Extra- 4.

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LALISA MANOBAL.

Estaba preocupada. En todo el sentido de la palabra, no por lo que pudiera pasar, sino por como reaccionaría Jennie. Teníamos meses buscando un bebé, ella más que nadie se preocupaba porque yo estuviera más feliz que nunca, no me sintiera extraña ni mucho menos exhausta.

Íbamos con mi ginecólogo, le preguntábamos cuáles eran las reglas a seguir y seguíamos todo tipo de tratamiento, creíamos en un punto de la relación que era imposible. Eso creí yo hasta que vi la prueba de embarazo sobre el lavamanos del baño, antes de que Jennie llegara del trabajo.

Estaba ansiosa en todo el sentido de la palabra, no esperaba una mala reacción de su parte, pero eso no exime que sienta la sangre en mis mejillas. Ella observaba como yo me movía de un lado a otro en la cocina, la cena ya estaba servida para las dos. Mi plato frente al de ella, con dos copas de vino, la cual yo no iba a probar.

Quería saltar de emoción de solo pensar que dentro de mí había un pequeño. Pasé saliva y me senté frente a ella, Jennie me miraba extrañada, sin comprender el porqué de mis movimientos extraños. Había llegado un punto donde preguntar si las pruebas de embarazo habían salido positivas, disminuyeron. Porque para Jennie, yo le diría en el momento que el pequeño está en mí.

Me mordí el labio inferior y llevé un bocado de la cena a mi boca, masticando lentamente.

—¿Cómo te fue hoy? —le pregunté con interés.

—Bien, el negocio salió bien, no esperé lograrlo, pero ahí ves —me sonrió—. ¿A mi linda esposa como le fue?, espero que bien, porque esos nervios que tienes, mi bebé. Son extremos.

—No estoy nerviosa.

—¿No?, mi amor, no has parado de dar vueltas por toda la cocina —se llevó la copa de vino a los labios—. Además, no me has dicho si cerraste el contrato con la galería de arte.

—Aún no, estoy en eso, se supone que el día de mañana todo estará preparado —tomé una bocanada de aire—. Jennie, yo quería hablar contigo.

Dejó de comer y me miró con timidez.

—¿Qué hice? —dejó el tenedor en el plato—. ¿Te sientes mal?

—Es que... quería darte algo, si no es molestia —arrugué el ceño.

—Para nada, mi amor, enséñame, ¿qué pasó?

—Espera aquí.

Me paré en busca de la pequeña cajita, la puse sobre la isla al regresar y Jennie me miró dubitativa. Estaba a la espera de que yo le dijera acerca de que se trataba.

—¿Y esto?, ¿el divorcio? —bromeó, pero pude notar cierto nerviosismo en su voz—. A ver, me tienes preocupada.

—Ábrelo, por favor —le pedí.

Jennie alzó las cejas, curiosa por lo que había en la cajita. Cuando la abrió, su vista subió y bajo de nuevo, me miraba perdida en mi expresión de felicidad. Jennie sacó la prueba de embarazo positiva de la cajita y me miraba sin creer que ahí había dos rayitas. Se llevó las manos a la boca y me miró incrédula.

—¿En serio? —volvió a mirar la prueba de embarazo—. Esto es una broma y no te creo —siguió con la prueba en sus manos.

—Nunca más real. Vamos a ser mamás —le confesé.

—No, mi amor —saltó del taburete—. ¡Vamos a ser mamás!

Corrió a abrazarme rápidamente, sentí la emoción en su abrazo, me envolvió como si fuera lo único en este mundo que realmente le importara. Me abrazó con el amor que siempre ansié. Lloré contra ella, incapaz de soportar las lágrimas.

Se separó de mí y comenzó a dar saltitos mirando la prueba de embarazo, sonreí mientras la veía. Su emoción se transformó en euforia y después de ahí, se cubrió el rostro, para que no vea las lágrimas en su rostro.

—Mi amor —sostuve su rostro en mis manos—, no llores, Nini.

—Tengo lo que más quise, una familia, quiero gritarlo. Necesito agradecerte esta y mil vidas más, eres la mujer más hermosa de este mundo —me abrazó nuevamente—. Eres la mujer más preciosa, perfecta, no te vayas nunca de mi vida. Envejece a mi lado, por favor, hazlo, te lo suplico.

—Nunca me iré de tu vida, mi bebé. Nunca me iré, seré eterna en ella.

****

No había pasado ni una semana, y yo ya estaba de compras, mirando cosas de muchos colores y lo que más nos llame la atención. Creo que nunca vi a una persona tan emocionada como ella al momento de comprar cosas de bebés. Ella seleccionaba lentamente, y todo lo olía antes de ponerlo en el carrito, el cual ya estaba por la mitad.

—Yo creo que este le quedaría perfecto —señaló un disfraz de sapitos—. Huele rico, siempre me pegaré para oler al pequeño.

—Nini, estoy pensando que es mejorar comprar la cuna después —dije.

—¿Después?, no, quiero armarla ahora, será divertido, además, puedo comprarla, déjame a mí —siguió mirando ropa de bebé—. Si es niña, me la llevaré a todas partes, no sabes la de cosas que le compraré, será mi favorita en todo el mundo. Compraremos muchos dulces, y si es niño, pues me lo comeré a besos, no importa lo que sea, será maravilloso.

La miraba con ternura, me enternecía como actuaba y todo lo que decía, el cómo expresaba su felicidad. Avanzamos hasta la caja para pagar, y una mujer sonrió al ver todos los juguetes que llevábamos en el carrito de compra.

—Que lindo todo, es para un bebé. ¿Cuál es su estado civil? —preguntó la doña, ya muy mayor.

—En deuda —respondió Jennie—. Después de todo esto.

—Se refiere a si estás casada, Jennie —le dije.

—¡Oh, sí, sí, estoy casada! —asintió—. Con esta increíble mujer, se llama Lalisa Manobal —la mujer de caja le tendió la tarjeta de crédito a Jennie—. Y por cierto, también es muy joven, no sabe como me dijo que si, me dio más problemas. Es tremenda.

—Muy bien, Jennie. Vámonos —la jalé por el brazo sacándola de ahí.

—¡Nos veremos luego para contarle como me dijo que sí! —gritó Jennie desde fuera, llamando la atención de las personas.

Me llevé la mano al rostro y seguí caminando como si no la conocía. Jennie se posó a mi lado y suspiró con orgullo.

****

Preparaba la cena tan inmersa en mi propio pensamiento que no me percaté de que Jennie venía detrás de mí hasta que sus brazos me rodearon y apoyó su cabeza en mi hombro. Sonríe y dejé de picar los vegetales. Esto era nuevo, este sentimiento de sentir que por fin tenía a mi otra mitad conmigo. Más allá de todas las imperfecciones del mundo.

Yo sentía que tenía lo perfecto conmigo sin alejarse de lo real.

—Date la vuelta, por favor, Lili —me pidió con dulzura.

Me giré y Jennie se agachó, descubriendo mi pancita y depositando un beso ahí, sonreí y acaricié su cabello. Jennie recostó su frente de ahí y sonrió. Sentí calidez, me estaba abrazando el alma y sentí que este sentimiento ya lo había experimentado antes.

—Acostumbrarás al bebé a tu presencia —dije.

—¿Sí? ¿Crees que me ame mucho? —me miró desde abajo—. Porque yo quiero que me ame mucho.

—Te amará tanto o más de lo que te amo yo, Nini —expresé con sinceridad—. Confía en mí.

—Confío en ti, y te amo —se puso de pie—. Te amo mucho. Quédate siempre conmigo y prometo cuidar de los dos, pero quédate, mi amor.

—Te amo muchísimo —le correspondí.

—Mi primera misión será siempre amarte.

First Mission: Sky. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora