La vida al fin y al cabo, supongo que consiste en eso;subidas y bajadas incontrolables que hacen que la vida sea un poco más inesperada, sentida, emocionante. Hace que la vida sea vida. Yo esas subidas y bajadas me las imaginaba como un pulsómetro cuyos ascensos y descensos son una serie de líneas irregulares, que su encanto está en las personas que lo saben entender. Las líneas de los pulsómetros las sabrán apreciar los médicos y el pulsómetro de la vida, las personas optimistas.
Yo siempre me he considerado optimista, siempre he sabido encontrar el lado bueno hasta en los puntos más bajos de mi vida, como cuando se dió a cabo el “adiós” entre Violeta y yo. Pero en ese momento de mi vida, a pesar de mi optimismo, se estaba yendo lentamente mi madre. De cierta forma, casi estamos superando ya el duelo, el duelo de saber que tu madre se puede ir en cualquier momento. Eso se supone que es algo que todos sabemos, una parte de la teoría que todos conocemos, pero hasta que no lo ponemos en práctica, no somos conscientes de lo felices que hemos sido. Ya no recordaba como me sabía la comida de mamá cuando no pasaba por mi mente el comentario de “puede ser la última”. Ya no recuerdo cómo era papá en su día a día sin tener ese miedo que cruzaba por sus ojos como un recordatorio de “se va el amor de tu vida y estas desperdiciando el tiempo”.Pero supongo que el ser humano somos así de idiotas y conformistas, y hasta que no aparece una enfermedad con la muerte agarrada de la mano, no empezamos a vivir.La ironía, tenemos una vida y no la apreciamos hasta perderla.
Mis días fueron pasando y con ellos los de mis padres pero ahora no existían excusas para no responder al móvil, ahora incluso lo hacía yo primero. Todos los fines de semana estaba en el pueblo, conmigo Violeta. Mi gran pilar, mi hombro en el que llorar, ya recordaba porque era mi mejor amiga y una parte de mí que intentaba ignorar, también entendía porque había estado enamorado de ella.Pasábamos los fines de semana juntos, distribuyendo el tiempo entre Blanca, Aura, Mael, Javier y nosotros.
Los transmites de Javier iban de perlas y al parecer las visitas de Violeta le iban como anillo al dedo.Como para no, era Vio. Blanca iba de médico en médico y cada vez más cansada, pero supimos hacer todas las aventuras que quisimos cuando ella podía. Mael estaba todo el día con Blanca intentando sacar jugo de cada momento pero cuando llegábamos nosotros, cocinabamos juntos o charlabamos sin parar. A veces una risa de verdad se escuchaba en estas conversaciones.En casa de Aura pasábamos largas horas viendo películas o jugando a juegos de mesas. Alguna noche hasta llegamos a dormir en la misma cama u habitación.
¿Que sí me seguía gustando? La duda ofende. Me gustaba cada detalle de ella, la madurez que había desarrollado con el tiempo y… toda ella. Vio me gustaba, mucho, demasiado. Y supongo que eso hizo todo más ameno. Nos contábamos todo como en los viejos tiempos y de alguna forma, el Hugo y Vio de siete años empezaron a florecer de nuevo.
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Contigo, siempre Contigo
Teen FictionVioleta y Hugo se han criado juntos, como hermanos. Pero Violeta siente algo más.