CAPÍTULO 28 * Violeta*

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No había entrado muchas veces a esa casa, pero lo hice las suficientes para saber donde vivía. Sin pensarlo, llamé al timbre y unos largos segundos después abrió la puerta. Estaba recién levantado, se notaba, entré sin pedir permiso e ignoré el echo de que eran las cuatro de la tarde y él estaba recién levantado.
-Hija….
-¿Qué has comido?- pregunté sin rodeos.
-Nada- dijo apenado.
-Vale, pues siéntate y espera a que intente cocinar algo.
El dijo algo que yo ignoré y me aproximé a la cocina. Estaba todo demasiado sucio, los vasos sin limpiar y poca comida entre la que elegir. Aún así, puse unos macarrones a cocer y mientras, intenté adecentar la cocina.
Llevé los dos platos a la mesa, junto con una caja de tomate frito empezado y una lata de atún para repartir entre ambos. Él me miraba serio desde el sofá.
-Desde que se fue, no has limpiado absolutamente nada, ¿verdad?
Él asintió lentamente llevando una cuchara de macarrones a la boca.
Decidí tener la comida en paz así que aproveché mi salida sin éxito a la cocina a por algo de postre.
-¿Qué has comido todo este tiempo?
Sus ojos cargados de grandes ojeras me recibieron junto a su barba jamás vista ante mis ojos.
-A veces en algún bar…
Un silencio se apoderó durante unos segundos de nosotros.
-¿Cuánto quieres?- pregunté segura.
-¿A qué te refieres?- alzó la vista de la mesa.
-¿Cuánto dinero quieres para que dejes a mi madre en paz?
-Tú no deberías saber eso.
-Y tú no deberías entrar en la casa de la persona que más favores te ha echo, para robar dinero.
Volvió a mirar a la mesa.
-Perdón..
-¿Cuánto?, cuándo vuelva el fin de semana que viene te lo daré.
Obtuve silencio como respuesta.
-Te daré gran parte de mis ahorros, solo con una condición-informé-.Que todo el dinero vaya destinado a un centro de desintoxicación.
Jaime comenzó a llorar.
-Violeta, yo… todo se me ha venido encima y…
-Y la única solución era arruinarte aún más la vida a tí y a los que te rodean, ¿verdad?
Me dolía verlo así, joder que si me dolía. A fin de cuentas, era mi padre.
-¿Cuántas veces le has pedido dinero a mi madre?
-Demasiadas.
-Ya…- me levanté de la silla-. Esta noche me voy a quedar aquí, mañana vendré desde bien temprano  a ayudarte a limpiar todo. Más te vale no acostarte tarde.
-No hace falta…
-Tienes otro plato de macarrones en la cocina para cenar- dije en la puerta antes de salir-. Ahora, voy a resolver más cosas.
Cerré la puerta y fui directa a la casa de Hugo.

Blanca abrió la puerta con una tez blanca, una cara extremadamente delgada y una sonrisa pura. Estuve unos segundos en la puerta observándola hasta que me acerqué a ella hasta apretarnos en un gran abrazo llenos de lágrimas.
-Blanqui…
-Vio, hija- me miró-.Lo siento tanto..
-No sientas nada- observé sus ojos-.Te quiero.
-Y yo- nos volvimos a abrazar.
-¿Y Hugo?
-Arriba, en su habitación.
-Me lo voy a llevar a casa. ¿te importa?
Una luz alumbró sus ojos.
-Habéis…¿habéis vuelto?
Me sorprendió su pregunta.
-No, no… vamos a ver una película con Aura.
-Ah, ya- se aclaró la garganta-. Lo necesita.
Asentí y tras saludar a Mael que estaba leyendo “El faro de mi oscuridad”, subí a su cuarto.
-Hugo- toqué a la puerta.
No sonaba nadie. Nadie abría la puerta, así que decidí abrirla yo misma poco a poco.La habitación estaba oscura y desordenada, apenas alumbrada por la luz que entraba por las rendijas de las persianas. La suficiente luz como para mostrarme a Hugo dormido.
Me acerqué lentamente hasta sentarme a su lado. Su nariz recta, su pelo desordenado, sus ojos llenos de ojeras…
Bajé las escaleras y tras despedirme de Blanca y Mael, me marché dejando un mensaje.
“Huguito, he estado en tu casa.
Vente a casa para cenar, podemos ver una peli ;)”
****
Mamá y yo sosteníamos un plato lleno de puré de calabacín que yo misma había cocinado por ser el favorito de Hugo, dejando un poco “sobrante” por si venía visita.
Acabamos de sentarnos en el sofá cuando sonó el timbre. Me levanté demasiado contenta y ví a Hugo que esperaba bajo la luz de una farola, con el pelo especialmente alborotado, la noche rodeándolo y una bolsa llena de lo que después supimos que era jamón y lomo ya cortado.
Casi en silencio, le serví el puré, nos sentamos en el sofá y encendimos la tele en busca de alguna película.
-¿Podemos ver Mamma Mia?- preguntó Hugo.
La favorita de Blanca.
La pusimos y con el viento que entraba por el cristal roto, cenamos viendo Mamma Mia.A pesar de que aveces nos teníamos que ignorar las lágrimas que se deslizaban por nosotros cuando sonó “Slipping through my fingers”.

Contigo, siempre ContigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora