Desde la primera vez que se conocieron, Ryujin y Yeji han sido inseparables, pasando la mayor parte del tiempo juntas. Pero justo cuando todo parecía ir perfecto, sus vidas cambiarán cuando Ryujin se vea obligada a mudarse a otro país, donde se dará...
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Dieciocho años
Ryujin sentía que el tiempo se le escapaba entre sus manos. Sabía que el inicio de la universidad se acercaba rápidamente, y eso quería decir que le quedaba poco tiempo para estar con Yeji sin algún inconveniente, pues estaría ocupada con las clases, tareas y exámenes.
En realidad temía que no se llegaran a ver tan seguido como ahora, aunque claro, no sería como si no la fuera a ver dentro de una determinada cantidad de años, ya que ella estaría en la misma universidad, en otra carrera, pero estaría en el mismo lugar, solo que le aterrorizaba no verle la cara todos los días como lo hacía ahora.
Tenía derecho de estar así de preocupada, ¿no? Después de todo lo que pasó... irse del país. Sí, tenía sus razones para preocuparse, aunque no debería.
Ryujin decidió pasar el día con Yeji, ya que quedaba menos de una semana para entrar de nuevo a clases y debía aprovechar el tiempo. Además, se encontraba feliz desde hace rato porque la habían aceptado en la facultad que había querido, y nunca lo festejo. Quería hacerlo tarde o temprano, y ¿qué mejor que con su mejor amiga?
—Ye, ¿te gustaría venir a mi casa a comer? Mi madre ha preparado algo especial —le preguntó mientras caminaban por las calles de Seúl. Recién habían ido al parque para distraerse, era bastante temprano.
—¡Claro! Sabes que me encanta la comida de tu mamá —sonrió.
Cuando llegaron, fueron recibidas por la señora Shin, quien las saludó con entusiasmo y las invitó a sentarse a la mesa.
—¡Hola, chicas! ¡Qué alegría verte de nuevo, Yeji! —exclamó mientras les servía la comida.
—Gracias, señora Shin —respondió la alagada, sonriendo—. Siempre es un placer venir aquí.
Durante la comida, la conversación fluyó fácilmente. Hablaron de los planes que querían hacer cuando ya estuvieran pisando la universidad, de lo que esperaban y más les emocionaba. Sin embargo, en el fondo, Ryujin no podía dejar de pensar en lo mucho que extrañaría pasar el día sin preocupaciones con Yeji.
Después de comer, Shin sugirió una idea que había estado rondando en su mente.
—Oye Yeye, ¿qué te parece si vamos al parque de atracciones? Podríamos pasar el día allí, divertirnos y hacer algo diferente.
Hwang la miró sonriendo.
—¡Claro, me encanta la idea! Hace tiempo que no vamos a un parque de atracciones. Será divertido, Ryu.
Ambas se dirigieron al lugar, y al llegar, el bullicio de la gente y las luces brillantes les dieron la bienvenida. Compraron sus boletos y se adentraron en el parque, listas para disfrutar de cada atracción.
—¿Por dónde empezamos? —cuestionó la menor, mirando a su alrededor.
—Podríamos empezar por algo tranquilo, como la rueda de la fortuna.
