CAPITULO 2

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La mañana siguiente amaneció gris y húmeda, con el eco persistente de la tormenta nocturna retumbando en las calles. En un elegante edificio de oficinas de la ciudad, Gabriel León se preparaba para otro día de rutina literaria. El escritor se sentía cansado, con ojeras marcadas bajo sus ojos cansados y la presión constante de las expectativas del mundo exterior pesando sobre él.

Desde su escritorio en la esquina de la habitación, Gabriel miraba el manuscrito incompleto de su próxima novela. Las palabras parecían estancadas en la pantalla del ordenador, una mera sombra de la creatividad que una vez había fluído tan libremente. La inspiración parecía haberse desvanecido como el vapor de la tormenta de la noche anterior.

Un golpe suave en la puerta interrumpió sus pensamientos. "Adelante", llamó Gabriel con voz cansada. Entró Carolina Vidal, su editora y confidente de confianza. Ella lo miró con una mezcla de preocupación y profesionalismo, sus ojos brillando con una determinación silenciosa.

"Gabriel, necesitamos hablar", comenzó Carolina, cerrando la puerta tras de sí. "Las ventas de la última novela han sido... decepcionantes, para decirlo suavemente. Los críticos están cuestionando tu habilidad para mantener la calidad que te hizo famoso".

Gabriel suspiró pesadamente, sintiendo el peso de las palabras de Carolina sobre sus hombros. Sabía que su última obra había sido un esfuerzo insuficiente, una sombra pálida de lo que una vez había sido capaz de crear. "Lo sé, Caro. Estoy haciendo todo lo posible, pero parece que he perdido el toque".

Carolina se acercó y puso una mano reconfortante sobre el hombro de Gabriel. "Tienes talento, Gabriel. Solo necesitas recuperar tu pasión por la escritura. Tal vez sea hora de dar un paso atrás, encontrar la inspiración de nuevo".

Gabriel asintió lentamente, agradeciendo el apoyo sincero de su editora. "Lo intentaré", prometió con determinación, aunque en el fondo sabía que encontrar esa chispa perdida sería más difícil de lo que cualquiera de ellos podía imaginar.

Mientras Carolina se retiraba para dejar a Gabriel con sus pensamientos, el teléfono móvil de Gabriel vibró sobre la mesa. Miró la pantalla y frunció el ceño al ver un mensaje de texto de un número desconocido.

"Te estoy observando", decía el mensaje, seguido de un emoticono inquietantemente sonriente.

El corazón de Gabriel dio un vuelco. ¿Quién podría estar enviándole un mensaje tan perturbador? ¿Era algún fanático obsesionado, o tal vez solo una broma de mal gusto?

Antes de que pudiera procesar completamente la amenaza implícita del mensaje, el teléfono volvió a vibrar con otro texto: "Pronto nos encontraremos, Gabriel. Nos queda mucho por discutir".

La sensación de malestar creció dentro de Gabriel mientras contemplaba las palabras en la pantalla. Un escalofrío recorrió su espalda cuando se dio cuenta de que algo siniestro estaba a punto de pasar.

Mientras tanto, en un apartamento no muy lejos de allí, Alex Montero observaba desde la distancia, sus ojos fijos en el edificio donde Gabriel León se encontraba. La tormenta en su mente se había convertido en una tormenta física, y ahora, bajo la lluvia persistente, Alex se preparaba para el próximo paso en su misión obsesiva.

El destino de ambos hombres estaba entrelazado en una red oscura de pasión y peligro, y ninguno de ellos podría escapar de lo que estaba por venir.

Gabriel se levantó de su escritorio, incapaz de concentrarse en su manuscrito. Se dirigió a la ventana y miró la ciudad bajo la lluvia, tratando de aclarar su mente. Las palabras del mensaje aún resonaban en su cabeza, una amenaza velada que no podía ignorar.

Decidió salir a dar un paseo para despejarse. Tomó su abrigo y su paraguas, y salió a la calle, dejando atrás el calor sofocante de su oficina. Mientras caminaba, sus pensamientos volvían una y otra vez a los mensajes. ¿Quién podría estar observándolo? Y lo más importante, ¿por qué?

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