II: Repentino calor

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—Cariño mío... —La mujer de cabellos glaucos le habla preocupada. Extiende una tela atoallada entre sus manos y cubre al pequeño al pie de su departamento— ¿Qué ocurrió, Izuku? ¡Estás empapado!

La aflicción de la madre incrementa al no escuchar respuesta, y es que el rosáceo rostro del menor delata su estado. Vuelve a entonar pregunta a la espera de una explicación, pero no obtiene respuesta alguna.

La toalla de tamaño estándar le es violentamente arrebatada de las manos, pues Izuku es más rápido y le importa poco dejar rastros de agua por el piso de madera. Necesita con urgencia encerrarse en su habitación.


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Después de percibir el leve aroma a manzanilla en el aire, sintió sus piernas flaquear y la cabeza darle vueltas. Aún con el agradable y abundante olor petricor, él pudo percibir su propio aroma esparciéndose. Al percatarse de su fragancia y en medio de la vergonzosa situación que no lo dejaba razonar, se decidió por despachar al pobre chico.

—¿Katsuki?

El tono de preocupación con el que le hablan no puede importarle menos, pues aunque supiera con exactitud lo que le sucede, jamás le soltaría palabra alguna a su compañero. 

Su cuerpo arde a pesar de estar empapado, e imaginar que es un adelanto de calor —consciente de que el último permiso que pidió a su agencia debido a su celo fue hace mes y medio— no hace más que preocuparlo de peor forma. Cree que caer en la mediocridad de hacerlo otra vez, sólo le daría a su jefe más razones para tacharlo de débil e inútil.

—H-Hey... ¿Puedes cubrirme un rato?

—¿Qué? ¿Qué ocurre? —pregunta a través del aparato y Katsuki no puede hacer más que girar los ojos ante la creciente preocupación que en aquella voz se forma—. ¿Estás herido? Voy para allá.

—Me iré por supresores —se apresura a decir. Lo que menos quiere en momentos así es a alguien cerca—. Creo que mi parche se hizo mierda por la lluvia.

No te muevas de ahí.

—No me digas qué hacer —refuta, apagando el intercomunicador. Si la vida lo odia como piensa y es cierto que está experimentando tal adelanto, ni estando ebrio pensaría en obedecer y quedarse.

Como puede, se desplaza hasta llegar a su departamento.

Tambalea un poco y siente la calor recorrer su cuerpo, tal y como lo percibe en el inicio de sus periodos de celo.

—¿Qué mierda...? —Se pregunta a sí mismo. Ingresa a su habitación y la asegura después. Aunque vive solo, no puede darse el lujo de bajar la guardia encontrándose en tal estado.

Se dirige con rapidez al cajón donde guarda sus medicinas, sintiendo la notoria dificultad en la movilidad de sus piernas. Aliviado, encuentra la nueva caja de blísteres. Saca una tira, extrayendo una pequeña píldora después de crear una abertura en la lámina de aluminio.

Luego de ingerirla, se dispone a esperar en su lugar a sentir el calor disminuir, dejándose caer por inercia al suelo y chocando su espalda con el borde de la cama. Su teléfono comienza a vibrar, pero no tiene ganas ni fuerzas para agarrarlo o contestar.

¡Espérame, Kacchan! [DekuBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora