15 - Cuarta carta

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Los meses pasaron y no tiene caso mentir, tuve ataques de ansiedad en más ocasiones de las que me hubieran gustado, sin embargo, cada vez eran menos que el año anterior u otros, con la psicóloga perfeccionamos algunas técnicas que me ayudaron mucho cuando tenía alguno.

Los momentos en que me sentía triste eran menores, pero siempre existían recaídas y aunque algunas veces parecían ser cada vez más fuertes, nunca permitía que me volvieran a tirar por completo, como muchas veces antes lo dije, mis ganas de vivir eran mayores.

Los pensamientos suicidas se fueron, aunque no por eso no existían momentos en que pensaba cosas como ¿qué pasaría si no existiera?, ¿quiénes llorarían si yo muriera?, ¿mi familia sufriría mucho si yo no estuviera en sus vidas?, ¿Hoseok conseguiría una novia a la que amaría tanto como a mí? Y algunas cosas similares, sin embargo, cuando se lo contaba a Hoseok no dejaba de decirme que no debería pensar en eso porque no me beneficiaba en nada y como tenía razón, intentaba concentrarme en algo más.

En cuanto a mi relación con Hoseok, como siempre, todo iba perfecto, seguía siendo el mejor hombre que podría existir en el mundo, parecía irreal porque de verdad jamás había conocido a nadie tan perfecto como él, siempre creí que hombres como mi novio existían sólo en las historias de amor y fantasía, sin embargo, él era la excepción y yo amaba haberlo conocido antes que cualquier otra mujer, era egoísta, pero todos sabían que ya me había adueñado de él y él decía lo mismo de mí, así que estábamos bien con ello.

Respecto a mis amigas, aquel grupo que me salvó la vida hizo que nos uniéramos cada vez más, ahora hacíamos pijamadas con mucha frecuencia, nos poníamos al día de nuestras vidas, de nuestros cantantes favoritos y hasta de los álbumes que habíamos comprado, era todo hermoso, y no había día que no pensara en ellas y en ellos, al final habían sido las personas que me hicieron desistir de la idea de suicidarme y siempre tendrían un lugar sumamente especial en mi vida, así que no los dejaría ir jamás, eran parte de mi esencia.

Con lo que respecta al trabajo las cosas iban cada vez peor, comencé a trabajar 10 horas y aunque ganaba más, no compensaba el estrés que significaba pasar tanto tiempo con los niños y el cansancio que tanto ellos, como las educadoras, estábamos pasando por tantas horas de encierro en ese lugar, además cada vez eran más bebés y algunos ni siquiera caminaban, así que eso complicaba demasiado las cosas y si a todo eso le sumabas la pésima actitud de la persona que estaba al frente del equipo de trabajo todo se complicaba, sobre todo porque al grupo donde yo trabajaba, cada vez nos exigía más y no se ponía en nuestros zapatos, lo mínimo que pedíamos era un poco de comprensión, pero no nos la daba.

Sin embargo, dentro de todos esos males encontré a alguien que me ayudaba a sobrellevar las situaciones, mi fiel amiga Gigi, bueno, ése no era su nombre, pero me gustaba llamarla así de cariño, con el paso de los meses nos convertimos en mejores amigas y no sólo en buenas compañeras de trabajo, algunas veces mis salidas los viernes por la tarde, luego del trabajo, eran con ella para ir a distraernos de todo el estrés que nuestras labores y la vida nos generaban.

En poco tiempo se ganó tanto mi confianza, que fue una de las pocas personas que conocían toda mi historia, desde la noche en que más anhelé morir y hasta los momentos en que más felicidad llegué a sentir, era mi confidente y mi psicóloga personal, sencillamente era otro ángel en mi camino.

Una noche que estaba aburrida y sí, esta vez fue simple aburrimiento, tomé nuevamente aquel cuaderno que contenía mi mayor secreto y todo el dolor de mi alma, y me concentré en escribirle una carta a mi nueva amiga, aunque jamás salieran a la luz ella merecía una por ser tan importante en mi vida, o al menos así lo vi en ese momento.

Así que, como en las otras ocasiones, abrí el cuaderno en una hoja en blanco, tomé mi pluma y comencé a escribir todo lo que me salía del alma mientras las lágrimas se agolpaban en mis ojos y me impedían ver con claridad.

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