Capitulo 11

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Thiago

Desde que llegó Any no me reconozco, dos años envolviéndome en mi soledad sin mirar a nadie más. Cuando llegó simplemente me quitó todo. Dormía mejor que otras noches. Tal vez prefería estar con Morfeo porque mis sueños eran sobre ella, sobre su cabello, su aroma, sus pecas y su sonrisa.

Admiraba como pasaba al pizarrón durante las clases y como solía entretenerse con los libros, porque hasta leyendo no podía quitarle la vista de encima.

-Adornan como en Estados Unidos -Any le dio una mordida a su taco al pastor-. Mi familia acostumbraba a poner ofrenda, después de que mi papá murió poníamos su foto. -Su mirada se volvió vidriosa-. También dábamos dulces a los niños el 31 de octubre.

-Aquí también se pone ofrenda, mucha gente la pone dentro de sus casas, mi mamá prefería donar para la que pusieran en la presidencia, de hecho, ahí ponían la foto de mis abuelos.

Mi abuela murió años antes de que naciera y mi abuelo cuando yo era muy pequeño.

Asintió dándole un sorbo a su vaso de agua de Jamaica, cuando comíamos juntos siempre terminaba antes que ella, me gustaba verla comer, me gustaba verla haciendo lo que fuera.

-Ahora ¿Quién la pone?

-Dono el dinero y la pone la gente -Me encogí de hombros recordando que nunca había puesto la foto de mi mamá sobre una ofrenda-. Lo que ya no hago es dar dulces.

Hizo una mueca de resignación, en ocasiones sus gestos me daban ternura.

-A mí me encantaba dar dulces -Apretó los labios.

Cuando era pequeño mi mamá y yo nos disfrazábamos para dar dulces, nuestro hogar se convertía en una casa de terror, muchos decían que era la mejor del pueblo. Era una tradición familiar. Aun enferma lo seguimos haciendo, hasta que ya no estuvo, desde ese entonces no volví a venerar estas fechas.

-¿Quieres podemos dar este año? -Su rostro se iluminó.

-¡Si! -Mostraba una sonrisa de oreja a oreja-. Pero ¿hay tiempo? 31 es mañana.

-Si, ahorita que estamos en el centro vamos por dulces y pasamos a la pensión le avisamos a Lalo y él se encargará de avisarle a los niños, el único trabajo sería adornar.

-¡Que esperas vamos! -Tomó su mochila y se levantó sin antes dejar dinero sobre la mesa.

La miré negando con la cabeza, siempre que salíamos a comer ponía la mitad del dinero o incluso más. Los primeros días le dije que no, pero se molestaba e incluso me amenazó con ya no salir a comer juntos. Pagué el restante de la cuenta y dejé propina sobre una charolita, fui atrás de ella directo a la dulcería.

Durante este mes y medio nos llevamos bien como amigos, ya no me hacía escenas de celos y yo... tuve que alejar un poco a Mateo, pero mi decisión fue acertada.

Le aposté a Kenia que no le haría caso porque le gustaba Any, ella dijo que caería como casi todos y si ganaba me pidió hacer una fiesta en diciembre antes de que acabaran las vacaciones, acepté. Al final la señorita terminó ganando.

Un día después de que acabara el trabajo en parejas, la pelirroja y yo regresábamos en la moto, vimos el carro de Kenia estacionado a orilla de carretera, (se aseguró de que viera como ganaba la apuesta), estaba ella con poca ropa arriba de Mateo, me hice el sorprendido, aunque por dentro embonaba una extensa sonrisa. Any río y se encogió de hombros "así son todos" dijo mientras se sujetaba de mí, no mostró enojo o celos prácticamente le dio igual, eso me hizo sonreír mucho más.

-Mira estos -Me mostró unos dulces amarillos.

-En la casa hay una copa enorme, se necesitarán más dulces -Any me miró sorprendida-. Tomé varias cajas de huevitos kínder, paquetes de kínder delice, del bueno, paleta payaso, tutsi, pelón rico, mazapanes, chicles y muchos más.

-El dentista va a tener muchos clientes -Nos reímos a la par.

Any entró primero por la puerta de la pensión y corrió a saludar a Lalo durante las últimas semanas en ocasiones se veían por las tardes.

-¡Que sorpresa Santhi! -Lalo sonrió-. ¿A qué debo el honor de su visita?

-Volveremos a dar calaverita en la casa -Lalo me miró a la vez confundido e interesado, elevando una ceja-. ¿Podrás avisarles a los niños?

-¡Que doble sorpresa! -Estaba entusiasmado-. ¡Claro que sí! yo les digo que lleguen hasta la tuya. ¿Adornaran?

-Si, pero no como antes, solo estaremos Any y yo.

En estas fechas, todos los años Juanita se iba de visita a su pueblo y a Carmen le daba los días, así que me la pasaba solo.

-No te preocupes mañana me lanzó a ayudarles, veo si alguien más puede, esa casota merece ser adornada como antes.

No sabía si estaba igual o incluso más entusiasmado que Any. Todos querían ir con mi mamá, era tan dulce con los niños, siempre ayudando a las personas del pueblo, tal vez por eso dejé de venerar estas fechas. Me recordaban a ella. Dolía un poco su recuerdo, aunque valía la pena con tal de ver a la pelirroja sonreír, cuando sus labios marcaban una sonrisa sus pecas se remarcaban más y sus ojos se volvían pequeñas estrellas brillosas.

-¡Mil gracias, Lalo! -Any sonrió y le dio un beso en la mejilla.

-Gracias -Sonreí ligeramente y cerré a puerta.

-¿Usarás disfraz? -Le pregunté a Any mientras íbamos en la moto.

-Un puti-disfraz no lo creo.

-¿Un puti-disfraz? -Pregunté sin entender.

-Así le dice Diana a los disfraces diminutos,

No pude evitar reírme.

-No creo que te quedé mal algo así -Sonreí, sentí un ligero golpe en la espalda-. Me refiero a disfraces normales.

-¡Ah!, no lo sé, no tengo dinero para algún disfraz,

-Le diré a Lalo que pasé por unos y ya checamos cual te gusta. ¿Tienes algo en mente?

Llegamos a casa, Any se bajó de la moto.

-De bruja, Diablita, ángel...

-Es día de muertos no pastorela.

Me dio un golpe ligero con el casco.

-No sé, la llorona tal vez -Sus cejas se fruncieron con una extensa sonrisa-. Pero tú también te tienes que disfrazar -Empezó a subir las escaleras, se giró para esperar una respuesta.

«Y ahí estás, con esa enorme sonrisa que me vuelve a la vida, lo único que puedo hacer es contemplarte a esta distancia porque cada que me acerco a ti, tengo miedo... miedo de perder el control y decir todo lo que siento poniendo en riesgo nuestra amistad y tu compañía»

Asentí curveando los labios -Descansa.

-Igual tú.

Me acosté en mi cama, viendo el cactus que me regaló mi mamá.

Cerré los ojos y me llegaron las escenas que se han repetido todas las noches durante estos cuarenta cinco días. Después del día que tomé, los recuerdos eran entre cortados, durante una semana tuve un sueño recurrente, en donde Any y yo nos besamos en el despacho, mis manos la acariciaban y mi cuerpo rosaba con el suyo. No pasó mucho para darme cuenta de que no fue un sueño, la playera no estaba vomitada porque ella me la quitó y aunque quise decírselo preferí no hacerlo. Por alguna razón tomó esa decisión y yo lo respetaría.

Había días que se encerraba en su cuarto haciendo tarea o en otras ocasiones se iba al pueblo, no lograba entender si era porque simplemente le gustaba estar encerrada o quería evitar contacto conmigo para no repetir lo de aquella noche. Todo fue real, pero para mi corazón era un sueño. Fue una fantasía acariciar parte de su cuerpo y que ella me correspondiera, como sus exquisitos labios hacían contacto con los míos para después aferrarse sin querer separarse, antes de dormir, no podía pensar en nadie más que en ella.

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Todas las flores tienen espinas. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora