19. Tremenda hostia Baker.

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-- Yo creo que a mi hermano le gusta alguien. – Bella daba un sorbo a su batido.

-- Imposible. Tu hermano solo se gusta así mismo. – reí, y ella asintió.

Aquella mañana, cuando iba dirección a la cafetería, me escribió Isabella. Le apetecía desayunar juntas, así que quedamos allí.

-- Lo digo en serio, tonta. Últimamente nos visita mucho, y está diferente.

-- ¿A qué te refieres con 'diferente'?... – pregunté.

-- Menos estúpido. Con eso, ya es bastante diferente.

-- Estará feliz porque el equipo va bien.

-- Dudo que sea eso, la verdad. – Bella se quedó pensativa. Y yo... yo le di un gran sorbo a mi batido, disimuladamente. – De hecho, se ha vuelto a preocupar por mí. – levanté la mirada, sorprendida.

-- ¿Y eso?...

-- Ayer me dejó claro que no me podía acercar a menos de dos metros de Thomas. Mi exnovio. Si vuelvo con él, le parte de la cara. Palabras textuales.

-- Este tío es imbécil. – susurré, o mejor dicho, pensé en alto.

-- ¿Qué?.

-- Nada, nada. – intenté disimular. – Pero Bella, ¿acaso tenías pensado volver con ese chico?...

-- Hemos hablado estos últimos días, y está bastante arrepentido.

-- No, Bella... -- resoplé, apoyándome en el respaldo. Me froté la cara, sin poder creer lo que me decía.

-- Pero de verdad, que me ha pedido perdón y todo.

-- Lo va a volver a hacer, no puedes volver con ese chico.

-- ¿Tú también como mi hermano?...

-- Solo me preocupo por ti.

-- Bueno, pues dejadme que yo misma me equivoque. Por favor. – me agarró la mano. Y no podía negárselo, tenía razón. Ella misma debía aprender. Como yo.

Nos despedimos, ella tenía que llegar al instituto, y yo, a clase. Pero antes, quería hacer algo.

Le escribí a Kayley, para que cogiera ella nuestro sitio hoy. Me retrasaría solo diez minutos.

Entré hacia el campus, sabía que el equipo estaría en la pista de atletismo, los martes y los jueves, entrenaban también por la mañana. Me dirigí hacia allí sin pensarlo, porque si lo hacía, me daría la vuelta, arrepentida de lo que estaba haciendo.

Todos los jugadores estaban en la pista. Di un vistazo, a todos, rápidamente, pero corrían juntos, prácticamente apelotonados. Algunos riendo, otros agotados... y Kai, el último, junto a James.

Comencé a avanzar decidida hacia ellos, que se acercaban poco a poco a donde yo me dirigía.

-- ¡Parks!. – no me veía, pero yo seguía avanzando hacia él. -- ¡Kai Parks!. – repetí.

-- ¿Qué haces aquí Baker?. – frenó, separándose del grupo, que siguió corriendo.

Se pasó la mano por el pelo, que estaba completamente mojado, de sudor. Él, guapísimo, por cierto.

-- Te pedí que no le dijeras nada a tu hermana. Y lo has hecho. – le acusé, bastante molesta.

-- No, yo no...

-- Sí, tú si. – no le dejé hablar. – Joder Kai, solo te pedí eso. Que por favor, no le dijeras nada. No puedo confiar en ti, está claro...

Me di la vuelta, tan solo fui a recriminarle lo bocazas que había sido.

Susúrrame al oídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora