capitulo 25

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capitulo 25 : l El Sótano Oscuro


El sótano de la editorial era un lugar sombrío y claustrofóbico, apartado de la vista y alejado del bullicio de las oficinas. Aunque a simple vista el edificio parecía moderno y elegante, el sótano contaba con un aspecto anticuado y descuidado. Las paredes de ladrillo eran frías al tacto, y el suelo estaba cubierto por una capa de polvo y telarañas. El único mobiliario en la sala era una mesa metálica y algunas cajas apiladas en las esquinas.

Lucía Montero se encontraba atada a una silla, en el centro de esta sombría habitación. La cuerda que la mantenía atada era gruesa y resistente, y la oscuridad que la rodeaba hacía que el ambiente fuera aún más opresivo. La única fuente de luz era una bombilla de luz tenue colgando del techo, parpadeando de manera intermitente.


Adrián Morales y Julien Dubois habían decidido que el sótano era el lugar ideal para mantener a Lucía bajo control, lejos de miradas curiosas y con pocas posibilidades de escape. Habían revisado minuciosamente cada rincón para asegurarse de que no hubiera ninguna posibilidad de que ella pudiera salir sin su ayuda.

—Es crucial que mantengamos todo bajo control. No podemos permitir que descubra demasiado —dijo Adrián, mientras revisaba algunos documentos en la mesa cerca de Lucía.

Julien, visiblemente inquieto, se movía nervioso por la habitación, lanzando miradas ocasionales hacia Lucía. —No me gusta cómo está esto. Si alguien descubre que está aquí, estamos en problemas. Tenemos que hacer que se mantenga callada.

Lucía, con una expresión de furia y determinación, trataba de no mostrar signos de desesperación. Había estado escuchando las conversaciones de sus secuestradores y sabía que debía encontrar una forma de escapar, pero también debía descubrir más sobre los secretos que estaban ocultando.

Adrián se acercó a Lucía con una sonrisa fría. —Mira, Lucía, esta es tu última oportunidad para abandonar la investigación. Gabriel Delacroix tenía enemigos poderosos, y tú estás en el medio de todo esto. No queremos hacerte daño, pero si sigues investigando, no habrá manera de evitar las consecuencias.

Lucía levantó la vista hacia él con desdén. —No tengo miedo de ustedes. La verdad tiene que salir a la luz, y voy a hacer todo lo posible para que así sea. Mi hermano es inocente, y ustedes no me detendrán.

Julien, que estaba mirando a Adrián con creciente preocupación, intervino. —¿Y si intenta escapar? No podemos permitirnos que nos descubran.

Mientras Adrián y Julien discutían cómo mantener a Lucía bajo control, ella observaba atentamente cada detalle. Sabía que su única oportunidad de escape era usar su ingenio para encontrar un fallo en su prisión.

Utilizando los momentos en que los secuestradores estaban distraídos, Lucía comenzó a trabajar en sus ataduras. Sus movimientos eran lentos y calculados, evitando hacer ruido que pudiera alertar a Adrián o Julien. La cuerda estaba ajustada alrededor de sus muñecas, pero al moverse de una manera cuidadosa, pudo aflojarla poco a poco.

Los minutos se convirtieron en horas mientras Lucía seguía luchando con sus ataduras. La presión y el miedo aumentaban con cada sonido de pasos en el pasillo y cada vez que la puerta se abría. La tensión en el sótano se podía cortar con un cuchillo.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Lucía logró liberarse de sus ataduras. Se levantó cuidadosamente, tratando de no hacer ruido, y comenzó a buscar una salida. El sótano no tenía ventanas, pero había una puerta al final del pasillo que parecía llevar hacia el exterior.

Mientras Lucía se movía con sigilo hacia la puerta, Adrián y Julien estaban ocupados con una discusión acalorada sobre cómo manejar la situación.

—No podemos seguir así. La policía podría empezar a buscar en cualquier momento —dijo Julien, su nerviosismo evidente.

Adrián frunció el ceño, sus pensamientos claramente en conflicto. —Lo sé. Pero tenemos que mantener la calma. La última cosa que necesitamos ahora es que alguien nos descubra.

Lucía aprovechó el momento de distracción. Se acercó a la puerta, que estaba apenas entreabierta, y con un esfuerzo máximo la empujó lentamente. La puerta chirrió suavemente, pero no lo suficiente como para alertar a los secuestradores.

Con el corazón latiendo con fuerza, Lucía salió del sótano y se encontró en un pasillo oscuro. Se dirigió rápidamente hacia la salida, sabiendo que debía actuar con rapidez. La sensación de peligro la impulsaba a moverse más rápido, y con cada paso, el miedo y la adrenalina se entremezclaban en su mente.

Finalmente, logró llegar a una salida de emergencia que llevaba al exterior de la editorial. El aire fresco le dio un breve respiro, pero no había tiempo que perder.

Adrián Morales estaba revisando los documentos en su escritorio cuando notó un leve movimiento en la cámara de seguridad que estaba instalada en la oficina del sótano. La imagen mostraba una figura familiar, la de Lucía, moviéndose sigilosamente hacia la salida.

El rostro de Adrián palideció al reconocer a Lucía en las imágenes. Se levantó de un salto, mirando a Julien con una expresión de alarma.

—¡Lucía se está escapando! —exclamó Adrián, su voz llena de pánico.

Julien, que estaba en medio de una conversación sobre posibles rutas de escape, se giró bruscamente. —¿Qué? ¿Cómo es posible?

Adrián y Julien corrieron hacia el sótano, con el corazón acelerado. La situación había cambiado drásticamente, y ahora era una carrera contra el tiempo para evitar que Lucía se liberara. Adrián tomó un atajo por un pasillo lateral, mientras que Julien tomó la ruta directa hacia la salida de emergencia.

Lucía estaba a punto de abrir la puerta de salida cuando escuchó los pasos acelerados detrás de ella. Su corazón se hundió al darse cuenta de que la estaban persiguiendo. Aceleró el paso, pero el sonido de los pasos se acercaba rápidamente.


Justo cuando Lucía estaba a punto de alcanzar la salida de emergencia, sintió una mano fuerte agarrándola del brazo. Se volvió rápidamente, y allí estaban Adrián y Julien, con expresiones de furia y determinación.

—No puedes escapar tan fácilmente —dijo Adrián, su voz cargada de furia.

Lucía intentó zafarse, pero Julien, con una fuerza inesperada, la inmovilizó. Adrián se acercó con una mirada amenazante, y Lucía sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¡Déjame ir! —gritó Lucía, luchando contra el agarre de Julien.

 Ahora, vamos a tener que reforzar la seguridad. No podemos permitirnos que nos arriesguemos más. 

Julien, con un esfuerzo, volvió a atar a Lucía a la silla en el sótano. El rostro de Lucía reflejaba una mezcla de rabia y desesperación mientras veía cómo sus intentos de escape se desmoronaban.

—No tienes idea de en qué te has metido —dijo Adrián, su tono gélido—. Ahora, tendrás que enfrentarte a las consecuencias. Esta vez, no habrá más oportunidades.

Lucía se sentó en la silla, sintiendo la desesperanza apoderarse de ella. Sabía que debía encontrar otra forma de escapar y que el tiempo se estaba acabando. Sus pensamientos se volvieron hacia su hermano Alex, aún en prisión, y el impacto que su captura tendría en él.

Adrián y Julien se retiraron del sótano, dejando a Lucía sola en la oscuridad. La sensación de derrota era abrumadora, pero Lucía no estaba dispuesta a rendirse. Mientras el sonido de los pasos se desvanecía, comenzó a pensar en nuevos planes, nuevas estrategias para escapar y asegurar que la verdad sobre el asesinato de Gabriel Delacroix saliera a la luz.

La situación había cambiado, y el tiempo estaba en su contra. Sin embargo, la determinación de Lucía seguía siendo fuerte, y su espíritu no se quebraría fácilmente. La lucha por la justicia se volvía cada vez más intensa, y Lucía estaba decidida a jugar su parte, sin importar los obstáculos.

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