. En los precalentamientos, podemos observar al sujeto aún consciente, mientras que en un estado de éxtasis, el omega toma total control del cuerpo por unas cuantas horas.

¿Horas? Genial, ahora está más preocupada. ¿Eso quiere decir que Katsuki no está al tanto de cómo restriega su rostro en el cabello de Izuku como si de un gato se tratase? Cuando se entere, seguro querrá asesinarla—. ¿Crees que debamos darle algún inhibidor...?

—Técnicamente, si lo obligamos a tomarlo, podría funcionar, pero tendría efectos secundarios en el omega de Katsuki —responde sonriendo apenada—. De hecho, este podría ser uno por haber suprimido en reiteradas ocasiones su celo —añade, llamando inmediatamente la atención de la pelirrosa quien gira su rostro preocupada para escucharla de frente—. Aparte, no es necesario. Izuku ya ha tomado un inhibidor. Aunque aún pueden olerse, el aroma no será tan fuerte.

—¿Efectos secundarios? ¿Qué tipo de efectos?

—Mmm... El uso continuo de cualquier fármaco que logre cambiar drásticamente un proceso natural, nunca es recomendable —explica, dirigiendo nuevamente su mirada a los dos empalagosos jóvenes—. Todas las píldoras supresoras tienen efectos secundarios en los omegas que las consumen, independientemente de la marca. Uno de los riesgos que se corren al ser ingeridos con tanta frecuencia es la posible infertilidad debido a la interrupción del balance de hormonas.

La novedosa información la inquietó. Sabe que Katsuki usa supresores para retrasar su celo debido al trabajo. No está segura de cuántas veces lo ha hecho, pero quiere creer que no tantas para llegar a afectarlo de manera tan tétrica. Es consciente de que en algún momento, más que quererlo, él sentiría necesidad por concebir. Es un omega después de todo, y por más que tratara de esconderlo o escapar de la realidad, su esencia siempre sería esa—. ¿Infertilidad? —pregunta preocupada, pues ahora que lo piensa con detenimiento, incluso en la academia, nunca ha visto a Katsuki en problemas debido a su celo, y eso sólo la pone más nerviosa— Él no podrá... ¿Él no podrá tener cachorros?

—No hay necesidad de adelantarse a los hechos. Son solo algunas reacciones adversas a dichos medicamentos —explica, tratando de calmar la inquietud de la pelirrosa—. Y aún si fuera de esa forma, hay tratamiento para ello.

—Qué alivio...

Izuku siente que se derrite bajo el toque del mayor. No sabe cómo exactamente responder, por lo que simplemente se deja hacer como siempre ocurre cuando del cenizo se trata. Sabe que se removerá inquieto por ello, pero debe seguir calmado o lo sacarán de la sala.

—Por favor... Por favor quédate —pide el cenizo, aspirando el aroma del esponjoso cabello del menor.

—Kacchan...

Katsuki lleva su rostro al cuello del peliverde, buscando con más desesperación ese dulce olor.

—Quédate conmigo...

—Lo haré —afirma, llevando sus manos a la espalda del cenizo y devolviéndole el abrazo—. Me quedaré.

—No quiero... No quiero que te vayas.

—Te prometo que no me iré a ningún lado.

—Quédate, quédate... Por favor —pide nuevamente. Pareciera que no escucha las respuestas que el peliverde le da, pero eso no le importa menos, pues el saber que el dulce omega lo quiere de la misma forma le es suficiente a su corazón para bombear como loco—. Quédate siempre conmigo.

Izuku siente al cenizo rozar su nariz con su cuello, provocándole cosquillas y estremeciéndolo a su vez. Le gusta. Le gusta mucho. Quiere estar siempre con él, cumplir su promesa y oírlo pedirle que se quede una y otra vez. Ya lo ha decidido.


𖹭

¿Qué tal? A veces edito
algunas partes que no
me terminan de
convencer.

Las estrellitas y los
comentarios son mi
razón de vivir jaj

(comenten qué les
pareció o me mato)

Baii

¡Espérame, Kacchan! [DekuBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora