Capitulo 41: Padre

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Damian se despertó en medio de la noche, sintiendo una inquietud que no lo dejaba descansar. Se levantó de su cama, el frío del suelo de mármol levemente molesto bajo sus pies descalzos. Su habitación estaba bañada por la suave luz de la luna que se filtraba a través de la gran ventana, creando sombras danzantes en las paredes. Al mirar hacia el pequeño sofá junto a la ventana, sus ojos se suavizaron al ver a Jon durmiendo profundamente, su respiración lenta y rítmica.

Jon estaba casi destapado, con la manta colgando peligrosamente de un lado, dejando su espalda expuesta al aire frío de la noche. La escena le arrancó una pequeña risa, un sonido bajo y casi inaudible que resonó en la silenciosa habitación. Se acercó en silencio, cuidando de no hacer ruido, y con suavidad, acomodó la manta sobre Jon, asegurándose de cubrirlo bien para que no pasara frío. Al hacerlo, notó la expresión pacífica en el rostro de Jon y sintió un extraño sentido de protección hacia él.

Se parecía a su gato, definitivamente.

Se quedó un momento de pie junto al sofá, observandolo, antes de girarse y dirigirse hacia la puerta de la habitación. La madera vieja crujió ligeramente bajo su mano mientras la abría con cuidado para no despertarlo, y salió al pasillo, cerrando la puerta tras de sí con un suave clic.

 Mientras caminaba por los pasillos del castillo, se movía con una agilidad casi felina, evitando los pasos de los guardias con una habilidad adquirida a lo largo de años de entrenamiento. Las luces de los candelabros apenas lograban iluminar las sombras profundas que se extendían a lo largo de los corredores, creando una atmósfera de misterio y desolación. Cada uno de sus pasos resonaba en el silencio absoluto del castillo, amplificando la sensación de vacío que lo envolvía.

Las paredes del castillo eran de piedra fría y austera, decoradas con tapices pesados que a menudo mostraban escenas de batallas y glorias pasadas. Estos tapices, aunque opulentos, parecían carecer de vida, y contribuían a la atmósfera gélida del lugar. A medida que avanzaba, no podía evitar sentir que esas paredes, en su majestuosidad, reflejaban su propia sensación de soledad. A pesar de estar rodeado por la riqueza y el poder, la grandiosidad del castillo le recordaba la falta de calidez y afecto que siempre había experimentado.

Cada rincón del castillo parecía guardar secretos, historias de antiguos moradores y épocas pasadas, pero en ese momento, todo parecía desmoronarse en una sensación de vacío profundo. La grandeza del lugar, que debería haber sido un refugio de orgullo y confort, se sentía más como una prisión silenciosa, donde el eco de sus propios pasos acentuaba la desolación.

A veces, en esos momentos solitarios de la noche, cuando el castillo parecía estar en completo silencio, se permitía sentir la tristeza que normalmente mantenía reprimida. El peso de la dureza de su entrenamiento, las palabras frías y desalentadoras de su padre, y la constante presión por ser el mejor para ayudar a su madre, se acumulaban en su interior. Aunque había aprendido a endurecerse y a mantener una fachada de implacabilidad, el vacío emocional seguía ahí, recordándole constantemente su necesidad de conexión humana y afecto genuino.

Se permitió un momento para detenerse y apoyar la mano contra una de las frías paredes de piedra, dejando que sus pensamientos fluyeran sin restricciones. El frío de la piedra parecía calar en su piel y en su alma, como si estuviera tratando de enfriar las emociones que no podía expresar. La tristeza, a pesar de ser un compañero constante, no lograba despojarlo de su determinación. En esos momentos, la lucha entre su deseo de conexión y la realidad de su vida era más clara que nunca, y sentía que las sombras del castillo le ofrecían poco consuelo.

Pasando por una gran ventana que daba al jardín, se detuvo un momento para mirar la luna. La luz pálida iluminaba el paisaje con un resplandor etéreo, haciendo que el jardín pareciera casi irreal. Suspiró, permitiéndose un breve momento de vulnerabilidad antes de seguir adelante.

Sangre real, destinos entrelazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora