Capítulo 27: La Búsqueda de Roberto
Roberto Hernández no podía sacarse de la cabeza la preocupación por Lucía Montero. Algo en su desaparición y el silencio prolongado no cuadraba. Como amigo y abogado de Alex, sabía que era crucial seguir cada pista hasta el final. Su visita a la cárcel le había dado nuevas motivaciones para investigar más a fondo, y decidió empezar por la editorial donde Lucía había estado investigando antes de desaparecer.
La editorial de Gabriel Delacroix, situada en un elegante edificio del centro de la ciudad, era un lugar que Roberto conocía bien. Había estado allí varias veces, pero ahora el lugar tenía un aura diferente, más oscura. Al entrar, fue recibido por un ambiente inquietantemente tranquilo. Los empleados trabajaban en sus escritorios, pero la tensión era palpable.
Roberto se acercó a la recepcionista y preguntó por Carolina Vidal, la editora. La noticia de su asesinato había impactado a todos, y Roberto esperaba obtener alguna información sobre Lucía.
—Lamento mucho lo de la señorita Vidal —dijo Roberto con voz seria—. Estoy buscando a Lucía Montero. Creo que estuvo aquí hace poco investigando algo sobre Gabriel Delacroix. ¿Podría ayudarme?
La recepcionista lo miró con una mezcla de tristeza y confusión. —Lucía... Sí, ella estuvo aquí. Pero no la he visto desde hace días. Quizás podrías hablar con Adrián Morales. Él es uno de los editores y podría saber más.
Roberto agradeció a la recepcionista y se dirigió a la oficina de Adrián Morales. Golpeó la puerta y esperó a que una voz desde dentro lo invitara a pasar. Al entrar, se encontró con Adrián y Julien, quienes lo recibieron con sonrisas tensas.
—Roberto, qué sorpresa verte por aquí —dijo Adrián, tratando de sonar casual—. ¿En qué podemos ayudarte?
Roberto sintió una extraña sensación de incomodidad al mirar a los dos hombres. Algo en sus expresiones le decía que estaban ocultando algo. Sin embargo, decidió seguir con su plan.
—Estoy buscando a Lucía Montero —dijo Roberto, observando cuidadosamente las reacciones de Adrián y Julien—. Me preocupa que algo le haya pasado. Ella estuvo investigando aquí y ha desaparecido.
Adrián intercambió una rápida mirada con Julien antes de responder. —Sí, Lucía estuvo por aquí. Pero no hemos sabido nada de ella desde entonces. Es posible que haya continuado su investigación en otro lugar.
La conversación continuó, pero Roberto no podía quitarse la sensación de que había algo más. Decidió probar suerte con una pequeña mentira para ver cómo reaccionaban.
—Es curioso, porque alguien me dijo que la vieron cerca del sótano. Pensé que quizás podríamos echar un vistazo allí, por si acaso.
Las expresiones de Adrián y Julien cambiaron sutilmente. Había una chispa de pánico en sus ojos, aunque intentaron disimularlo.
—El sótano es solo un almacén —dijo Julien rápidamente—. No creo que encuentres nada allí, pero podemos mostrarte si insistes.
Roberto asintió, decidido a seguir su instinto. —Sí, por favor. Me sentiré más tranquilo si revisamos todos los lugares posibles.
Adrián se levantó con una sonrisa forzada y guió a Roberto hacia el sótano. Julien los siguió de cerca, su nerviosismo cada vez más evidente.
Al llegar al sótano, Roberto notó que la atmósfera era aún más inquietante. Las paredes de ladrillo y el suelo polvoriento le daban un aire siniestro. Observó cada rincón mientras Adrián y Julien lo vigilaban de cerca.
De repente, Roberto vio una puerta semioculta al final del pasillo. Su intuición le dijo que esa era la clave. Se acercó a la puerta y la abrió, encontrando a Lucía atada a una silla, con expresión de alivio y miedo al mismo tiempo.
—¡Lucía! —exclamó Roberto, corriendo hacia ella para liberarla.
Pero antes de que pudiera soltar las ataduras, sintió un golpe fuerte en la cabeza. La habitación giró a su alrededor y cayó al suelo, desorientado. Adrián y Julien estaban sobre él, y la frialdad en sus ojos le decía que no había vuelta atrás.
Julien, con una expresión de determinación, sacó un cuchillo y lo levantó hacia Roberto. —No podemos dejar que te vayas, Roberto. Sabes demasiado.
Roberto intentó luchar, pero el dolor y la confusión lo debilitaban. Antes de perder la conciencia, vio a Lucía tratando desesperadamente de liberarse y gritar por ayuda.
El cuchillo descendió, y Roberto sintió un dolor agudo que rápidamente se desvaneció en la oscuridad.
Adrián y Julien se miraron con una mezcla de alivio y horror. Habían cometido un nuevo crimen para proteger sus secretos. Lucía, atada y desesperada, comprendió que la situación era aún más peligrosa de lo que había imaginado. La muerte de Roberto era una advertencia clara de lo lejos que estaban dispuestos a llegar para mantener sus oscuros secretos ocultos.
Mientras la sombra de la muerte se cernía sobre la editorial, la lucha por la verdad se volvía más intensa y peligrosa. Lucía debía encontrar una manera de escapar y exponer a los verdaderos culpables, antes de que ellos la silenciaran para siempre.
Adrián y Julien se quedaron en silencio, con el cuerpo inerte de Roberto a sus pies. La gravedad de lo que habían hecho comenzaba a asentarse, pero sabían que no había tiempo para lamentaciones. Debían actuar rápidamente para ocultar cualquier rastro de su crimen.
—Tenemos que deshacernos del cuerpo antes de que alguien se dé cuenta —dijo Adrián, su voz temblando ligeramente.
Julien asintió, aunque su rostro estaba pálido. —Lo llevaremos al callejón detrás de la editorial. Nadie suele pasar por allí de noche.
Adrián asintió y comenzaron a moverse con rapidez. Primero, limpiaron la sangre que había salpicado el suelo del sótano, usando trapos y productos de limpieza que encontraron en un armario cercano. Luego, envolvieron el cuerpo de Roberto en una lona para evitar dejar rastros de sangre mientras lo transportaban.
Lucía observaba con horror, tratando de mantener la calma y pensando frenéticamente en alguna forma de escapar. Sus captores estaban demasiado ocupados para prestarle atención en ese momento, pero sabía que debía ser cuidadosa y esperar el momento adecuado.
Adrián y Julien levantaron el cuerpo de Roberto con esfuerzo y lo llevaron por el pasillo hasta una salida trasera del edificio. Era una ruta que utilizaban pocas veces, pero que en ese momento resultaba perfecta para sus propósitos.
El callejón estaba oscuro y desierto. El sonido de sus pasos resonaba en las paredes mientras avanzaban. Encontraron un contenedor de basura grande y, tras asegurarse de que no había nadie cerca, abrieron la tapa y colocaron el cuerpo de Roberto dentro.
—Esto debería darnos algo de tiempo —dijo Adrián, cerrando la tapa del contenedor con fuerza—. Pero necesitamos pensar en un plan a largo plazo.
Julien asintió, su rostro aún reflejando la tensión del momento. —Tenemos que asegurarnos de que Lucía no tenga oportunidad de escapar. Y debemos encontrar una coartada para cuando la policía comience a hacer preguntas.
De regreso en la editorial, Adrián y Julien se tomaron un momento para recomponerse. Sabían que cada minuto contaba y que debían actuar con calma y precisión para evitar sospechas. Antes de volver al sótano, se aseguraron de que no hubiera señales evidentes de lo que había ocurrido.
Cuando entraron nuevamente al sótano, encontraron a Lucía mirándolos con una mezcla de miedo y desafío.
—No vas a salir de aquí —dijo Adrián con voz firme—. Y si intentas algo, acabarás igual que Roberto.
Lucía los miró con determinación, pero permaneció en silencio. Sabía que sus oportunidades de escapar eran limitadas, pero no estaba dispuesta a rendirse.

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El Lector
Gizem / GerilimGabriel león es un renombrado autor de thriller psicológico, admirado por millones de seguidores.Pero acosado por la presión de mantener su reputación. Su ultima novela ha dejado insatisfechos a críticos y lectores, sumergiéndolos en una espiral de...