𝒯𝑅𝐸𝐼𝒩𝒯𝒜 𝒴 𝒰𝒩𝒪

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Los sollozos de Draco retumban por las paredes inundando la habitación de Charlotte de tristeza y un profundo sentimiento de dolor

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Los sollozos de Draco retumban por las paredes inundando la habitación de Charlotte de tristeza y un profundo sentimiento de dolor. La cabeza del rubio se escondía sobre el pecho de Charlotte empapando la ropa de la castaña de sus lágrimas, ella acariciaba su cabello con una mano mientras lo envolvía entre sus brazos como si fuera una madre arrullando a su bebé recién nacido.

—¿Cómo puedes amarme así?—Preguntó él, con una voz entrecortada y ronca por el llanto, sin animarse a voltear, pues temía que al hacerlo la mirada de Charlotte mostrara su decepción por él. No lo soportaría, no podría.

—¿Cómo?—Susurró ella con una voz suave y una suave caricia bajando desde la cabeza de Draco hasta su nuca.

—Así—Respondió con un sollozo ahogado y al fin se animó a mirarla, sus ojos conectaron con los ojos hetecromos de Charlotte—¡Mírame! Soy un monstruo, me convertí en un mortifago. ¡Deberías odiarme!

La expresión de Charlotte era firme y calma como la de una estatua, sin embargo, su corazón latía con fuerza mientras escuchaba las palabras desesperadas de Draco. Aunque su alma estaba atormentada por la traición, ella no podía odiarlo, simplemente no podía. Lo quería demasiado. Lo amaba. Su cara se aproximó a él, sus dedos cubriendo su barbilla delicadamente.

—No te odio—Murmuró—Jamás podría hacerlo—Ni aunque fueras el mismísimo señor oscuro o el criminal más buscado del mundo mágico. Jamás te odiaría, moriría primero antes que sentir odio hacia ti.

Los ojos de Draco se cristalizaron aún más, apretando sus brazos alrededor de la cintura de Charlotte y atrayéndola hacia el mismo escondiendo su rostro con sus mejillas empapadas sobre el pecho del uniforme húmedo de Charlotte. El pecho de Draco se estremecía con un llanto ahogado mientras se dejaba envolver en los brazos de Charlotte. Su corazón estaba demasiado roto para permitirle hablar más palabras y demasiado agradecido como para resistirse. Su alma gemela lo acunó como si fuera un niño pequeño, y él se dejó llevar por el cariño que ella le ofrecía.

—¡Mierda!—Sollozo—No me odies, no dejes de amarme por mis errores, no me abandones, que tú eres todo para mí, que vería el mundo arder solo por ti.

—Nunca dejaré de amarte—Susurró ella en su oído y besó su cabeza dejando que Draco se sumergiera sobre su cuerpo.

Al escuchar las promesas de Charlotte, Draco se dejó inundar por su paz y susurró:

—¡Tú eres mi paz, mi calma! Eres lo único que me aferra a la vida.—Sus ojos se cerraron por un segundo para intentar evitar que sus lágrimas siguieran escapándose de su cara. Sin embargo, muy pronto la rabia volvió a su cuerpo y se separó de Charlotte—¡No! ¡Mierda! ¡Soy un monstruo!—La miró con los ojos llenos de lágrimas pero también de ira, de una ira profunda que ocultaba la impotencia detrás suya—¡Ódiame! ¡Joder, ódiame! ¡Ódiame porque soy un mortifago, porque soy un monstruo! ¡Ódiame porque no merezco ser querido!

—¡Te amo!—Grito de repente ella poniéndose de pie y acercándose a él—¡Te amo y jamás podría odiarte! Porque eres lo más preciado en mi vida y no estaría dispuesta a perderte por algo a lo que fuiste obligado—Tomo las mejillas de Draco y lo miro a los ojos, su mirada reflejaba bondad—Draco, no eres un monstruo, tú no eres malo. Tu no tienes la culpa de esto, por favor, entiéndelo. Nadie merece ser odiado, nadie merece no tener quien lo quiera.

Draco se deslizó aún más hacia el suelo, la mirada de Charlotte clavada en su cuerpo tambaleante.

Quedó de rodillas frente a ella y la abrazo apretando su ropa con sus puños mientras escondía el rostro en su abdomen, sin dejar de llorar, sin dejar de sufrir.

—Perdóname...—Susurró en una voz tenue por la ansiedad que lo consumía.—Perdóname por no ser un buen novio...

—Eres el mejor novio que podría existir.

Los sollozos de Draco empezaron a calmarse mientras tomaba conciencia de la presencia fuerte de Charlotte, ella era su roca, su refugio. Él se atrevió a mirar hacia ella y en ese instante, vio su bondad.

—Dios...—Murmuró tomando las suaves manos de Charlotte y dejando besos en su delicada piel—Soy el hombre más afortunado por ser tu novio.

Charlotte sonrió y sus ojos hetecromos brillaron, brillaron de una manera preciosa como nunca antes. Draco los observó fijamente y juró haber visto toda una constelación en ellos. En esos ojos de distintos colores que volvían a Charlotte una persona especial, una persona diferente, única y exclusivamente inigualable.

Tus ojos.

—¿Qué?—Susurro ella con una pequeña sonrisa haciendo que Draco se pusiera de pie.

—Tus ojos brillan.

—¿Brillan?

—Si, brillan—Sonrió—De una forma hermosa.

Draco retiró un mechón de cabello detrás de su oreja y miró con ternura los ojos de Charlotte, todos los pensamientos que lo consumían comenzaron a desvanecerse poco a poco como neblina en una nube.

—Brillan como el cielo—dijo él, sus labios curvados en una ligera sonrisa.

—¿El cielo? ¿En verdad?

—Si, pero...—Dijo él y se acercó más, dejando que Charlotte limpiara sus lágrimas aún presentes—El brillo de tus ojos no es nada comparado con el brillo de tu alma.

Charlotte sonrió ante esas palabras tiernas que le subieron calor a la cara, y aún cuando sus corazones palpitaban con fuerza, su mirada seguía fija en el blanco fijo de la mirada de Draco.

❛ʜᴇᴛᴇʀᴏᴄʀᴏᴍɪᴀ❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora