Capitulo 44: Dudas

11 4 0
                                    

Mientras  trabajaba en el barco, la preparación para la navegación estaba en pleno apogeo. El ambiente estaba cargado de actividad, con los tripulantes moviendo cajas, revisando el equipo y asegurando los suministros necesarios para el viaje. El barco, que aún no había zarpado, estaba en un estado de agitación constante. Los gritos de órdenes y las instrucciones se mezclaban con el ruido del mar y el crujido de la madera.

Estaba en medio de todo este caos, con una apariencia que no se había dignado a mejorar. Su ropa, ya sucia y arrugada, se pegaba a su cuerpo por el sudor, y su piel estaba cubierta de manchas de grasa y polvo (Al menos ya no traía el vestido encima). Cada tarea parecía ser una lucha contra sí mismo. No solo estaba cansado, sino que también estaba empezando a sentirse frustrado por la cantidad de trabajo que tenía que hacer, especialmente considerando que no estaba habituado a estos esfuerzos físicos.

Su cabello estaba desordenado y sucio, y no recordaba la última vez que se había bañado. La sensación de estar sin cuidado solo amplificaba su malestar. Mientras intentaba limpiar la cubierta, levantar cajas y realizar otras tareas pesadas, la sensación de incompetencia era casi abrumadora. El esfuerzo físico era agotador, y su falta de experiencia solo hacía que el trabajo fuera aún más difícil.

En este momento extrañaba ser el príncipe cautivo en su propio reino.

A pesar de estar ocupado, la imagen de el chico tirado en el suelo, llorando, se repetía en su mente como una pesadilla constante. Nunca antes había visto a Damian así, y la forma en que había mostrado su vulnerabilidad lo había marcado profundamente. No podía evitar preguntarse qué estaba haciendo en el castillo, si estaba bien o si se encontraba en algún tipo de peligro.

Sabía que, según las reglas de la realeza, había consecuencias severas para aquellos que lastimaban a la familia real. Y aunque había herido sus sentimientos con sus palabras, la culpa y el dolor que sentía lo hacían cuestionar su propia valía.

La situación solo se complicaba con la actitud de los demás tripulantes. Ellos, claramente acostumbrados a la vida dura en el mar, lo veían como una carga más que como un compañero. Sus miradas de desdén y los comentarios murmurados solo incrementaban el sentimiento de aislamiento que sentía. No estaba acostumbrado a cargar cosas pesadas y el desgaste físico y emocional lo estaba llevando al límite.

A pesar de que el barco aún no había zarpado, la presión de la inminente partida y la necesidad de estar preparado solo añadían a su sensación de urgencia y desesperación. Sabía que su tiempo en el barco sería largo y difícil, y el pensamiento de pasar más de dos semanas en estas condiciones le resultaba abrumador. Cada movimiento, cada tarea, solo servía para recordarle lo lejos que estaba de la vida cómoda y segura que había conocido.

Continuó trabajando, sus movimientos eran pesados y su esfuerzo casi incesante. Cada vez que levantaba una caja o arrastraba una cuerda, el dolor en sus músculos se hacía más intenso. Las heridas y las ampollas en sus manos le recordaban constantemente la crudeza de su nueva realidad. El sudor empapaba su ropa, y el olor salado del mar se mezclaba con el de su propio agotamiento, haciéndolo sentirse aún más incómodo.

No se había quitado las vendas, por algún motivo sentía que debía estar con ellas... aunque ya nos la necesitaba.

A medida que el día avanzaba, el trabajo no parecía disminuir. Los gritos de los capitanes y el ajetreo de los otros tripulantes llenaban el aire. Trataba de no prestar atención a los comentarios despectivos que algunos de los hombres lanzaban sobre él. "¡Vamos! ¿No tienes algo mejor que hacer que estar aquí estorbando?" se escuchaba ocasionalmente. La animosidad y el rechazo de sus compañeros de trabajo solo acentuaban su creciente desánimo.

Sangre real, destinos entrelazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora