Capitulo 6. Elementos y conexiones.

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Se había acostumbrado a despertarse con el alba y a desayunar casi sobre la marcha. Caminaba velozmente por la ladera de la colina sabiendo ya dónde debía pisar para ir más rápido. Llegó puntualmente a la lección de la mañana, pero aún no había nadie en la explanada. Únicamente Caolín esperaba sentado sobre la hierba. Se acercó algo tímido a él. Nunca se habían encontrado a solas, sin ninguno de los demás del grupo.

Se sentó frente a él, adoptando la misma posición, y, como él, cerró los ojos con las manos apoyadas sobre las piernas. Se concentró en su entorno, respirando suavemente. Reconoció la respiración cercana de Caolín, que meditaba a su lado buscando una paz interior. Notó el viento que movía la hierba y producía un sonido relajante. De repente, se dio cuenta de que pasaban los minutos y nadie se acercaba. Abrió los ojos y miró a su alrededor.

- No van a venir. – dijo Caolín.

Cuando se volvió hacia él vio que lo estaba estudiando minuciosamente.

- Hay una cosa que debo explicarte.

- Le escucho. – dijo.

Caolín se tomó su tiempo antes de continuar, pero Beril no lo notó apenas. El anciano no parecía tener prisa nunca.

- Tus compañeros están llevando a cabo una misión en estos momentos.

- ¿Una misión? – preguntó sin comprender.

Le tomó otro buen rato el comenzar a hablar.

- La existencia de este lugar...está ligada al objetivo de proteger a la gente, guiarla cuando está perdida, ayudarlos...

- Si, lo sé. Es la razón por la cual sigo aquí.

Se arrepintió súbito de la interrupción. El maestro tardó un buen rato en volver a hablar de nuevo.

- Hay muchas maneras de hacer esto. Muchos niveles de dificultad... – miró a Beril a los ojos directamente antes de continuar. – Hay pequeñas cosas que vosotros, incluso los del primer nivel podéis llevar a cabo y que son de gran ayuda para las personas. A esto nosotros lo llamamos misiones. Normalmente en los niveles bajos las misiones son totalmente seguras, carentes de peligro. Al subir de nivel, la responsabilidad aumenta, y el riesgo también.

- ¿Están arriesgando la vida en esta misión? – preguntó Beril preocupado.

- No...no más que otras veces que hayan salido.

- ¿Por qué yo no estoy con ellos? ¡Podría serles de ayuda!

- No...han partido esta madrugada.

- Ayer no me dijeron nada... – dijo Beril.

Caolín no respondió. Cerró los ojos de nuevo para continuar su meditación. Beril se impacientó. Sus compañeros estaban ahí fuera, ayudando a la gente, y él estaba ahí, sentado inútilmente con el viejo letárgico. Comenzó a levantarse. En menos de un cuarto de segundo Caolín hizo un movimiento con su bastón y Beril cayó a tierra de nuevo sentado.

- Cada uno tiene su lugar.

- Y ¿cuál es el mío si no puedo ir con los demás a cumplir con una simple misión de auxilio, que es la razón por la que estoy aquí? – pregunto Beril, enfadado.

Caolín lo miró largamente.

- ¿Cuál dirías tú que es tu lugar ahora?

- ¡¡Con ellos!! – dijo rápidamente sin vacilar. El anciano sonrió.

- La siguiente vez entonces, iras con ellos. Pero recuerda que cada cual tiene su lugar, y uno no puede abandonarlo, porque abandonándolo pone en riesgo la vida de los demás a quienes tiene a su lado. Había quien pensaba que no estarías preparado para un momento difícil aùn.

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