"Por fin soy la reina."
Murmuró Rosemond en su habitación, su cuerpo se sentía tan ligero como si estuviera caminando por las nubes.
"¡Finalmente, finalmente!"
"Su Majestad, cálmese, por favor. Su Majestad el Emperador estará aquí pronto."
Le advirtió Glara en un tono más burlón de lo normal.
Rosemond asintió con una expresión de felicidad.
"Cierto. Cierto."
Las visitas de Lucio se habían vuelto algo extremadamente raro, pero ya que esta era la primera noche que tendría Rosemond cómo reina, era obvio que él vendría a visitarla.
Rosemond movía los dedos con ansiedad.
Era como una chica que había experimentado el primer amor y todavía era demasiado pura para saber algo.
"Ahora solo necesito dar a luz a un príncipe."
"Sí, su Majestad."
Dijo Glara.
"Puedes tomarte tu tiempo. No hay nadie en todo el Imperio Mavinous que pueda detenerte. Eres la reina de este país y tu hijo será el nuevo Sol de Mavinous. ¿Qué te preocupa tanto?"
"No estoy preocupada, Glara. Es que no confío en su Majestad."
Dijo Rosemond con una sonrisa fría.
"No confío en él. Es tonto confiar en un hombre."
La expresión de Rosemond se volvió incluso más gélida.
"Y mucho menos si es un monarca."
"Pero... ¿No amas a su Majestad?"
Preguntó Glara-.
"¿Amar?"
Dijo Rosemond entre risas.
"Sí, Glara. Lo amo. A su Majestad, el hombre que ahora es mi esposo y que en un futuro será el padre de mi hijo."
"..."
"Pero, Glara, amo mucho más lo que él me ofrece. ¡Estatus, riqueza, poder! Cosas como esas."
"Sí..."
Glara no sabía cómo reaccionar, así que, simplemente se quedó mirando a Rosemond.
La dama de compañía de repente sintió lástima por el Emperador.
Parecía que realmente le gustaba la reina...
Glara salió de sus pensamientos cuando escuchó la voz de una criada desde afuera de la habitación.
"Su Majestad la Reina, su Majestad el Emperador ha llegado."
"¡Oh, Dios!"
Chilló Rosemond de forma tierna.
"Déjalo entrar. No puedes dejar a una persona importante esperando afuera."
"Sí, su Majestad."
La puerta se abrió y Lucio entró al mismo tiempo que Glara salía discretamente.
Rosemond estaba tan feliz de ver a Lucio en la habitación que abrió mucho sus brazos y lo abrazó.
"Su Majestad."
Dijo Rosemond mientras le tocaba el pecho con los dedos.
"Te extrañe, su Majestad."
"Yo también a ti, Rose."
"Todo fue tan increíble en la catedral."
Dijo Rosemond extasiada.
"Quise besarte en el mismo momento que te tuve entre mis brazos."
ESTÁS LEYENDO
Dama A Reina
FantasyHace mucho tiempo, vivieron un par de hermanas gemelas muy unidas. Aunque eran muy diferentes, su amistad complacía a sus padres y las dos hermanas siempre se cuidaban mucho mutuamente. Su pacífica rutina pronto comenzó a cambiar cuando la gemela ma...