Sabor a mí

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Acabamos en un garito bastante aparente para aquella parte de la ciudad, o eso me lo parecía. Las paredes estaban repletas de portadas de discos de la movida o cantautores, aunque la música alternara con poco criterio el indie con el reguetón más actual, nada que ver con las discotecas en las que a veces terminaba la noche tras cerrar un contrato. Hacía siglos que no salía en plan informal, a tomar algo y bailar sin más intención que pasármelo bien, sin estar pendiente de cerrar ningún trato ni de evitar a fotógrafos sin escrúpulos a la caza de alguna indiscreción del deportista macarra de turno.

Formábamos un grupo de lo más variopinto: Fina, espectacular; Gaspar con su camisa de cuadros; yo, con el conjunto de falda y fino jersey de punto verde que me había puesto por la mañana al ir a trabajar. Se nos unió Carmen, con atuendo de faena al acabar su turno en el taxi, y otra amiga, bajita y de sonrisa dulce, a la que me presentaron como Claudia.

Charlamos un poco de todo y de nada: de los días libres que se iba a tomar la chica en la cadena de perfumerías donde trabajaba para irse al pueblo a acabar el verano, a regañadientes porque ella suspiraba por conocer la marcha y las playas de Mamaia; del subidísimo precio que podía ponerle al alquiler de mi ático, a tenor de cómo estaban los pisos en Madrid; de la pasión por el jazz de Gaspar, que nadie más compartía, por lo que se despidió frustrado para ir a otro local más de su rollo, no sin dedicarme un guiño cómplice; del último sofocón de Carmen porque su medio-algo quería que conociera a su madre.

-Pero, ¿cuánto tiempo llevas saliendo con Tasio? - no pude evitar preguntar. Me parecía super tierno que a una mujer de rompe y rasga y con el carácter protector que me había demostrado la taxista le intimidara conocer a la posible familia política.

-Medio saliendo.

-Déjate de rollos, si estáis casadísimos - intervino Claudia, con una espontaneidad que me parecía encantadora. - Cuando lo conocí estaban "dándose un descanso" y me tiró un poco los tejos - me aclaró. - Por poco nos saca la piel a tiras a los dos.

-Bien merecido lo tuvisteis.

-Pues eso, que tú lo elegiste y ahora, toca apencar. A conocer a la suegra - todas reímos ante la cara de agobio de Carmen.

-Por suerte, yo me ahorré todo eso - estaba muy relajada, pasando un rato realmente agradable y no medí mis siguientes palabras. - Jaime, mi ex, no tenía más familia que un tío, capitán de la marina mercante que se pasaba todo el año embarcado. Creo que por eso me casé con él, para ahorrarme el coñazo de las reuniones familiares.

Claudia me siguió en mis risas, que continuaron mientras me acercaba a la barra a pedir otra cerveza. Al volver, Fina y Carmen habían desaparecido.

-¿Y estas dos?

-Ay, es que a Fina se le ha metido algo en el ojo y han ido al baño.

-¿Pero está bien? - no sabía por qué, aquello me había dado muy mala espina. - Tengo colirio en mi bolso, por las lentillas. Voy a ver si necesitan.

Entré a los aseos e inmediatamente las escuché hablar por encima del volumen de la música, tras el recodo que hacían los cubículos.

-Estoy bien, Carmen, no te preocupes.

-No me digas que estás bien cuando te echas a llorar como una Magdalena. Mira que voy para la rubita y la revoleo.

-Es que esta tarde ha sido tan... entrañable, tan tierna - la voz de Fina no dejaba lugar a dudas sobre su pena: las palabras se intercalaban con sollozos. - Ha estado jugando con Rafa, hablando con mi padre como si se conocieran de toda la vida, y todo parecía tan perfecto, tan familiar, que cuando ahora ha dicho eso...

Amor y desafío / MafinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora