Belaam Pierce
La luz ingresa por los enormes ventanales y se refleja en su pálida piel mientras el viento mece las ramas de los enormes arboles del jardín Beta. Bajo nuestros pies se extendían hileras de pasillos infinitos que guiaban a laboratorios que comúnmente eran la fuente de leyendas que cualquier ser con algo de sentido común no intentaría comprobar. A nuestro alrededor sin embargo, habían habitaciones menos hostiles pero de igual manera cada una de las criaturas recluidas en ellas estaban bajo continua observación y vigilancia
Detrás de mi un espejo ocupaba la mayor parte de la pared y aunque todo lo que reflejaba era su pálida piel y mi inagotable cansancio encerrados entre paredes exasperantemente blancas era muy consiente de que detrás de ese espejo entraban y salía un flujo infinito de Betas escondido tras sus blancas batas y sus inentendibles datos.
Cada segundo del último mes había transcurrido con una tortuosa lentitud. Su cabello azabache hacia un fascinante contraste con el blanco puro de las sabanas mientras los millones de finos cables unían su cuerpo a una cantidad imposible de maquinas que pitaban sin cesar mostrando símbolos que era incapaz de comprender.
No era la primera vez que la veía dormir, sin embargo algo en la imperturbable quietud de su rostro, mantenía mi cuerpo en vela, los hematomas y las marcas de las cadenas habían desaparecido por completo, las hechiceras se habían encargado de ello, no obstante lo que mantenía su cuerpo atado a la cama era la razón por la que estábamos aquí en lugar de en el ala de sanadores.
La pequeña butaca al lado de su cama desde donde la vigilaba ya parecía tener grabada la forma de mi cuerpo y mis ojos eran incapaces de despegarse del leve temblor de sus parpados mientras sus labios llenos se separaban soltando aire levemente.
Masajeo mis ojos en un intento por dispersar el creciente cansancio mientras mi mente divaga sobre cada detalle, Isabella me había ayudado a encontrarla, sin embargo había llegado demasiado tarde. Su cuerpo a falta de fuerza se había rendido una vez mas al sueño del que era imposible despertarla. La había traído directo al Reino De Fuego como el actual Rey había ordenado y desde entonces no ha abandonado el jardín beta.
Cables, agujas y una cantidad interminable de seres en bata habían desfilado por su habitación desde su admisión, incluso la Reina había estado a su lado. Las hechiceras se encargaron de su salud física, pero para frustración de todos no había nada mas que pudieran hacer. El hechizo de magia natural parecía imposible de romper por lo que todos parecían nuevamente haberla olvidado, Un vistazo a la Princesa roja era todo lo que necesitaba, no había rastro de Aíslin en su mente o en la de alguien mas.
La magia natural era algo relativamente nuevo para nuestros científicos por lo que era poco lo que entendíamos de la situación de Aislin, no obstante la Reina parecía decidida a ayudarla por lo que el tiempo que no pasaba en los campos de refugiados, lo pasaba encerrada en su laboratorio en busca de respuestas, pero aun así nada parecía tener sentido, ni siquiera el Rey logro tener acceso a su mente y ambos parecían realmente decididos a acceder a ella, las razones para ello podían ser infinitas, pero tras el último mes sumido en un completo silencio no tuve más opción que pensar en cada detalle como si de un bucle infinito se tratara. El hechizo sobre Aislin era una prueba irrefutable de que la magia natural podría significar una amenaza por lo que entenderla se había hecho espacio en la ajetreada agenda de la casa de las sombras
No me había separado de su lado ni un segundo desde que llegamos al Reino, no me fui mientras el Rey la alimentaba con su sangre e intentaba llegar a su mente, tampoco lo hice mientras las hechiceras sanaban sus heridas físicas y las empatas trataban de transmitirle calma, ni cuando llegaron los primeros científicos, ni cuando la frustrada mirada de la Reina se posaba al finalizar cada día en ella, Sin embargo en pocas horas seria la ceremonia de selección y los centinelas me arrastrarían a la academia en cualquier instante. Huir no era una opción, todas las criaturas con la edad reglamentaria de 16 años debían presentarse a la ceremonia de selección, ser marcados por el tártaro y atenerse a la decisión del mismo.
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Herederos del infierno #2
FantasyEl viento ingresa por la ventana liberando mis rizos rojo fuego por el aire mientras mi chelo lanza al aire la última nota de la canción más hermosa alguna vez escrita, y al instante el salón se llenó de un silencio que me permití disfrutar por unos...