Capitulo 16. Un camino tortuoso.

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Beril se despertó con la luz del alba. Un tremendo dolor de cabeza le hacía palpitar las sienes. Se notaba la lengua seca por la sed y un terrible sabor amargo en la boca. Recordó la confusión entre la que se había perdido la noche anterior y notó una punzada de miedo en el estómago. Esto era precisamente lo que deberían haber evitado.

Vio su ropa desperdigada por el suelo de la habitación. Las sábanas en la cama estaban revueltas. A su lado le sorprendió una figura femenina que comenzando a despertar le mostró el rostro entre el cabello rubio revuelto.

La posadera se desperezaba a su lado con gesto ingenuo.

- Buenos días – le dijo abriendo levemente los párpados.

Beril la miraba como paralizado.

- Yo... no... – se sentía totalmente confuso. No recordaba cómo había llegado hasta ahí.

La posadera se le acercó y Beril instintivamente la apartó de forma brusca.

- Relájate – le dijo – anoche no estabas tan tenso... vamos...

A Beril le dio vueltas la cabeza.

Extendió las manos para marcar un espacio entre él y la posadera y saltó de la cama.

- Escucha... yo... lo siento si... no pretendía... – consiguió balbucear.

Y recogiendo su ropa comenzó a ponérsela apresuradamente.

- Perdona... No sé qué decir. No recuerdo nada desde...

Pensó cuál era el último recuerdo de la noche anterior. No recordaba nada desde... desde el último vaso de vino mientras bailaban, ofrecido por la posadera. De repente le asaltó una sospecha y se volvió hacia ella.

Recordó el guiño comentando el extraño efecto sobre los extranjeros...

- ¿Pusiste algo en el vino?

Ella rio.

- No sé de qué me hablas... – continuaba diciendo mientras reía nerviosamente.

- ¡¡Pusiste algo en el vino!! – repitió, afirmándolo esta vez.

Ella se cubrió con las sábanas y apartó la mirada incómoda.

Beril se acercó a ella y la obligó a mirarlo, impidiendo que se escabullera.

- ¿Qué pusiste? ¿Por qué lo hiciste?

- Suéltame – le gritó.

Le asaltó un nuevo miedo.

- ¿Lo pusiste también en el vaso de ella?

Acercó su rostro al de ella.

- Dime lo que has hecho.

- Yo... no quería. Aquellos hombres...

Beril abrió los ojos por la sorpresa.

- ¿Quién...?

- Dos hombres... me aseguraron que no la harían daño... pensé que tú te relajarías conmigo...

Beril saltó de la cama y salió a grandes pasos de la habitación de la posadera.

Corrió buscando a Auris en el hostal. Interrogó al dueño y se dirigió a la habitación que Auris había alquilado, donde habría tenido que dormir esa noche.

Estaba completamente vacía, la cama intacta.

- Oh no...

No conseguía imaginar dónde podría estar Auris, en el daño que le podrían haber causado...

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