17 - Renuncia

22 9 7
                                    

En muchas ocasiones y como ya lo he mencionado varias veces, toleramos un sinfín de cosas por querer pertenecer, por sentir que debemos apoyar a otros, por un exceso de empatía que nos termina dañando o por muchas situaciones más, lo hacemos siendo conscientes de nuestro actuar e incluso muchas veces lo hacemos sin darnos cuenta, pero por eso hay que hacer siempre una pequeña introspección para saber qué cosas toleramos porque es imposible no hacerlo y cuáles toleramos, pero debemos dejar de lado por nuestro bien.

A mí me tomó un año y mucho llanto tomar la decisión de dejar mi trabajo, al principio fue lindo, como he mencionado, no tengo quejas de mis compañeras de trabajo y tampoco de los niños, sin embargo, a veces damos mucho por empresas y jefes que no dan nada por nosotros, que sólo nos ven como una máquina para generar ingresos y obviamente de esos ingresos, los que realmente estamos día a día dando la cara al trabajo, no ganamos nada.

Mis ataques de ansiedad iban y venían con mucha frecuencia, regaños y malos tratos a través de comentarios pasivo-agresivos era lo único que estaba recibiendo, hasta que ya no pude más, porque simplemente el trabajo estaba acabando conmigo, poco a poco notaba que mi mirada se iba apagando de nuevo, aunque por una razón distinta a la de antes y ya no quería eso, no podía y no iba a aceptar perderme de nuevo, así que llegó el momento de tomar una decisión.

Estaba en la guardería con mis compañeras, el ambiente tenía días bastante tenso porque todas estábamos a la defensiva con la persona encargada y por los papás que cada vez exigían más de nuestro trabajo y que no estaban apoyando en mucho con todos los temas que se referían a sus hijos, por mi parte, estaba cansada física y mentalmente, tenía sueño todo el tiempo, el cuerpo me dolía más de lo que quería admitir, tenía exactamente 6 meses enferma de una gripe que se iba un par de días y regresaba aún más fuerte, una de las más grandes desventajas de trabajar con pequeños que se enferman con frecuencia, y además de eso, una mamá pidiendo revisar las cámaras del lugar porque su hija tenía una mordida en el brazo, mordida que ella misma se dio, pero la señora no era capaz de aceptarlo e indirectamente nos culpaba por no cuidar a los niños correctamente y dejar que algún pequeño mordiera a su hija.

Esa fue una de las últimas cosas que pude soportar, no tenía miedo a que revisaran lo que quisiera, yo estaba conforme con mi forma de trabajar y lo único que iban a ver era lo que nosotras ya habíamos hablado con la señora, pero aún así se sentía la presión de que desconfiaran de ti, de las personas que dejaban incluso su salud y seguridad de lado por cuidar de los niños y eso no estaba siendo valorado por nadie, pero lo que terminó por hacerme tomar la decisión de irme, fue una situación en la que literalmente tuve que poner la vida de los niños antes que la mía.

Estábamos en el jardín con los niños, ellos jugaban y mis compañeras y yo cuidábamos que todo estuviera en orden, hasta que pasó una de las cosas más complicadas que podrían habernos pasado, en un terreno baldío que había junto a la empresa donde se encontraba la guardería y justo a la altura de ésta, alguien prendió fuego a un pastizal, ocasionando que en cuestión de segundos todo el humo del incendio provocado invadiera la guardería entera.

El miedo que todas sentimos al tener que sacar a todos los niños del lugar fue enorme, éramos sólo 8 personas para sacar a alrededor de 40 niños, de los cuales al menos 2 no caminaban, eso parecía una misión imposible, todas tuvimos que pensar en ellos antes que en nosotras, corríamos con niños cargados, tomados de las manos o casi colgados de nuestra ropa para poder llevarlos a un lugar a donde el humo no llegara, el equipo contraincendios llegó rápido junto con más personas que nos ayudaron, y aunque al final todo salió bien, el miedo que nos invadía era algo que nunca podría desearle a nadie.

Todas las educadoras queríamos llorar, teníamos miedo y no sabíamos qué hacer y a pesar de eso tuvimos que mantenernos serenas, cantar para ayudar a que los niños no tuvieran miedo, en ese momento pensé en si valía la pena seguir ahí y no, definitivamente no lo valía, la responsabilidad de que tantas vidas dependan de ti y que no tengas respaldo de tus jefes es algo que sencillamente no debería combinarse, el simple hecho de que tu vida le importe tan poco a las personas para las que trabajas es algo que no debería darse en ningún sector y menos donde hay niños de por medio.

Mis cartas de despedida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora