Capitulo 26: Decisiones de un Príncipe

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Se sumergió en el contenido de las cartas, sintiendo cómo cada palabra resonaba en lo más profundo de su ser. Las historias que narraban las cartas eran un reflejo sombrío de la realidad de aquel pueblo olvidado: relatos desgarradores de familias que luchaban por sobrevivir en condiciones de extrema pobreza, niños desnutridos que apenas tenían suficiente para comer y ancianos abandonados a su suerte sin atención ni cuidado.

Cada carta era como un grito de ayuda, un testimonio desesperado de la difícil situación en la que se encontraban los habitantes de aquel lugar. Las palabras escritas con caligrafía temblorosa y manchadas de lágrimas pintaban un cuadro desolador de la realidad que enfrentaban a diario.

A medida que Jonathan avanzaba en la lectura, su corazón se llenaba de compasión y determinación. Sentía una profunda empatía por aquellos que sufrían, y su determinación de hacer el bien se fortalecía con cada historia desgarradora que encontraba.

El príncipe no podía ignorar el llamado de auxilio que emanaba de esas cartas. Sabía que tenía que actuar, que no podía quedarse de brazos cruzados mientras su pueblo sufría en silencio. Aunque las responsabilidades de su posición como príncipe de Metropolis eran numerosas, su compromiso con el bienestar de su gente era inquebrantable.

Con cada carta que leía, sentía cómo se encendía una llama de esperanza en su corazón. Sabía que, con determinación y coraje, podría marcar la diferencia en la vida de aquellos que tanto lo necesitaban.

Antes de que pudiera terminar de leer todas las cartas, la puerta se abrió de golpe y su padre, el Rey, entró en la habitación con una expresión inquisitiva.

-¿Qué es todo este papeleo, Jonathan?- preguntó el rey, su tono autoritario dejando claro que esperaba una explicación.

Trató de ocultar las cartas rápidamente, pero la mirada aguda de su padre lo descubrió en el acto. Tragando saliva nerviosamente, luchó por encontrar las palabras adecuadas.

-Padre... son cartas de los pueblerinos de la provincia que visité- admitió finalmente, sintiendo el peso de la culpabilidad por salir del castillo sin permiso.

Clark frunció el ceño, su semblante oscureciéndose con desaprobación. -¿Saliste del castillo sin mi permiso?- preguntó, su voz resonando con autoridad.

Sin atreverse a mirar a los ojos de su padre. -Lo siento, padre. Pero cuando escuché de la difícil situación del pueblo, sentí que tenía que hacer algo. No podía quedarme de brazos cruzados mientras la gente sufría.

El rey suspiró profundamente, su expresión suavizándose ligeramente ante la sinceridad y la determinación de su hijo.

-Aprecio tu compasión, Jonathan- dijo el rey con voz más suave. -Pero debes entender que no puedes alejarte sin el permiso del monarca, lamentablemente soy yo y por esa escapada tuya no pude protegerte como era debido. ¿Qué pasaba si te atacaban?

Asintió con entendimiento, agradecido por la comprensión de su padre. Sabía que había cometido un error al actuar sin permiso, pero también sabía que su corazón estaba en el lugar correcto.

-Padre, yo...

-Lamentablemente debo castigarte por no comportarte segun las normas- al ver la expresió de su hijo, se sento a su lado y le acaricio el cabello- Puedes seguir yendo al pueblo, pero te voy a quitar los entrenamientos con los caballeros.

-¡Padre!-La voz de Jonathan se llenó de angustia y sorpresa ante la severidad del castigo propuesto por su padre. El corazón del príncipe se hundió al escuchar las palabras, sintiendo un profundo pesar por las consecuencias de su acción impulsiva. -Pero padre, los entrenamientos con los caballeros son parte integral de mi preparación para proteger a nuestro reino- protestó, luchando por contener la emoción que amenazaba con desbordarse.

Sangre real, destinos entrelazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora