16. Una guerra

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Intento no extrañarlo.

Intento no pensar en él.

Cada segundo que pasa del día, miro la hora en el computador Y luego veo el celular esperando un mensaje o una llamada de su parte.

Pero nada llega. Es como si él hubiese borrado mi número telefónico y mi existencia de su vida.

Estoy justo en la entrada de la oficina de Ernest Hossen, el hombre que va a ser mi jefe. Él no ha llegado, son pasadas las diez de la mañana. Veo el vestido negro que me he colocado esta mañana antes de salir de casa, los zapatos de tacón corrido que se supone son buenos para mi espalda y para evitar futuros dolores en la espalda baja, al menos según mi madre, la experta en hijos.

Sonrío ante todos los consejos que me dio desde la noche anterior hasta hoy en la mañana. No sé cuál de todas está más emocionada, si mi madre por ser abuela o mis hermanas por ser tías.

Gracias al cielo he encontrado la ayuda de una joven que era la que estaba cubriendo la ausencia del asistente de Ernest Hossen. La chica es del departamento de cobros, pero según ella, Timotheo, encargado de finanzas, permitió que el jefe la utilizara como su asistente por unos días, hasta que yo iniciara en la empresa.

Al llegar la hora del almuerzo me levanto de la silla y después de anotar en mi agenda todos los recados que han dejado los que han llamado al teléfono de la oficina de Ernest, me dedico a tomar mi bolso y a almorzar algo.

Estoy hambrienta.

Justo cuando me alejó del escritorio, el teléfono suena y, aunque maldigo para mis adentros, me regreso y levanto el aparato.

—Oficina del Sr.Hossen ¿Cómo le puedo ayudar?

—Bienvenida a la empresa. — me dice Timotheo y sonrío.

—Gracias. — nunca he sabido cómo responderá ciertos gestos.

—¿Almorzamos? — pregunta como si estuviera conversando con una vieja amiga.

Miro a todos lados, los empleados parecen estar en su mundo. La oficina está rodeada y dividida por completo de cristal y aunque veo varias mini oficinas cubiertas por el cristal transparente, que al parecer tiene un material que no permite que las voces se escuchen de adentro hacia afuera, pues a lo lejos vislumbro una mujer que grita fuerte y por las señas que hace está más que enojada, por más que veo sus gestos, no escucho lo que dice.

En el piso en donde me toca trabajar solo hay tres oficinas y cada una está tan alejada de la otra como si se tratase de un campo de golf.

Solo la de Ernest Hossen, tiene dos puertas de color marrón que no me he atrevido a tocar para verificar si son de madera.

—No quiero negarme...

—¿Vas a negarte? —Inquiere él al otro lado de la línea.

—No quiero que pueda malinterpretarse, en vista de que he salido a tomar un café contigo y ahora me estás invitando a almorzar. —Le digo, franca, pues lo menos que quiero es buscar inconvenientes en una empresa que recién inicio. —La verdad es que necesito mantener este trabajo y no soy de tener relaciones con compañeros de trabajo. Lo lamento, Timotheo.

Aunque tengo las mejillas teñidas de color y mis manos sudadas agarran el teléfono con fuerza. Intento que mi voz suene segura.

Una carcajada estalla detrás de la línea.

—Precisamente porque no quieres tener una relación con un compañero, es que me conviene salir contigo.

—¿De qué estás hablando?

Un hijo para mi jefe - SERIE JEFES ENAMORADOS libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora