El día después

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Me presenté sola en casa de Luis al día siguiente. Se había ofrecido a cocinar paella, incluyendo a Fina en la invitación, que yo nunca transmití.

Estaba sobrepasada por todo lo que había ocurrido la noche anterior. Seguía procesando el encadenamiento de hechos, de la reunión por la mañana a la comida en familia, de la partida de dominó a la salida con las amigas de Fina.

En lo que más pensaba era en lo que había pasado en el coche.

Lo mirara como lo mirara, aquello no debía haber pasado. No debí dejar que el puro deseo se impusiera sobre lo que era correcto. Estar con Fina había sido un desahogo maravilloso, un broche de oro a la semana más difícil de mi vida, una especie de portazo a mi matrimonio y mi vida anterior. También una terrible muestra de egoísmo. Fina sentía algo por mí, algo profundo y significativo que, según indicaban todas las señales, venía de lejos. Yo la había utilizado para no estar sola y demostrarme cosas, convirtiendo lo agradable que podía haber sido simplemente un encuentro sexual entre dos adultas que se atraían en algo mucho más complicado.

Encontré un inesperado confidente en Luis.

-Mañana te recojo y nos vamos a Zaragoza.

-No hace falta, sé viajar solo.

-Sí hace falta. Estamos juntos en esto, ¿recuerdas? Tú y yo.

-Y Fina - añadió, suspicaz. - ¿Por qué no te la has traído hoy?

-Tenía que llevar a su hijo al zoo - inventé sobre la marcha.

-Oh, qué mona es. ¿Qué edad tiene su hijo?

-Seis años. Rafa. Un niño muy risueño, clavadito a la madre. Y muy listo, juego al dominó como un profesional, le enseñó el abuelo - empecé a soltar información sin filtro.

-Qué interesante - el tono de Luis ya era decididamente burlón. - Trabajas con la madre y juegas al dominó con el hijo y el abuelo. ¿Algo más que contar de la familia Valero?

Me quedé pillada y comencé a sudar a mares a pesar del aire acondicionado. Para no distinguirme de mis anfitriones, no había bebido alcohol, así que no pude echarle la culpa de que se me soltara la lengua a nada más que mi necesidad de exteriorizar mis preocupaciones.

-Puede ser que... hipotéticamente... anoche saliéramos por ahí.

-Ajam - Luis adoptó su pose flemática, una que podía ser incluso más crispante que cuando se ponía testarudo. - ¿Solas?

-Noooo... vinieron unas amigas suyas, muy divertidas. Una quiere asesinarme.

-Entonces, me caería bien. Qué bueno que tengas gente para salir, Marta, pasártelo bien y disfrutar. No todo puede ser trabajo. ¿Disfrutaste anoche?

Mucho. Más que nunca en mi vida, pensé.

Me lo notó en la cara. Supongo que mi nerviosismo era muy evidente, y me sonrojé como una colegiala.

-A ti te gusta Fina - se echó a reír a carcajadas. - ¡Te gusta Fina! Madre mía, Marta, te has tomado en serio lo de concentrarte en las relaciones personales.

-¡No te burles! - le metí un manotazo en el hombro. - Mala persona.

Alzó las manos en son de paz. Su tono se hizo más suave, íntimo.

-No sabía que te gustaran las mujeres, pero si es así, desde luego has elegido bien. Fina tiene un tipazo.... - se detuvo ante mi mirada de advertencia, - y tiene carácter. Una combinación muy atractiva. Además, se ve que está loquita por ti, menuda forma de defenderte el otro día.

-¿No te sorprende? ¿Que me guste una mujer? - expresé esa cuestión porque me esperaba algún aspaviento por su parte.

Se encogió de hombros.

Amor y desafío / MafinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora