Capítulo 24 ♤ El tiempo dirá

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Siempre dicen que para curar una herida hay que dejar que el tiempo pase, y muchos lo pueden interpretad de diferentes formas, pero la realidad de esa frase es que hay que dejar que el tiempo pase para acostumbrarnos a la idea de que nada es igual.

En los adentros de un rústico pueblo se encontraba una preciosa casa con una fachada hogareña y un jardín enorme donde un niño jugaba por las tardes cuando el sol pintaba los rosales de su hermoso color dorado.

Un hogar.

—¡James!— y una mamá con el tiempo encima que cuya única preocupación es que su hijo esté bien.

—¡Dime!

—No grites— lo reprende Beelz al mismo tiempo que le apaga la tele —ve a abrirle la puerta a tu tío

—Voy

Los años no pasaban en vano, James acababa de cumplir once años hace dos semanas y no había día que su madre no le contará sobre lo maravilloso que su padre fue.

—¡Hola campeón!— exclamó Aziraphale una vez se encontró con su adorado sobrino.

—¡Tío Azira! Que bueno que llegas, mi mamá no me aviso que vendrías

—Era sorpresa

—Vamos, pasa— el niño tomó a su tío del brazo y lo jaló hacia adentro empujando la puerta por detrás de él.

Conforme James crecía tenían que buscar diferentes lugares para vivir, todo a modo de que el niño pudiese vivir una vida normal y que su seguridad no se viese comprometida. A una hora de la ciudad se escondían a los ojos del mundo en un hermoso pueblo donde los ancianos retirados iban a vivir su jubilación, convirtiendo a James uno de los pocos niños que vivían ahí.

Aziraphale y Jim entraron a la cocina observando a Beelz entrar en crisis porque su horneado no quedaba como el del libro.

—Llegaste— dijo mirándolo rápidamente por el rabillo de su ojo —ayúdame a terminar esto

—¿Volviste a matar al pobre animal? ¿Qué se supone que es eso?— bromea mientras se acercaba y se arremangaba la camisa.

—No lo juzgues, ¿si?— habló jadeando por el esfuerzo de levantar la charola —Tuvo un día difícil— resopla dejando escapar un suspiro de alivio.

—¿Por qué, lo cazaste tu?

Los tres rieron al unísono dándole vida a las paredes de colores opacos que los rodeaban.

—Jim, ve a terminar tu tarea

—Sí— el niño se dio vuelta y salió de la cocina.

—¡Después sales a jugar! Al menos en lo que tú y yo terminamos de cocinar— menciona refiriéndose a ella y Aziraphale.

Aziraphale no le puso atención, observó a su sobrino desde la cocina, se sentó a la mesa y como buen niño aplicado comenzó con sus deberes, estaba tan concentrado que no notó que lo miraban, se parecía tanto a Gabriel cuando era pequeño, con esos ojos tiernos y su complexión grande.

—Es un buen niño— murmuró Beelz. —Saca buenas calificaciones, ayuda a los vecinos con las compras

—¿Para eso pidió la bicicleta?— cuestionó Aziraphale con emoción, Beelz asintió con una sonrisa efusiva, estaba orgullosa del niño que había críado.

—Va a la casa de los vecinos y les ayuda con la basura o va a comprar verduras

—Gabriel era igual— habló con nostalgia.

—¿Cómo está él?— Aziraphale giró la cabeza para mirarla a los ojos, se encogió de hombros y apretó los labios mientras buscaba las palabras correctas.

Obsesión y Lujuria {AziraCrow}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora