Nos debatimos en una guerra de miradas. Ella sabe que yo seré el ganador, no sé por qué está deteniendo lo inevitable.
Mi madre con su vestido rosa pálido, un moño recogido, sin maquillaje y las ojeras tan pronunciadas como el día en que descubrí que mi padre le pegó, me observa sin bajar la mirada.
—Cuéntame de la mujer.
—No sé de qué hablas.
—Priscila dejó bastante claro que tienes un romance con tu asistente.
—Priscila, estar alucinando. —Digo apretando la mandíbula y sin despegar los ojos, también madre.
—¿No te acostaste con tu asistente? —Pregunta y entrecierra los ojos. —Quiero que te alejes de ella. —Dice sin esperar una respuesta.
—Vete al infierno, mamá. —Abre la puerta con intenciones de irme. Pero ella me grita.
—¡ Devuélvete aquí Ernest! ¿Quién diablos te crees que eres para darme la espalda?¿Qué te has llegado a creer que puedes irte y dejarme con la palabra en la boca cuando te de la voluntad de hacerlo?
—Déjame en paz, mamá, tú no sabes lo que estás hablando. ¿Estás creyendo a una lunática que fue capaz de tirarle café caliente encima a un asistente?
Los ojos de mi madre parecen espantados, pero ella lo oculta rápidamente.
—Estoy prefiriendo creerle a la mujer que va a ser tu esposa y que muy pronto pertenecerá a la familia.
—¿Prefieres creerle a una desconocida que a tu hijo? —Inquiero sin dar crédito a lo que escucho, mi madre ha perdido la cabeza.—¿Estás haciendo esto porque le pegue a papá?
—Estoy haciendo esto porque es lo que se amerita para que sientes cabeza. Estoy haciendo lo necesario para mantener mi familia a flote. Tú no tienes idea de los sacrificios que he tenido que hacer para mantener tu cabeza en su lugar.
—¡ Debiste dejar que me matara aquella noche! —Le digo, casi gritando. —Debiste dejar que tu esposo matara a tu hijo a golpes.
Mi madre intenta acercarse a mí, pero levantó una mano y le detengo, apuntó con ella hacia su pecho Y le digo:
—Tú vienes aquí, mostrándote la más Santa de todos, diciendo que quieres lo mejor para mí cuando la verdad es que no quieres salir de tu casa de cristal y no quieres perder los beneficios que te aporta hacer la esposa de papá. Tú no eras nada como te casaste con él y tienes miedo de volver a caer en lo mismo.
—Ernesto, no sabes de lo que estás hablando.
—¿Ahora soy yo el que no tiene idea de lo que dice, verdad?
Mi madre agacha la cabeza y dan media vuelta.
—¿Vas a dejarme hablando solo?¿Te avergüenza ahora saber que tu hijo tiene razón?
—¡No tienes idea de los sacrificios que he hecho para mantenerte con vida!
—¡ Pues dímelo para devolverte cada maldito favor! —Mi pecho sube y baja mis manos se encierran en puños, quiero golpear la pared, quiero patalear, quiero empujar los muebles y tirarlos con fuerza. Quiero sacar toda la furia que llevo dentro. Mi madre no se da cuenta del dolor que me provocan sus palabras, ella siempre va a preferir a mi padre. Siempre va a escoger la buena posición económica y el estatus social antes que a su propio hijo.
—Aléjate de tu Secretaria Ernesto. Aléjate de ella le voy a destruir la vida.
El miedo atenaza mi pecho. Rápidamente hacia mi madre y hago que se gire agarrándola de los brazos.
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Un hijo para mi jefe - SERIE JEFES ENAMORADOS libro 1
RomanceVicky Román, siempre quiso tener hijos, una familia grande, de esas que se veían en las revistas y en las series de televisión. Ella siempre quiso tener lo que ella no había tenido en su infancia. Hija de una madre soltera que tuvo que tener tres t...