No nos contemos nuestras historias tristes

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Volví a media tarde a mi piso, algo más recuperada. La perspectiva de cenar con Fina había mejorado mi estado de ánimo, porque no me apetecía en absoluto pasar la noche sola. Sola, los fantasmas volvían a aparecer en mi mente y la ansiedad a asomarse a mi garganta. Con ella a mi lado, todo parecía más fácil.

El piso estaba en silencio. Jaime se había llevado la mayoría de su ropa y objetos personales: el vacío de la casa me cayó de nuevo encima. Ni los muebles de caro diseño se me hacían cómodos, ni había nada apetitoso en la nevera, ni me identificaba con los trajes que colgaban en el vestidor.

Una nueva Marta había nacido cuatro noches atrás, y una persona nueva necesita crear un mundo nuevo a su alrededor. Un mundo en el que no resultaba nada extraño ni fuera de lugar que quedara a cenar con mi secretaria en una pizzería de barrio.

¿Qué se ponía una para una ocasión así? En teoría era una reunión de trabajo, pero descarté todos los trajes de chaqueta, hasta los más livianos. A cambio, recuperé unos pantalones anchos, de lino, del fondo del armario y los complementé con una camiseta de tirantes y una sobrecamisa de manga corta y sandalias. Me recogí el pelo en un moño que dejaba más mechones fuera que dentro, descarté casi todo el maquillaje, y salí.

Arreglada pero informal.

Llegué con mucha antelación al restaurante. Entré para refugiarme en la zona con aire acondicionado mientras vigilaba la calle desde la ventana. Minutos antes de la hora apareció un taxi que ya conocía. Carmen y Fina se bajaron: estaba claro que discutían, y no pude resistirme a salir a la puerta para escucharlas medio oculta tras un enorme macetero.

-Por favor, Fini.

-No me lo repitas más - decía Fina, hastiada, mirando a lado y lado de la calzada, buscando la llegada de mi coche, supuse.

-No voy a decir nada, pero es que no te reconozco, Finulis - los apelativos cariñosos de esa familia iban de mal en peor, pensé. - Siempre has sido muy responsable con Rafa, ¿y ahora te parece normal sacarlo de su cama para meter en ella a una extraña?

-¿Por qué te interesas tanto por mi vida privada? - elevó el tono Fina, con un ademán tajante en sus manos. - ¿Te hubiera parecido mejor que la metiera en la mía?

-Pues ya que lo dices, sí. Por lo menos hubieras disfrutado, a ver si se te quitaba esa obsesión.

-Oh, calla.

-¿Me lo vas a negar? Llevas años colgada de tu jefa. Por eso te has arreglado para esta cita.

Tragué saliva. De pronto me acordé de cuando mi madre nos reprendía porque espiábamos a los mayores diciendo aquello de que "quien a escondidas escucha, su mal oye". Había tratado de archivar el dato de que a Fina le gustaban las mujeres en un rincón muy inaccesible de mi mente. No era relevante para nuestro trabajo; de hecho, estaba muy acostumbrada a tratar con deportistas fuera del armario, y jamás había supuesto un problema ni un elemento del que preocuparme. Yo era una mujer heterosexual que no tenía ningún motivo para emitir ningún juicio sobre las preferencias de las demás.

Salvo que, aparentemente, las preferencias de Fina me incluían a mí, y aquella cena de trabajo era una cita. Me miré, recordando el esfuerzo en elegir un atuendo lo más informal posible, y la miré a ella, que llevaba un veraniego vestido rojo, ceñido al pecho y suelto en la falda. Su pelo, suelto, estaba peinado.... diferente.

Empecé a sudar a mares, y no era por la temperatura del agosto madrileño.

-No puedes enamorarte de alguien que se está ahogando - esa era la taxista, dedicándome cariñosas palabras como siempre.

-Carmen, por favor. Sabes lo que es Marta para mí. ¿Puedes dejar que me haga ilusiones por un rato, que disfrute, aunque sea una noche, de este sueño? - la voz se le quebró, pero remontó con energía. -Llevo toda la vida trabajando sin parar, he tenido dos amantes en tres años, y ninguna de ellas fue memorable. Soy la joven de veintiocho años más vieja del mundo, así que perdóname si me emociono un poco porque una mujer buena, interesante y guapísima quiera cenar conmigo, y prefiera pasar con ella la noche a otro maratón de cantajuegos.

Amor y desafío / MafinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora