Capitulo 14

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Anylen

El juego de Yo nunca, nunca fue una combinación de curiosidad y vergüenza, probablemente porque fui la que menos tomó.

Nunca tuve un orgasmo y si tal vez era la única de la escuela que no lo ha sentido. Los ojos curiosos de Thiago me observaron con la boca entre abierta. Mis mejillas se pusieron calientes y bajé la vista.

Levanté la cara para ver si Thiago me seguía observando, pero me encontré con Kenia parada atrás de él, su cabello suelto y alborotado llevaba una cofia blanca, un gran escote, en donde se podía ver sangre, mi mirada se detuvo en sus muñecas, al igual que mi corazón, sobre de ellas tenía un líquido rojo intenso, mi mente se llenó de recuerdos que intentaba olvidar día con día, mi respiración no ayudaba.

Dejé el vaso sobre el pasto y me puse de pie. Mis pies me condujeron a la casa. El baño fue mi mejor opción, me hinqué enfrente del inodoro para empezar a vomitar, era un sabor tan amargo y acido que solo deseaba sacarlo una y otra vez, dejé de hacerlo al ya no tener más que sacar. Mi rostro se sentía húmedo. Bajé la palanca y me quedé mirando como el agua se llevaba mi dolor, ojalá fuera tan fácil y con mover algo pudiese irse todo por el drenaje, pero no, todo era más complejo.

En el fondo de mis pensamientos tocaban a la puerta y decían mi nombre, mi cuerpo no reaccionaba, mi cerebro se encontraba perdido en aquella escena del pasado.

Después de un tiempo me puse de pie y lavé la boca. Thiago estaba enfrente de la puerta, sus labios se movían, pero no escuchaba lo que decía. Me recargué sobre la pared, bajando mi trasero hasta el suelo, con mis manos apreté mis rodillas mirando al frente, todo era silencio. Mi mente se sumergía más en ese recuerdo y mi corazón se rompía. Incliné mi cabeza para atrás pegándola con la pared.
Me faltaba el aire.
Mis ojos buscaron la pared de enfrente para encontrarse con una mirada azulada y parpados caídos justo a mi nivel. El aíre regresó a mis pulmones y salía por mi boca junto con un chillido que retumbó en mis oídos. Era como si Thiago me diera la tranquilidad que necesitaba, como si él me enseñase a respirar cuando lo olvidase.

-¡Any! -Tronó los dedos enfrente de mi rostro-. ¡Any! -Tomó mis manos.

Mi mano le hizo presión a la suya.

-La... la san-gre -Apenas y pude pronunciar esas dos palabras.

-Calmante y mantén la respiración -Asentí, las frases aun no llegaban a las cuerdas vocales-. Entraste en estado de shock -Sujetó una de mis muñecas tomando el pulso-. Estuviste alrededor de veinte minutos sin reaccionar -Su mirada me examinaba con cautela.

«¿No fueron segundos?»

Thiago se sentó a un lado de mí, cerré los ojos mientras recargaba mi cabeza en su hombro.

-¿Recuerdas que te dije que mi mamá sufre depresión? -Asintió-. Cuando iba en tercero de secundaria -Me quedé mirando la pared, mi pecho me dolía, pero necesitaba contarle, sacar lo que sentía-. Un día llegué de la escuela, no vi a mi mamá, era raro, siempre se encontraba en casa -Hice una pausa, sonaba sofocada-. Cuando entré a su cuarto estaba en el piso -Respiré profundo evitando que se me cortara la voz-. Sus muñecas sangraban demasiado, grité como loca, por fortuna mi novio de ese entonces seguía esperando un uber, me escuchó y llamó a una ambulancia, no sé qué hubiera pasado si él no estuviese en ese momento.

Guardó silencio por un segundo. Su hombro se tensó. Mi mirada buscó la suya.

-¿Te pasa esto con regularidad? -preguntó girando un poco para limpiar mis lagrimas con sus manos.

No noté que seguía llorando.

-No -Negué con la cabeza-. Es la primera vez desde ese día, supongo que fue porque vi las muñecas de Kenia.

Todas las flores tienen espinas. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora