Capítulo 23: Necesito hablar con ella.

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—¿Vas a decirme de una vez por todas por qué diablos te enfrentaste a tu padre en plena calle? —Me pregunto a Timotheo, y la verdad es que no tengo una razón lógica para darle.

De haber estado en mis cabales, estoy seguro de que no lo hubiese golpeado delante de toda esa gente.

—¿Qué quieres que te diga? Perdí el control. —Admito, mientras me sirvo una copa de Macallan.

—No puedes estar perdiendo el control, es una maldita figura pública. Eres el director administrativo de una empresa multinacional. No puedes andar por ahí entrando la golpees a tu padre. —Sé que es lo que Timotheo me dice tiene razón, sé que no puedo estar perdiendo el control, pero de igual forma, al ver los moretones en el cuerpo de mi madre, todo lo he visto en rojo.

Soy un tipo pragmático, normalmente cálculo las cosas antes de hacerlas. Pero perdí el control y no hay otra manera de decirlo. Mi madre es sagrada, las mujeres lo son. Nadie debe sentirse con el derecho de pegarle a un ser querido. Las personas no son propiedad de nadie, ni siquiera un hijo es propiedad de su padre.

—Golpeó a mi madre. —Confieso y me tomo todo el líquido ambarino que está en la copa de un solo trago. —La golpeó y le dejó moretones. Le vi y no pude pensar en nada más.

—¿De qué estás hablando? —Timotheo me arrebata la botella de Macallan y se sirve un trago. —¿Qué me estás diciendo?

—Tú me escuchaste, Tim. —Nos miramos a los ojos con sus ojos verdes oscurecidos por el fuego de la rabia que se está sintiendo ahora mismo. —Él no merece estar vivió. Y te juro que de no haber sido por ese policía que me detuvo, ahora mismo seria otra historia la que estaríamos contando.

Timotheo adora a mi madre y yo. En cierta ocasión sentí que era la mejor mujer del mundo, pero ahora me doy cuenta de que siempre estuvo bajo la influencia de mi padre, siempre haciendo lo que él deseaba para obtener un beneficio, sin importar si nosotros dos, su esposa y su único hijo, terminábamos en el infierno a causa de sus acciones.

Nos sentamos uno frente al otro y agacho la cabeza, pasa la mano por mi rostro. Estoy que estallo de la rabia, mis manos sudan y tiemblan al mismo tiempo. Rasco mi cabeza y vuelvo a tomar del whisky.

—No sé qué diablos hacer. — confieso con voz ronca.

—Le diste una buena paliza, Ernest. —Dice mientras de un maletín saca una serie de documentos. —Le pegaste tan fuerte que ahora tiene contusiones en su cabeza.

—Por mí puede morirse el muy desgraciado. —confieso sin dudar ni un segundo.

No son ni siquiera las seis de la tarde y estoy como la mierda.

Estoy en el apartamento de Tim, me vine aquí porque estoy escapando de todo el que conozca mi dirección. No puedo permitir que los periodistas lleguen a mi casa. Tal parece que se han filtrado fotografías de la paliza que le he dado a mi padre ayer.

La tarde anterior, mientras Timotheo me sacaba de la cárcel y pagaba la fianza, lo único en lo que podía pensar era en volver a pegarle a mi padre. Pero el estaba en el hospital, y estoy seguro de que le estaba pagando a tipejos para que le protegieran.

Hablé con mi madre nada más salir, le pedí no volver a recibir a ese hombre en su vida.

Espero que esta vez me haga caso.

—La empresa quiere desligarse de tus inconvenientes personales con tu padre.

—Soy el dueño de la empresa.

—Eres un accionista mayoritario, eres quien la dirige en conjunto con otras personas que no quieren perder su dinero por tus acciones impulsivas. —Aunque Timotheo es mi primo, mi hermano, estoy seguro de que está haciendo su trabajo y que lo que quiere es lo mejor para la empresa.

Un hijo para mi jefe - SERIE JEFES ENAMORADOS libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora