V: Inexistente destino

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La alarma sigue emitiendo el ruidoso tono que ocasiona el efecto contrario en Katsuki, puesto que se niega a levantarse o dignarse a siquiera apagarla.

Su cabeza no deja de cuestionarse qué es lo que anda mal consigo, pues recuerda con nitidez haber retenido una exorbitante cantidad de tiempo al pobre chico de cabellos glaucos entre sus brazos hasta que su compañera pudo separarlos con fuerza, haciéndolo llegar a una simple pero certera conclusión: Está demente.

Y realmente cree que es lo más lógico, pues está harto de buscar el "algo" en ese adolescente que lo hace querer aferrarlo hacia sí con tanta fuerza.

El simple hecho de admitir lo lindo y tierno que el pecoso chico le parece, lo hace dudar de si realmente está cuerdo, porque cuando lo ve en frente suyo, su cuerpo y su mente lo obligan a correr hacia él. Cuando lo tiene cerca, siente a su interior regocijarse por la dicha de tenerlo a su lado. Cuando lo abraza, se llena de una extraña y agradable sensación de calidez que inunda completa y placenteramente todo su ser.

Debido a la insistencia de la pelirrosa fémina y a la bochornosa escena en la que fue encontrado con el menor, se vio obligado a contarle la verdad.

La "verdad" a la que ni él mismo le da credibilidad hasta el momento.

Pasa unos minutos más acostado en la cama de tersas y blanquecinas sábanas, y lleva su mano a apagar la molestosa alarma después. Tomando fuerzas de quién sabe dónde, se levanta, casi arrastrando sus pies por la desganez que invade su cuerpo.

Se dirige al baño con la apatía que carga para darse una ducha e iniciar con su miserable día. Cierra la puerta tras ingresar, dispuesto a desvestirse para su cometido. Una vez listo, abre la llave de la regadera, pero como ya está acostumbrado, algo le impide a su cerebro continuar con lo que está haciendo, pues escucha cómo su teléfono vibra y suena desesperadamente en la mesa de noche de su habitación.

«No me dejan tranquilo ni en mi maldita casa »

Aunque quiere ignorar el característico tono de llamada entrante y seguir con su ya interrumpida ducha, su cuerpo se resigna a obedecer, y maldiciendo por la insistencia de quien osa molestarlo, sale gruñendo de la habitación de cremas baldosas con la furia y el estrés invadiéndolo desde los pies hasta la punta de su cabeza.

Toma el teléfono y activa el botón de vibración. Observa la pantalla con desgano y achica los ojos con molestia al percatarse del sobresaliente número de llamadas perdidas y mensajes crecientes en la barra de notificaciones.

«Maldita enferma »es lo primero que piensa, sin embargo, una oleada de culpa por no haber contestado a la insistente mujer lo invade y lo hace marcar de vuelta. Aleja el teléfono unos cuantos centímetros de su oído por simple reflejo, pues es consciente de lo escandalosa que es la mujer.

—¡Bakugo! ¡Ven a la agencia ya!

Y es cuando agradece saber escuchar a la molesta voz de su cabeza —cuando le conviene hacerlo—.

—¿Qué quieres? —le gruñe al teléfono y acerca el micrófono a su boca— ¡No sé si sabes pero hoy entro tarde! —añade, devolviéndole aquella onda de sonido destroza tímpanos.

—¡Es que! Bueno, Kamiji ha estado dando charlas sobre cómo prevenir accidentes en las escuelas. Toda la semana ha sido estresante y pesada para ella y y y me pidió ayuda para presentarla hoy. Ya sabes, sus clases inician a las 8 de la mañana así que tuvimos que apresurarnos y...

Un tic se hace presente en el ojo derecho del cenizo, y harto de la extensiva explicación que claramente no sabe por qué es partícipe de escuchar, interrumpe.

¡Espérame, Kacchan! [DekuBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora