Siempre he escuchado que las luces de París son más hermosas que las de las demás ciudades. Debo constatar que, efectivamente son bellísimas. Las luces tienen un brillo mágico, romántico, un brillo que destaca y se incrementa a cada segundo. Es como si las luces se metieran en nuestros corazones y de repente todo tuviera un brillo inusual, una característica que antes no habíamos reconocido en nuestros propios países. Jamás creí que podría salir de Canadá y ahora me veo en París mientras mi cuerpo desnudo acaricia el borde del ventanal, en el hotel que nos estamos hospedando.
Tantas cosas han cambiado en tan poco tiempo, tanto así que me sorprendo con la facilidad que me he adaptado a estas.
¿Cómo es posible que esté desnuda con un hombre al cual no sé su nombre y me limito a hacer y seguir las reglas que nosotros mismos nos impusimos la primera noche?
—¿Estás bien? —Me pregunta él abrazándome por la espalda y colocando sus manos en mi abdomen bajo. —Te veo perdida.
—Las luces no tienen seducida. —Le digo y recuesto la cabeza en su hombro.
—No. —Él me besa el cuello y después continúa. —Hay algo más que no me estás diciendo.
Mi cuerpo se pone rígido de inmediato.
Este hombre no me conoce, al menos no conoce el 95% de mí, de lo que soy, de lo que deseo ser en un futuro, no sabe nada de mi familia ni tampoco de la ausencia de una figura paterna. No sabe que mi abuela murió cuando yo era una pequeña, que mi padre se largó. Que mi madre tuvo que sacrificarse para mantener una casa y 3 hijas. Él no tiene idea de cómo he logrado conseguir mi título universitario y maestría, no tiene idea de los sacrificios que he tenido que hacer y de las cosas de las que he tenido que privarme para poder lograr llegar a donde estoy.
Él no sabe nada y aún así siento que me conoce por completo.
Él y yo somos diferentes, lo sé, procedemos de un círculo social completamente distinto, lo veo franca pues él exuda el dinero. Veo cómo compra las cosas, como renta apartamentos y pisos completos para complacerse a sí mismo y a su acompañante, que en este caso soy yo. Veo cómo puede costear una limusina, llevarme a todos lados, incluso una noche en parís, los ramos de flores y los pétalos en la cama.
Clyde, es un hombre que sabe cómo cortejar a una mujer y me duele pensar que a lo mejor no sea la primera a la que trata de impresionar con tantas cosas.
Detengo de inmediato el curso que están tomando mis pensamientos, mis ideas románticas y llenas de amor. Él no está intentando cortejarme, si intentara hacerlo significaría que se ha enamorado de mí, así como yo...
No, no estoy enamorada de él, no puedo estar enamorada de él.
Me deshago de sus brazos y me alejo de él, cusco un albornoz y me lo coloco para cubrir mi cuerpo. La burbuja se ha explotado y yo he sido la responsable.
—Conseguí un trabajo. —le digo agachando la cabeza y ocultando mis ojos grises de los suyos. —Comienzo en dos semanas, así que supongo que nuestro idílico romance tendrá que reducirse a menos de un mes.
El silencio se hace presente y me veo en la obligación de mirarle al ver que durante varios minutos él no dice nada.
—¿Me escuchaste? —Inquiero, levantándome y acercándome a él.
Él sigue colocado en el ventanal y ahora ocupa el lugar en el que antes había estado yo.
—Clyde. — le llamo y la boca me sabe salada.
Las dudas, el misterio, la indecisión, de repente todo se me complica y me parece absurdo seguir con esta aventura.
Ese nombre irreal, parte de una fantasía, me parece un descaro en mis labios.
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Un hijo para mi jefe - SERIE JEFES ENAMORADOS libro 1
RomanceVicky Román, siempre quiso tener hijos, una familia grande, de esas que se veían en las revistas y en las series de televisión. Ella siempre quiso tener lo que ella no había tenido en su infancia. Hija de una madre soltera que tuvo que tener tres t...