—¿Estás segura de que está bien? —Escuche unas voces que preguntan a mi alrededor.
Intento abrir los ojos, pero me siento cansada.
—Se desmayó porque la señorita Priscila le pegó. —Escuchó que le dice la otra.
Siento rabia y quiero decirle que no me desmayé por eso, que me desmayé porque estoy embarazada, pero supongo que esto sería una información que puede perjudicar no solamente a mi persona, sino también al jefe, al dueño de la empresa.
No, me detengo, no puede ser cierto lo que mis ojos vieron antes de que la oscuridad me reclamara.
Mi Clyde no puede ser Ernest Hossen.
No es cierto.
Pero vi sus ojos almendrados, como un marrón claro con pinceladas de miel.
No, no es mi Clyde.
Intento levantarme y gruño al darme cuenta de que estoy cansada, agotada.
La noche anterior fue horrible, tuvimos que dormir en el piso porque nuestros trastes, camas y muebles aún no han llegado a Seattle, toda mi ropa sigue en cajas dentro de ese camión que mi madre rentó porque era más económico y según ella llegaría primero.
Lo único que espero es que hoy lleguen nuestras cosas y que pueda descansar.
—Creo que ya se despertó. —Dice una de las voces femeninas y abro los ojos intentando enfocar para ver quién es.
Veo a una mujer de unos rizos dorados que le llegan por los hombros y está la recepcionista que me odia.
Sally o Sully, ahora mismo no puedo recordar cómo se llama.
—Hola, ¿Te sientes mejor?
—Estoy bien. — digo levantándome.
Odio que las personas me ayuden cuando estoy enferma.
Y no estoy enferma, me recuerdo.
Tan solo estoy un poco débil, cansada, agotada. Harta de que las personas se crean con la necesidad y el poder de mentirme.
¿Por qué diablos Clyde me mintió y no me dijo que era el dueño de una empresa multimillonaria y que yo sería su asistente?
Viéndolo desde cierto modo y donde seguro que él lo va a enfocar es que ambos habíamos acordado que tendríamos un momento, un espacio de tiempo donde ninguno de los dos daría sus nombres ni ningún tipo de información que pudiera vincularnos más de lo debido.
Fue una aventura de un par de semanas.
Pero habíamos culminado. Ahora me tocaba enfrentarme a la realidad.
Una realidad donde resultaba que me había acostado con mi jefe inmediato, con el dueño de una empresa multimillonaria y que ahora llevo a su hijo en mi vientre.
Supongo que era mucho mejor mantener la fantasía.
—Es bueno que te quedes sentada si no te sientes bien.
—Estoy bien. —Repito.
Ambas mujeres me miran y luego se miran entre ellas, cosa que me molesta.
—Estás bastante pálida. ¿Quieres un poco de agua? —Me pregunto a la mujer de Rizos dorados con sonrisa afable y ojos cariñosos.
—Lo que necesito saber es dónde está Cly...—Mi voz se pierde antes de culminar la pregunta. Por supuesto que ellos no van a saber dónde está Clyde. Por ese nombre nadie le va a conocer, aunque por su descripción, es muy probable que incluso la reina de Inglaterra sepa quien es. Todos sabrían quién es ese hombre de cabello oscuro, ojos almendrados, estatura de casi seis pies.
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Un hijo para mi jefe - SERIE JEFES ENAMORADOS libro 1
Storie d'amoreVicky Román, siempre quiso tener hijos, una familia grande, de esas que se veían en las revistas y en las series de televisión. Ella siempre quiso tener lo que ella no había tenido en su infancia. Hija de una madre soltera que tuvo que tener tres t...