𝑃𝑟𝑜ℎ𝑖𝑏𝑖𝑑𝑜 ~𝐴𝑖𝑧𝑎𝑤𝑎 𝑆ℎ𝑜𝑢𝑡𝑎~

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Sales al mundo llena de ambición y de ideas, sabiendo que el mundo te va a devolver mucha de esa ambición en forma de una ráfaga de hostias y luego se meará y se cagará en tus ideas para intentar, mediante ese infecto recurso llamado "sociedad", encajarte en uno de esos cubículos apestosos que tiene guardados para ti donde el resto de tus sueños se pudrirán como una planta demasiado regada y sin apenas luz solar: tarde o temprano sus raíces se apulgararán entre ese fango que has creado sobrealimentado de esperanzas.

Pero, y dejo de ponerme depresiva, que ese primer párrafo ha quedado emo total, hay veces que también te sorprende, y esas sorpresas vienen de la mano de quien menos te lo esperas.

Tenía veinte años, veinte lozanos y salidísimos años, pero lejos de ir picando de flor en flor, y mis ambiciones me llevaron a una pequeña universidad en los valles suizos, cuyo nombre no viene a cuento ahora. Me matriculé en varias asignaturas de la carrera que quería cursar, que tampoco os voy a decir porque todo tiene que ver.

Me mudé al pequeño y recoleto pueblo a los pies de la universidad, un complejo de edificios suspendido en el tiempo, a medias catedral, a medias fortaleza, con varias facultades y programas de alto rendimiento para gente ambiciosa. Si consigues graduarte allí tienes trabajo seguro, sobre todo con los contactos de las esferas públicas más importantes con ese centro del saber. Y por qué no, convertir el piso en un antro de fornicio a mi gusto.

Podéis imaginarme con la luz de la mañana tocándome como una cerda, tirándome de los pezones, metiéndome los dedos. ¿Eso del cuello? A veces me pongo un cinturón para autoasfixiarme mientras me masturbo. Qué de sábanas tuve que cambiar.

Por entonces era más ambiciosa, casi desmedida y tras una serie lecturas poco recomendables, intenté por todos los medios favorecer mi carrera saltando cursos y haciendo lo que fuera para conseguir mis objetivos. Y claro, estaba cantado. Cuando vi que el profesor de una de las asignaturas respondía a algunas sonrisas y miradas brillantes, bueno, lo convertí en un objetivo.

El profesor se llamaba... bueno, le cambio el nombre, por si acaso, vamos a llamarle Aizawa. Me gusta el nombre de aizawa. Siempre se la quise chupar a un Aizawa, no me preguntéis por qué. Aunque una vez, en una discoteca, le comí el coño a una Regina, una americana de intercambio. Me relamo de pensarlo...

En cuanto a chupársela a un Aizawa, una simplemente, a veces, siente esa pulsión, sentir ese miembro entre los labios, entrando en tu boca, tocando tu garganta y abrir más la lengua para meterla entera hasta donde se pueda. Preguntarte cómo sabrá, si estará depilado, cuánto pesarán sus cojones en tus manos mientras se la comes y haces que se estremezca...

La cuestión es que, dentro de mis furibundos deseos de alcanzar mis objetivos a toda velocidad, la extorsión, el chantaje sexual y maniobras así, estaban a la orden del día si me facilitaban las cosas. Sí, ya lo sé, una zorra de cuidado y peligrosa, pero no menos que otras en esta facultad y en este mundo. Al final resulta que ladraba más que mordía, ya os daréis cuenta.

Averigüé dónde vivía el profesor, Aizawa, y aunque tienen prohibidísimo relacionarse con estudiantes según el código deontológico de la UA, allí fui yo, con mis calcetines altos azules, unos mocasines y nada más, todo ello resguardado bajo un caro y cálido abrigo gris, obsequio de mi madre.

Sería difícil que se resistiera. No me tiro flores pero una chica de veintipocos, rubia, ojos azules, cara de muñeca, labios glosseados pon-tu-polla-aquí, arrebol en las mejillas ante el frío nocturno de las diez de la noche alpina, y un cuerpo trabajado, rosado, de pechos firmes y pezón rosado con la areola no muy grande que pedían guerra constante, y que si me distraía, podía hacer que eme corriera solo con retorcerlos. Tenía vientre plano, cintura marcada y pubis rasurado con los labios entreabiertos que pedían contenido en el continente, que iba a estar prieto y a tu gusto, y hasta un culo la mar de colaborador en el que había encajado un plug metálico con cola de conejo morada, pues como que hasta yo me follaba, nenes y nenas que estáis leyendo esto. Suena muy egotista pero más de una vez me masturbaba delante del espejo porque aparte de ser muy sexual, me pongo a mí misma y me encanta.

𝙾𝙽𝙴 𝚂𝙷𝙾𝚃𝚂 𝙼𝙷𝙰 𝚇 𝙾𝙲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora