Capitulo 1

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Capítulo 1: La Noche de la Tormenta

La lluvia golpeaba las ventanas de la ciudad con una ferocidad inusual aquella noche. En un apartamento modesto en el corazón urbano, Alex Montero observaba absorto cómo los relámpagos iluminaban brevemente el oscuro paisaje urbano. El sonido de la tormenta resonaba en sus oídos, un eco sordo que parecía en sintonía con la tormenta emocional que bullía dentro de él.

Alex apoyó la cabeza contra el respaldo de su silla, perdido en pensamientos turbios. Sus ojos se deslizaron una vez más hacia la estantería repleta de libros, donde las obras de Gabriel León ocupaban un lugar prominente. Durante años, esas historias habían sido su refugio, su consuelo y su obsesión. Pero últimamente, algo había cambiado.

La última novela de León había sido un golpe devastador para Alex. Las expectativas que había construido a lo largo de los años se habían desmoronado con un final predecible y desalentador. La decepción se había convertido en una angustia insoportable, una sensación de traición por parte del autor que tanto admiraba.

Alex se paseó por la habitación, sus pasos resonando en el suelo de madera. En la mesa del centro, yacía abierta la última novela de Gabriel León, marcada en páginas que ahora parecían casi acusadoras. "¿Cómo has podido hacerme esto?", murmuró Alex en voz baja, sintiendo la ira y la frustración burbujeando en su interior.

Con manos temblorosas, Alex tomó un bolígrafo y comenzó a hojear el libro. Anotaciones críticas salpicaban las páginas, marcando los lugares donde la trama había fallado, donde los personajes habían carecido de profundidad. Era como si estuviera tratando de arreglar algo que ya estaba roto, de rescatar la obra de su ídolo de la mediocridad que él sentía que había caído.

La idea se sembró en su mente como una semilla oscura y persistente. Si Gabriel León no podía recuperar su gloria por sí mismo, entonces Alex tendría que hacerlo por él.

La noche se deslizó lentamente hacia las primeras horas de la madrugada mientras Alex trazaba un plan meticuloso. Sabía exactamente qué debía hacer. Tenía que confrontar a Gabriel León, enfrentarlo a la verdad de su propia decadencia literaria. Solo entonces, pensó Alex, podrían las cosas volver a ser como antes.

Sin darse cuenta, Alex había cruzado una línea invisible, pasando de la admiración a la obsesión, de la devoción a la desesperación. Y esa noche, bajo el rugido de la tormenta, comenzó a trazar el camino que lo llevaría a la oscuridad de su propia creación.

Gabriel León se despertó con un sobresalto. La oscuridad envolvía su habitación y el sonido de la lluvia golpeando las ventanas era la única compañía en la noche tormentosa. Miró el reloj en la mesita de noche: las 2:45 a.m. Sentía un sudor frío recorriendo su espalda. Había tenido otra pesadilla, una más en la larga serie de sueños perturbadores que lo habían atormentado durante los últimos meses.

Se levantó de la cama, decidido a ahuyentar los fantasmas que lo perseguían. Caminó hasta su estudio, un santuario literario con estanterías repletas de libros y manuscritos. Encendió una lámpara de escritorio, su luz cálida proyectando sombras inquietantes en las paredes. Sus ojos se posaron en el borrador de su último trabajo, aún sin terminar. La presión de entregar otro éxito lo estaba consumiendo.

Mientras Gabriel se sentaba y contemplaba las páginas en blanco, en otro rincón de la ciudad, Alex Montero se encontraba en su pequeño apartamento, con la mirada fija en la foto de Gabriel que había recortado de una revista. La admiración que sentía por él había evolucionado en algo más oscuro y retorcido. Ya no era suficiente con leer sus libros; ahora sentía que debía hacer algo para restaurar la grandeza de su ídolo.

Seis Meses Antes

Gabriel León entró en la oficina de su editora, Carolina "Caro" Vidal, con una sensación de ansiedad que no podía sacudirse. Había recibido una invitación para una reunión urgente y no tenía idea de qué esperar. Caro lo saludó con una sonrisa, pero él podía ver la preocupación en sus ojos.

—Gabriel, gracias por venir —dijo Caro, señalando una silla frente a su escritorio—. Tenemos que hablar sobre tu próximo libro.

Gabriel asintió, sintiéndose como un estudiante en la oficina del director. Caro era más que su editora; era una amiga y mentora que había estado con él desde el principio. Sabía que si ella estaba preocupada, había motivos para estarlo.

—He estado revisando el borrador —continuó Caro—. Y aunque tiene momentos brillantes, siento que le falta algo. Los últimos capítulos no tienen el mismo impacto que tus trabajos anteriores.

Gabriel sintió una punzada de frustración. Había trabajado incansablemente en ese libro, pero parecía que no podía alcanzar el mismo nivel de antes. Las palabras de Caro eran una confirmación de sus propios miedos.

—Sé que estás pasando por un momento difícil —dijo Caro con suavidad—. Pero necesito que vuelvas a encontrar esa chispa. Los lectores esperan mucho de ti.

Gabriel asintió en silencio, sintiendo el peso de las expectativas sobre sus hombros. Prometió trabajar más duro, pero en el fondo, se preguntaba si alguna vez volvería a ser el mismo escritor que había sido.

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