A principios de 2022 sentía que la vida me estaba premiando al conocer a Hoseok, me merecía la felicidad que él me daba después de tanto haber sufrido antes, pero como siempre, una cosa se arreglaba y otras más comenzaban a desordenarse, mi vida era como un rompecabezas al que le faltaban piezas, luego las encontrabas, arreglabas una parte y mientras se perdían otras 20 piezas, pero nunca estaba completo y mucho menos bien hecho.
Una persona más de mi familia partió de este mundo y todo el dolor volvió de la peor manera, si antes ya no dormía, a partir de ese momento era aún peor, si dormía dos horas por la noche era demasiado, pasé el velorio prácticamente sin descanso, las pesadillas que venían con otro trauma más en mi vida eran horribles y prefería aguantar el cansancio antes que volver a soñar algo que me terminaba generando miedos horribles.
Las ojeras que tenía eran notorias, el cansancio era evidente y el dolor se reflejaba en mi mirada, me veía al espejo y no me reconocía, esa persona no era yo, me negaba a aceptar que la persona frente al espejo era la misma que antes había estado llena de vida y alegría, esos ojos vacíos no eran míos, la persona que veía era una completa desconocida.
Los días pasaron y no contestaba a las llamadas o mensajes que me dejaban mis amigas o Hoseok, no quería que nadie me viera así, yo no era la persona que ellos habían conocido, bueno, Hoseok sí me había conocido siendo la persona que no disfrutaba de la vida como antes, pero me había ayudado a olvidarme de ello y por alguna razón me daba vergüenza que me viera en esas condiciones.
Un día simplemente apareció frente a mi puerta sin darme oportunidad de negarme o de poder evitarlo.
- ¿Qué haces aquí? - pregunté de forma bastante grosera - lo siento, no quise que sonara así, pasa - dije haciéndome a un lado.
- Preferiría que vayamos a otro lugar, creo que te hace falta salir - dijo mientras ponía un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
- No te ofendas, pero no tengo ganas de salir, no me siento bien - él me sonrió ligeramente, pero sabía que no se daría por vencido.
- No me iré de aquí hasta que vengas conmigo, tienes que salir, quedarte aquí a lamentarte de las cosas no te hace bien - las lágrimas comenzaban a agolparse en mis ojos.
- Lo sé, pero no puedo evitarlo - dije y sin pensarlo mucho me tiré a sus brazos llorando como una niña pequeña y no sé cómo describir lo que sentí en ese momento, pero sus brazos se sintieron como el lugar seguro que hace mucho no tenía.
- ¿Vamos por un café? - me separé de él y sólo asentí.
Entré por mi cartera y avisarle a mi madre que saldría un momento y me fui con él, pasamos a comprar nuestras bebidas y luego nos fuimos a un parque a caminar.
Era la tercera vez que nos veíamos en persona y se sentía como si realmente nos conociéramos de años atrás y hubiéramos salido de esa forma demasiadas veces, caminábamos por el lugar tomados de la mano mientras él por momentos me abrazaba y dejaba un beso en mi frente, cualquiera pensaría que éramos pareja y a mí también me gustaba pensarlo de esa forma.
Luego de un rato por fin nos sentamos y quería evitarlo, pero no iba a ser posible, el chico frente a mí no me iba a dejar encerrarme en mi mundo.
- Bien, dime ¿qué pasa? - en todo el tiempo que lo había evitado no le había dado una explicación.
- Alguien murió - en ese momento me preguntaba si me refería a mi tía, quien había fallecido unos días antes o si realmente me refería a la Mabel que solía ser unos años antes, pero no tenía respuesta para eso.
- ¿Quieres contarme? - asentí y me tomé un poco de tiempo para contener las ganas de llorar que estaba sintiendo - está bien si lloras hermosa, yo no te voy a juzgar y siempre puedo aprovechar para tenerte entre mis brazos - se notaba la intención de hacerme reír y lo logró.
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Mis cartas de despedida.
RomansAlgunas veces quisiera que mi vida fuera distinta, que fuera feliz, pero no es posible, al menos ya no, la depresión algunas veces es algo que no se puede evadir, llega a tu vida y se encarna en ti, es como una plaga que se rehúsa a irse, haces de t...