Capitulo 39: Gotham otra vez

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Despertó con un sobresalto, su respiración acelerada y su mente nublada. Estaba en una carreta en movimiento, el vaivén de las ruedas y el crujido de la madera llenaban el aire. Miró alrededor, desorientado. A su lado, Damian estaba conversando en voz baja con Maya.

El paisaje se deslizaba ante sus ojos, pero  no podía concentrarse en él; su atención estaba atrapada en el hecho de que, en lugar de su habitual traje de príncipe heredero, él estaba vistiendo un vestido sencillo, que parecía no encajar en absoluto con su identidad. El tejido era ligero y de un color verde apagado, adornado con bordados simples en las mangas. La incomodidad del vestido contrastaba con el ambiente informal de la carreta.

¿Por qué ahora era una chica?

El príncipe—o ahora princesa—parpadeó varias veces, tratando de procesar lo que sucedía. La textura suave del vestido en su piel y el aire fresco que entraba por los huecos de la carreta sólo acentuaban la confusión en su mente.

—¿Qué...? —murmuró, su voz más suave de lo que esperaba. Tocó su garganta con una mano temblorosa, sintiendo un pequeño nudo formarse. No era solo la apariencia lo que había cambiado, sino también la propia esencia de su ser.

Damian lo observaba con atención, como si estuviera esperando una reacción más fuerte, pero también como si supiera algo que su compañero ignoraba. Maya, a su lado, lo miraba con una leve sonrisa, sin sorpresa aparente.

 —Parece que despertaste justo a tiempo para ver cómo vamos a resolver esto—comentó. —Aunque debo decir que nunca había visto a un príncipe en un vestido.

—Calma —dijo Damian, inclinándose un poco hacia él—. Todo tiene una explicación.

—¿Qué explicación? —preguntó en un susurro entrecortado, sus ojos viajando entre Maya y Damian—. ¿Qué me pasó? ¿Por qué soy...?

Damian se cruzó de brazos, su mirada oscurecida por un destello de incomodidad. —Fue una prevención. Tu rostro servía para ser una linda chica, pero no podía decir sobre lo demás. Supongo que no esperabas que fuese así de... drástica —murmuró, lanzando una mirada rápida al vestido.

—Es temporal —agregó Maya suavemente, sin dejar de sonreír— La posición dura unas... 10 horas. 

La princesa parpadeó, incrédula, mientras la información se asentaba lentamente en su mente. —¿Diez horas? —repitió, su tono una mezcla de shock y resignación. La incomodidad del vestido parecía insignificante comparada con el hecho de que estaría en esa forma durante tanto tiempo.

—Diez horas —confirmó Damian, sin inmutarse. Su tono seguía siendo relajado, casi como si encontrara divertida la situación—. No parece tan mal, ¿o sí?

La mirada de la princesa se endureció, claramente molesta. —Para ti es fácil decirlo. No eres tú el que está... —hizo un gesto hacia su vestido, dejando la frase sin terminar—. ¿Prevención de qué?

Maya, aún con su sonrisa serena, intervino. —Una precaución mágica para evitar que cualquiera que intente seguirnos te reconozca. Es una técnica antigua, pero bastante eficaz. Nadie buscará al príncipe heredero de Metrópolis si no pueden identificarlo.

Jon suspiró y se recostó contra el borde de la carreta, tratando de procesar la información. El paisaje continuaba deslizándose a su alrededor, pero sus pensamientos estaban enfocados en la situación extraña en la que se encontraba. A pesar de la conversación, el dolor persistía en su cuerpo, una punzada constante que recordaba la batalla y el sacrificio.

Con un esfuerzo, levantó la vista y comenzó a revisar su cuerpo. Notó que estaba cubierto de vendas, algunas parcialmente ensangrentadas, pero todas apretadas de manera que ofrecían un alivio relativo al dolor. El cuidado y la atención que había recibido se hacían evidentes, y aunque el dolor seguía presente, el hecho de estar vendado era un pequeño consuelo.

Sangre real, destinos entrelazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora