Extra- 5.

494 104 4
                                    

LALISA MANOBAL.

Las manos de Jennie se encontraban sobre la mía, la película se reproducía, iba tan lenta que sentí que lo único que me entretenía era el dedo índice de ella trazando círculos sobre mi dorso. Solté un pesado suspiro.

Estábamos en la sala de Jisoo y Rosé, era un día en familia, se supone que todo debería ser alegría y felicidad. No obstante, lo que para ellas era una superpelícula, para mí no podía ser más aburrido. Jennie de vez en cuando tomaba su mano y acariciaba mi pancita.

Era un gesto tierno que no había perdido desde que dije que estaba embarazada. Algo que me tranquilizaba y por lo menos me entretenía visualmente hablando.

Pero esto no dejaba de ser tedioso para mí, por lo tanto, enfocarme en una sola cosa era casi imposible. Asimismo, querer no suspirar tanto. Lo cual era casi imposible, ya que evitaba que me durmiera y tanto Jisoo como Rosé, me miraran mal.

Ellas decían que era una película maravillosa, sin embargo, podía leer y eso sería mucho más interesante que yo sentarme aquí y fingir que la película levantaba mi ánimo, cuando lo único que ejercía era empeorarlo.

Lancé mi cabeza hacia atrás y cerré mis ojos, así me quedé por un largo rato, pensativa y al mismo tiempo escuchando los diálogos. Sentí la mano de Jennie en mi pierna, despabilándome.

Regresé la vista hacia ella, esta señaló la película, la cual seguía viendose igual de aburrida. Miré las palomitas sobre la mesa, y estas ya me producían náuseas, o puede que de verdad vaya a vomitar.

Sentí la bilis subirme a la garganta y antes de poder reaccionar, me paré corriendo, con mis piernas en automático y estrellé mi cabeza contra el retrete, echando incluso el jugo de naranja natural que Jennie había preparado para mí.

Tosí, sacando todo lo que me provocaba ese malestar. Cerré mis ojos con fuerza, sintiéndome verdaderamente incómoda por la maldita sensación en mi boca. Una mano sostuvo mi cabello, y no tuve que ser Genia para reconocer que era Jennie, quien lo sostenía para que todo lo que antes me había comido se fuera por ahí.

—Decía que te envidiaba, pero estás mal, amiga —dijo Rosé.

—No me ayudas —bramé.

—Yo solo decía —musitó.

—¿Mejor, amor? —preguntó Jennie, con ese tono apaciguante. Frotó mi espalda, calmándome—. Podemos irnos a casa sí así lo deseas.

Asentí, sin medir palabra, me puse de pie con debilidad. Jennie con cuidado tomó una toallita húmeda y la pasó por mi cara. Sintiéndome más refresca, me despedí de Jisoo y Rosé, caminando hasta el auto con ayuda de Jennie.

El resto solo fue oscuridad y Jennie tarareando por todo el camino mientras conducía. Ella sabía cuanto me calmaba. De cierta manera, me relajaba y hacía que mi sueño avanzara tan pronto como para no querer despertar hasta llegar a casa.

Era costumbre, y esa costumbre no pudo sentirse mejor. Su mano sobre mi pierna, otra en el volante y ella tarareando una canción que habíamos escuchado en la radio y me gustó.

Ella sabía cuanto me calmaba, evitaba ciertos malestares y mis ojos podían descansar escuchando su dulce voz.

Tal vez ella aún desconozca cuanto me muero porque me cante todos los días al oído. Anhelando tener esa sensación hasta el último día de mi vida.

First Mission: Sky. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora