Tú le gustas

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El mundo se me cayó encima cuando vi las cifras del contrato que el Madrid ofrecía a Luis. Derrumbé la cabeza en el respaldo de la silla y me pasé la mano por la cara, tratando de recomponer el gesto.

-¡Esto es inaceptable! - despotricó Luis al leer la oferta en la pantalla del ordenador, por encima de mi hombro. - ¿Por quién me toman?

Empezó a dar zancadas por la habitación como una fiera enjaulada que no sabe por dónde salir para atacar. Fina, libreta en ristre, se mantenía a la expectativa para redactar la contraoferta. Luz parecía la más serena, aunque la forma en que se protegía el vientre con las manos, apenas abultado, sugería una angustia interna que me dejó tocada.

Finalmente, Luis decidió volcar su frustración sobre mí.

-¿Qué mierda de trabajo has hecho, Marta? ¡Confié en ti, en que me cuidarías y me conseguirías un buen contrato! ¿Esto es todo lo que puedes ofrecerme? ¿Nada más?

Encajé sus palabras en silencio, descompuesta. Mi fracaso merecía su rabia.

-¿Qué te parece una pizca de integridad, de honradez, en un mundo tan podrido que no sé qué decirle a mi hijo? - saltó Fina, encarándose con él como una leona.

-¿A qué viene esto? - le bufó. - Yo sólo quiero que Marta haga su trabajo.

-¿Y crees que no lo ha hecho, que no ha tocado todas las puertas, recorrido kilómetros, suplicado, por ti, para ti? - me señaló con la mano tensa. - Lo está dando todo, todo, tragándose su orgullo, partiéndose la cara por ti. ¿De cuántas personas puedes decir lo mismo?, ¿por quién harías tú algo así?

Luis se quedó sin palabras, y eso no era algo que sucediera a menudo. Boqueó como un pez fuera del agua e intercambió miradas con su mujer, que lo atrajo a su lado.

-Luz, ¿qué hacemos? Tú eres mi guía, mi faro,... yo hago lo que tú me digas, mi amor - se arrodilló ante ella, mirándola desde abajo como se venera un altar. La mujer le acarició los rizos rojizos.

Yo me levanté para acercarme a Fina. Le agradecí su apoyo, que sentía desmedido, con un apretón en el brazo, pero no podía despegar los ojos de la pareja, tan dispar en su complexión física y sin embargo tan complementarios en sus caracteres. Ambos se comunicaba en un lenguaje exclusivamente suyo, compuesto de arrumacos, susurros y un proyecto de vida en común que se veía amenazado por las circunstancias, frustrado por mi incompetencia.

Les estaba fallando.

Mil escenarios posibles empezaron a dibujarse en mi cabeza para mejorar la situación, aunque sólo uno, el de emergencia, era viable a corto plazo: el contrato temporal en Zaragoza. Aceptar lo ofrecido por el Madrid era una auténtica humillación para Luis, y la escasa cantidad ofrecida dejaban mi comisión tiritando y, de rebote, el empleo de Fina completamente en el aire. Incluso con el alquiler del piso, tendría dificultades para pagarle el sueldo.

No podía hacerle eso a quien lo había apostado todo por mí. Fina tendría el mejor sueldo y el mejor seguro médico que pudiera conseguirle, aunque aún no sabía cómo. La cabeza me estallaba por la palpitación de la sangre en las sienes, la tensión visible en los músculos de mi cuello.

Me salvó Luz, que sacó toda su considerable energía, y ese piquito de oro que a veces me dejaba en pañales para soltarle a su marido el mejor discurso motivador que había escuchado nunca.

-No vas a aceptar ese contrato basura. Tú eres Luis Merino, el más fiero, salvajemente carismático, alero del basket nacional. El secreto mejor guardado de la liga, y todos los que ahora te han ninguneado se van a cagar cuando revientes las estadísticas. Tú eres Luis Merino, y sólo vas a jugar para quien te quiera, y te valore - me miró. - ¿No había otra oferta, Marta?

Amor y desafío / MafinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora