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Bradley cierra la puerta de su habitación después de que Max pase. Este último se queda impresionado de encontrar un dormitorio tan ordenado, aunque era de esperarlo viniendo de Bradley.

—Sería una pena desordenar un poco esto —dice Max, mientras las yemas de sus dedos acarician la madera de su escritorio.

Sus dedos bailan sobre sus libros y alrededor de los lápices hasta que tira uno a uno sin pudor.

—¿¡Qué crees que haces!? —grita Bradley enfadado, agachándose a recoger sus lápices.

Max por primera vez lo mira desde un punto más alto y sería una mentira si dijera que no le fascina verlo de rodillas frente a él. Estira su mano y lo toma de la barbilla, lo que pone en obviedad lo nervioso que está Bradley.

—¿Qué haces? —pregunta Bradley en voz baja.

—¿Te gusta estar así?

—... N-No.

—¿Y por qué tan nervioso, Brad?

El nombrado se pone de pie y sacude sus pantalones, poniendo nuevamente sus lápices sobre su escritorio.

Max se sienta en la cama y se asoma a ver por la ventana. Debe admitir que Bradley tiene una buena vista desde allí. Cierra las cortinas y se voltea nuevamente hacia Bradley.

—¿Hace cuánto terminaste con Tanque?

—No te importa.

—Solo quiero saber cuánto tiempo llevas solo. ¿Fui el último chico al que besaste?

—Lo dices cómo si tuviera mucho por elegir.

—¿Es un sí?

—Fue literalmente ayer. No me beso con cualquier extraño que se me ponga al frente.

Max sonríe y desvía su mirada hacia la puerta por un momento antes de volver a mirar al contrario.

—¿Por qué no te sientas? ¿No te cansas de estar parado todo el tiempo?

—¿No te cansas de tenerla parada todo el tiempo?

Max se ríe y tira su cabeza hacia atrás.

—No soy estúpido, Max. Sé tus intenciones. Sé porqué querías venir aquí.

—Y aún así aceptaste.

Bradley se cruza de brazos y mira hacia otro lado. Mierda. No quería ponerse nervioso, pero Max no colaboraba mucho.

—¿Y bien, Brad?

—¿Qué?

—¿Qué quieres?

—Vete ahora.

—¿Estás seguro?

Asiente con la cabeza.

Max se levanta lentamente de la cama y camina con la misma lentitud hacia la puerta. Antes de que pueda abrirla, Bradley lo toma del hombro, obligándolo a voltearse y lo besa con desespero. Max corresponde al instante y lo toma de la cintura con ambas manos.

Camina lentamente hasta que Bradley choca con su cama y cae sobre esta. Max se coloca encima suyo y le sujeta las manos sobre la cabeza mientras lo sigue besando. Cuando se separa del beso escucha a Bradley jadear a la vez que se sonroja.

Max vuelve a juntar sus labios. Sus lenguas juegan de forma traviesa. Se siente tan cálida su lengua cuando toca la suya. Le sorprende lo hábil que es y no puede dejar de imaginar que Bradley hacia lo mismo con Tanque.

Una de sus manos se mete bajo la camisa de Bradley, acaricia su abdomen luego su cintura hasta que sube hacia sus pezones. Cuando toca uno, rápidamente Bradley se mueve.

—¿No te gusta?

—Solo continúa.

—A su servicio, lindo.

Bradley rueda los ojos al escuchar ese apodo. La piel se le eriza con su tacto. Sus manos están tan calientes y le da un cosquilleo cada vez que las uñas de Max acarician su piel. La ropa comienza a ser molesta y asfixiante. Max parece darse cuenta de ello, porque deja de sujetarle las manos para quitarle su suéter y su camisa para luego quitarse la camiseta.

Max tiene un cuerpo un poco trabajado para ser tan delgado. Su abdomen está ligeramente marcado probablemente por todo lo que entrena.

Vuelve a besarlo solo que ahora sus besos van bajando poco a poco. Primero por todo su cuello. Le encanta sentir su respiración chocar contra su piel. Sus manos acarician la espalda de Max, mientras este sigue bajando cada vez más y más.

No sabe cómo va a verle la cara después de esto. Se siente tan expuesto tan sensible por sus toques. Intenta acallar sus gemidos porque no quiere mostrar todo lo que provoca en él.

Ahora sus besos vuelven a subir hasta su cuello y no puede evitar jadear cuando Max empieza a succionar su piel para dejarle un chupeton.

Bradley lo empuja y el contrario solo ríe.

—No hagas eso.

—Es para que no te olvides de esto mañana y recuerdes todos los días hasta que desaparezca lo bien que te  hice sentir este día.

—Ni lo haces tan bien, novato.

—¿En serio?

Max lame uno de sus pezones de forma tan inesperada que Bradley no tiene tiempo para callar sus gemidos.

—¿Decías? Mierda, no me imaginaba que fueras tan sensible.

—Habla el que lleva media hora con el pene parado.

—¿Y tú no?

Max le quita el cinturón y baja de un tiro el pantalón la ropa interior del más alto. Bradley intenta esconder su erección con su mano. Aquello ya estaba yendo más lejos de lo que imaginaba. Max toma su mano y la quita para tocar su miembro. Arquea su espalda apenas siente la mano de Max subir y bajar por toda su longitud. Max se acomoda y le abre las piernas. Ya no puede más. Siente sus mejillas tan calientes que siente que va a explotar. Se ha vuelto un mar de gemidos incontrolables. Le preocupa que alguien pueda oírlos y hacerlo aún más vergonzoso.

—Max —gime por lo bajo.

—¿Qué pasa, Brad? ¿Ya vas a correrte?

—¿Por qué estás haciendo esto?

Inertia [Maxley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora