La luz de la mañana me hace despertar, si es que la alarma sonó a la hora de siempre, no la escuché. No desperté a tiempo y precisamente hoy llegaré tarde al trabajo. Odio llegar tarde.
Me doy una ducha y pienso en todo lo que sucedió la noche anterior.
El intento en vano de que Vicky regrese a la empresa. La cena con mi madre, el contrato de Megrid perdido. La discusión con Timotheo. Luego regresé a casa de Vicky. Tengo espacios borrosos en mi memoria, donde esperó por ella al pie de su ventana.
También recuerdo la ambulancia.
Vicky está en el hospital por mi culpa.
No puedo creer que sea tan desgraciado como para perjudicar a los demás con las mismas desgracias que me suceden a mí. Estoy destruyendo la vida de una mujer que no merece el mal de nadie.
¿Cuándo voy a parar?
¿Cuándo voy a dejar de perseguir a una mujer que me ha pedido expresamente que la deje en paz?
¿Cuándo voy a entender que mi compromiso es con Priscila y que nada que pueda tener con Vicky podrá resultar? Mi madre se encargará de que no resulte.
Me quito el jabón del cuerpo, y mientras el agua limpia mi piel, intento dejar que el remordimiento y el alcohol que consumí la noche anterior también se vaya mezclando con la espuma y se aleje.
Pero la resaca sigue ahí.
El remordimiento sigue ahí.
Simple, aunque pueda quitar el pesar que tengo en mi alma y mi mente.
Mi teléfono celular suena y salgo del baño con calma. Quien sea que esté llamándome a las a las ocho de la mañana puede esperar.
¿Qué más puede salir mal?
Considerando que la noche anterior perdí el negocio más importante de mi tiempo en la empresa, no creo que nada puede empeorar.
Tomo el celular mientras voy envolviendo la toalla alrededor de mi cintura y las gotas de agua que caen de mi cabello recién lavado, bajan por mi pecho formando un camino directo a mi abdomen.
—¿Qué quieres, mamá? —Pregunto al ver su nombre en la pantalla.
—Ven ahora a mi casa. Y no me des ninguna excusa, Ernest.
—Estoy preparándome para ir a la oficina. ¿Viste qué hora es? Es la hora en la que las personas productivas se van a sus trabajos.
—No me interesa lo que estés haciendo. Ernest, Necesito que vengas ahora mismo.
—¿Te sucede algo? —Preguntó de inmediato, preocupándome.
Mi padre sale al día siguiente el hospital, así que cualquiera puede saber suceder ante todo, aunque no esté de acuerdo con el casamiento con Priscila, una cosa es segura: debo de cuidar a mi madre, porque jamás me perdonaría si a ella llega a sucederle algo por no estar ahí para ella.
—A mí no me sucede nada, Ernest. A ti es que te va a suceder si no estás en mi apartamento en 30 minutos.
No sé cómo mi madre se va a dar cuenta de que ya no soy un niño, Al cual sus amenazas le surten efecto.
Hace mucho tiempo que me dejó de importar lo que mis padres puedan pensar de mí. En el instante en que me di cuenta, a los 13 años, que mi padre es capaz de matar con sus propias manos un ataque de rabia, como esos que sabía tener todos los Dias cuando llegaba borracho del trabajo. Justo después de terminar casi nuevo muerto por una paliza que me provocó, entendí que nada podía ser tan difícil como aquello.
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Un hijo para mi jefe - SERIE JEFES ENAMORADOS libro 1
RomanceVicky Román, siempre quiso tener hijos, una familia grande, de esas que se veían en las revistas y en las series de televisión. Ella siempre quiso tener lo que ella no había tenido en su infancia. Hija de una madre soltera que tuvo que tener tres t...