— Usted dirá —le dije más tosca de lo que pretendía.
— Me cansé de este jueguito, ya no estoy en edad de jugar y la verdad, nunca me ha gustado hacerlo, creo que debemos dejar las cosas claras de una vez y terminar con esta guerra estúpida.
Lo miré, tenía razón, o nos poníamos de acuerdo o terminaríamos asesinándonos. Y después de escuchar las malas nuevas de mi papá, no podía darme el lujo de perder el trabajo.
— Yo lo siento, no me comporté muy bien hoy... —empecé a decir.
— No, no lo lamentes, la culpa ha sido de los dos, yo tampoco he sido muy agradable contigo.
Bajé la cara, no supe qué decir.
— ¿Volvemos a empezar? —preguntó con voz suave.
— Partimos mal —admití.
— Yo lo dije primero —lo miré, él sonrió y yo también.
— Es cierto —consentí.
— Por fin me encuentras la razón —se levantó de su asiento— y, como no quiero discutir, me voy antes que empiece la tormenta.
— ¿Eso era todo lo que quería?
— ¿Empezar de nuevo? Sí.
— No, que le encontrara la razón.
— También, aunque, sinceramente, no lo esperaba de ti.
Yo moví la cabeza, era un engreído.
— Ah —dijo antes de salir—, felicidades por ganar el premio a la empleada del año dos veces en tu antigua empresa.
Yo entrecerré los ojos.
— Me parece excelente, no me estoy burlando —se anticipó a mi sarta de palabras.
— Gracias —contesté simplemente, mordiéndome la lengua.
— Buenas noches, nos vemos mañana —se despidió amablemente.
— Buenas noches —contesté sosteniendo la puerta.
— Disculpa —cerró un ojo, parecía temer lo peor— Uno de los borradores de las cartas que te dejé, no lo encontré...
Creo que me puse roja, sentí mis mejillas calientes y bajé la cara avergonzada.
— La rompiste cuando estabas enojada conmigo —aseguró.
— No exactamente, ¿la necesita?
— Algo así, pero si la botaste, no importa.
— Puedo recuperarla si quiere —me arrepentí en el momento de decir aquello.
— ¿Dónde está?
Debo haberme puesto más roja todavía.
— La buscaré, mañana se la doy.
Sentía su mirada fija en mí.
— Está bien, solo si puedes, si no, no te preocupes.
— Sí, no hay problema.
— Está bien, buenas noches.
— Buenas noches, señor.
Cerré la puerta y tuve que apoyarme en ella, creí que no se daría cuenta de la falta de esa carta, pero sí lo hizo. Esperaba quedarme sola en la oficina para sacarla de mi cartera y devolvérsela sin que se diera cuenta. Debí decirle que la rompí, pero no fui capaz. De todos modos, supuse que él no estaría en la oficina.
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Extraño Destino
RomanceUna historia de amor, que ha sobrevivido al tiempo y a la muerte. Una novela de fantasía, de dioses antiguos y faraones, que nos muestra cómo la historia puede cambiar de un momento a otro. Esta es la primera parte de tres. Pronto viene "Extraño am...