Capitulo 10. La habitación detrás del muro.

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Una semana más tarde habían conseguido recuperar algunos cuerpos sin vida. Así, tuvo lugar una ceremonia por todos los que habían muerto en la isla. Beril siguió a la multitud dentro de una gigantesca gruta oscura, donde la luz no atravesaba la roca como sucedía en el resto de Alasdain. Se accedía a ella pasando a través de la cascada. El agua le pegó el pelo sobre la cara, y su frescura relajó sus músculos y aclaró sus ideas.

Marchaban en fila de dos, una interminable fila que al avanzar al mismo ritmo arrancaba de la roca un sonido que el eco hacia parecer un tambor sonando tristemente, como la marcha fúnebre de su propia tierra natal.

En ese momento pensó en su madre, cuyo cuerpo sin vida no había tenido la oportunidad de velar, ni de darle sepultura. Pensó también en Ferin.

Se le encogió el corazón.

Poco a poco llegaron a una abertura más amplia, dominada por un rayo de luz nítida que caía sobre una fila de figuras que reposaba sobre la roca.

El Namak, estando al frente de todos, se giró hacia ellos con un rápido movimiento de sus pies e inclinó la cabeza sobre el pecho, permaneciendo inmóvil. Algunos maestros y otros elementales expertos rodearon también aquellos bultos inermes. Mientras, los elementales fueron llegando y, deteniéndose un breve momento, inclinaban la cabeza ante el Namak que custodiaba silencioso los cuerpos sin vida, e iban pasando a los dos lados ordenadamente.

Se iban colocando alrededor de las paredes de roca blanca y húmeda.

Beril vio por primera vez en Alasdain a los niños. Serían 15 o 20, de edades muy diferentes entre ellos.

Iban caminando en el interior de las filas, siguiendo su ritmo.

Entonaron una melodía sin letra que Beril jamás los había escuchado antes, pero que todos parecían conocer.

Cantaban con la boca cerrada, sin emitir ninguna palabra. No habría podido decir que era un cántico triste, tampoco alegre.

De repente dos elementales cogieron cada uno de los cuerpos, llevándolos hasta un pequeño lago que se encontraba en el lateral, y fueron posándolos sobre la superficie del agua, tras lo cual esta los hacia desaparecer en su profundidad. En el momento en el que se hundía cada cuerpo, el canto parecía elevarse y se detenía momentáneamente hasta que recomenzaba casi imperceptiblemente.

Beril empezó a temblar, invadido por el frio del agua que entumecía su cuerpo mezclado a una especie de nausea.

Aramen se acercó a él y le apoyó la mano en el hombro.

- Ven, salgamos. – le susurró.

Lo guio despacio entre la fila de gente.

Beril se sintió ahogado de miradas y de susurros a sus espaldas.

Una vez fuera recuperó algo de calor, sentados sobre la hierba por encima del acantilado.

Poco después se les unieron los demás.

- El sexto nivel ha desaparecido – comentó triste Olivin. – por completo. Y de los otros niveles falta mucha gente...

- No sé qué pasará ahora... – dijo Rod, serio por primera vez desde que lo conocía.

- ¿A qué te refieres? – preguntó. Pero La llegada de Caolín interrumpió su respuesta.

Guardaron silencio durante todo el tiempo que los elementales desfilaban ante ellos ascendiendo por el sendero. Observó a sus amigos.

Ahora todos sus compañeros de nivel tenían una conexión, excepto él.

Su conexión con Argentis había acabado por provocar su muerte. Al ver a Eilean se acercó a él. Pero cuando lo tuvo delante no le salían las palabras.

Descubriendo AlasdainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora