20. Soy Kai Parks, no me subestimes.

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-- Me encantaría quedarme contigo, te lo prometo. Si no fuera porque tengo que entregar el trabajo de arte, lo haría. – Cami terminaba de prepararse su bolsa.

-- No te preocupes amiga, estaré bien. Quedarme todo el día en la cama no parece un mal plan. – respondí, tumbada en la cama con el ordenador encima.

-- Bueno, no te aburras mucho. Nos vemos luego. – mi compañera se despidió, y abrió la puerta para salir de allí. – Está durmiendo Milo, puedes pasarte luego.

Escuché a mi amiga, o mejor dicho, ví que cerró la puerta rápidamente en cuanto salió. Me pareció extraña la rapidez en la que lo hizo, y claramente cuando la escuché supe el por qué. Milo venia a nuestra habitación. Camille le mintió, no estaba durmiendo, de hecho esa noche dormí fatal, me dolía bastante la muñeca y di mil y una vueltas por la cama hasta que desistí y me puse una película en el ordenador.

-- Está despierta, se ha conectado hace diez minutos al chat. – Milo le respondió bastante imbécil a Cami, pero no me sorprendía en absoluto. No me apetecía verle, pero no quería que siguiera hablando con ella.

-- ¡Pasa!.

Grité, para que ambos me escucharan. Él empujó la puerta con la mano, ignorando por completo a mi amiga. Su maldita costumbre de tratar a la gente como le da la gana. En fin.

-- ¿Qué te ha pasado?, me han dicho que te has roto la mano. – vino hacia mi, preocupado. O eso parecía.

-- No, no me la he roto. Solo es una pequeña contusión. Me caí entrenando, pero no es grave. – Milo se quedó pensativo, tenía claro que iba a empezar con el sermón de siempre de 'tienes que dejar el equipo', pero no lo hizo. Mejor, porque quería decirle muchas cosas, o insultarle de mil formas, pero no lo iba a hacer. El plan de Kay, era mucho mejor.

-- Tengo clase y entrenamiento, pero si necesitas algo llámame. – se levantó de mi cama, y se acercó hacia mi para darme un beso en la cabeza. Sonreí más incómoda que nunca.

-- No te preocupes, estaré bien. – salió de la habitación y me apoyé en el cabecero, aliviada de que se hubiera ido de una vez.

Os prometo que tenía mil ganas de insultarle con todos los insultos habidos y por haber. Era un completo capullo, y nadie me iba a convencer de lo contrario. Me había engañado, y eso si que no se lo perdonaría jamás. Milo y Juliet, se había acabado para siempre.

No quería pasarme la mañana entera viendo películas, no me sentía nada productiva. Así, que cogí varios apuntes que tenía encima de la mesa y me tumbé con el ordenador, otra vez, pero esta vez a seguir con el trabajo que empecé hace unos días. El trabajo que hacía con Parks. Organicé los puntos que ya tenía terminados, e hice una lista con todo lo que me faltaba. Estaba concentrada, de hecho cuando lo estaba siempre mordía el culo del bolígrafo.

-- ¿Cómo está la más torpe de los Golden Gators?. – Parks abrió la puerta, sin tocar. Y levanté la cabeza, sorprendida, mordiendo aún mi bolígrafo.

Iba en pijama, y con el pelo recogido en una coleta desenfadada. Look perfecto para que te vea Kai Parks, claro que sí. Nótese la ironía.

-- Muy gracioso... -- reí, irónicamente. -- ¿No deberías estar yendo a clase?. – pregunté. Él se quedo apoyado en el marco de mi puerta, de brazos cruzados y con una pequeña sonrisa.

-- Venía a ver cómo estabas. Saber si has perdido ya la mano o aún sigue pegada a tu cuerpo. – bromeó y le saqué el dedo corazón con la mano que tenía vendada. Se rió a carcajadas. Nunca le había escuchado hacerlo. Me gustó. Mucho. -- ¿Estudiando?. – cerró la puerta y vino hacia mi.

Susúrrame al oídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora