10 - Trabajo y amistad

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Cuando faltaba exactamente una semana para que los tres meses de mi contrato terminaran, pude hablar con la persona que me había contratado y para mi fortuna no tuve que irme, me pidieron que me quedara más tiempo y aunque la realidad era que algunas veces el trabajo era horrible, no por los niños, sino por una persona que nos complicaba las labores a mis compañeras y a mí, me gustaba la idea de mantener el empleo y sobre todo de seguir ganando dinero.

Le conté a Hoseok y como siempre, se alegró por mí y me felicitó, recalcando el hecho de que era buena en las cosas que hacía y que si me pedían quedarme era porque mi trabajo era de calidad, además de que se notaba el cariño que le tenía a los pequeños y eso era admirable porque se supone que a mí no me gustaban los niños.

La vida laboral definitivamente no estaba siendo lo que yo creí que sería, lo único bueno eran los bebés con los que me había encariñado y que al menos las compañeras que estábamos frente a grupo se habían convertido en poco tiempo en buenas amigas y eso me ayudaba mucho, porque era una red de apoyo adicional para mi triste vida.

No entraré en detalles sobre la persona que me estaba complicando el trabajo, pero puedo decir, que unos meses más tarde logró hacer que la ansiedad se disparara de nuevo en mí, luego de que por hacerle un comentario sobre algo que no me parecía de su trabajo y el poco apoyo que nos daba a las demás, terminara por molestarse al no aceptar la realidad y pronto estuvo revisando la posibilidad de hacer que me despidieran.

Una de mis nuevas amigas, me contó sobre eso ya que se dio cuenta por casualidad y cuando me lo dijo sólo pude hacer dos cosas, la primera, enojarme porque no podía creer que por pedir apoyo estuvieran analizando mi despido, y la segunda, llorar porque sentía que a pesar de que estaba haciendo bien mi trabajo, algo había hecho mal.

Me cuestioné muchas veces qué podrían utilizar en mi contra, pensaba en si alguna vez les había gritado a los niños, les pegué o algo similar, pero mi respuesta, siempre era la misma... No, no sería capaz en ninguna circunstancia de hacerle algo como eso a los pequeños, mis pensamientos viajaban a 1000 km/h y ese día terminé llorando en el baño de la guardería porque la ansiedad simplemente decidió que yo no estaba dando el ancho en mi trabajo, a pesar de que sabía muy bien que no era así.

Hablé con mis compañeras y les pregunté si ellas habían notado algo incorrecto de mi comportamiento y todas concluimos que no era así, simplemente aquella persona no había sido capaz de aceptar sus errores y quiso desquitarse conmigo.

Afortunadamente esa situación no creció mucho, no me despidieron y tampoco me llamaron la atención, confirmando que yo estaba haciendo mi trabajo de la mejor manera, sin embargo, no puedo decir que los problemas con tal persona se terminaron ahí, porque de verdad encontraba defectos en absolutamente todo lo que hacía.

Esto lo cuento porque fue una de las primeras ocasiones en las que a pesar de pensar y sobre pensar las cosas, era capaz de recordarme que no tenía que preocuparme por cosas que estaban fuera de mi alcance, no podía estar cumpliendo con las expectativas de los demás y, sobre todo, no podía dejar que me manipularan al grado de cambiar mi forma de ser y actuar, con tal de que a los demás no les molestara.

Me sentía orgullosa de lo que estaba haciendo y aunque, no negaré que las cosas me seguían preocupando y causando ansiedad, era muy capaz de regular mis emociones y eso aumentaba mi felicidad.

Pasé unos cuantos meses sintiéndome bien, disfrutando en medida de lo posible de mi vida, mis amigas, sobre todo Sue y Fanny, quienes me habían acompañado desde preparatoria y ahora también de Gigi, una de mis compañeras de trabajo que en poco tiempo se ganó mi cariño, eran luz en mis días grises y por supuesto también aquel chico de sonrisa linda.

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