Capítulo 34

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Thiago

Después de saludar a mi medio hermano y escuchar sus disculpas por haber entrado al cuarto sin avisar, me senté y empecé a comer fruta, lo único que quería era que Martín conociera al amor de mi vida.

Cuando escuché los pasos bajando las escaleras, me giré curveando mis labios para ver a mi medio hermano, con la boca entreabierta miró a Any. No logré entender que pasaba. Los presenté con la alegría que salía de mi pecho, hasta que Martin se paró corriendo, mi pelirroja sin emitir algún movimiento se quedó mirando el celular después de que la llamó "Vale".

Los brazos de Martin estaban enredados en el cuerpo de mi novia, recordé, entendí, lo supe, pero todavía me costó trabajo comprenderlo, era su exnovia. La exnovia de la que tanto me habló. La exnovia que en algún punto de la vida pude haber conocido. La exnovia a la cual le tenía rencor, la que deseé nunca conocer.

Ningún golpe en la secundaria me dolió tanto como el que sentí directo al corazón, el pecho se embriagaba en un dolor lento y minucioso que estaba aferrándose a todo mi cuerpo.

Mi mandíbula se tensó porque a pesar de todo lo que me consumía, no me agradaba ver las manos de Martin sobre Any.

-Creo que ustedes tienen mucho de qué hablar -Me levanté de la silla y aventé la servilleta sobre la mesa.

-¡No puedo creerlo! mejor ella ya se cogió a los dos hermanos que yo -Por fin habló Kenia-. Bravo -Aplaudió.

La miré con una carga de furia que hubiera sido mejor que se quedará callada, extendió las palmas de las manos encogiendo sus hombros.

Pasé lo más lejos que pude de Any, salí de la casa, tomé el casco y me subí en la moto. Ella salió atrás de mí, gritando mi nombre, no quería verla, no quería hablar con ella.

Aunque fue lo más estúpido que había escuchado de Kenia, tenía razón. Any ha estado anteriormente con mi hermano, él fue su primer amor y hace tan solo unos minutos estuvo conmigo volviéndome loco.

La velocidad con la que iba era la misma a comparación de la que me enamoré de Any. Mi cabeza daba vuelta tras vuelta, recuerdo tras recuerdo. Cuando la vi por primera vez, casualmente estaba hablando con mi hermano, mis ojos no pudieron ignorarla y la siguieron hasta que se cansaron. El primer abrazo que nos dimos fue el más sincero que no había recibido en mucho tiempo o incluso ese beso en la mejilla que se apoderó de mi sonrisa.

Dejé la motocicleta estacionada con el casco en el volante, mis pasos eran lentos y avergonzados.

-Mamá -Estaba enfrente de su tumba llena de flores.

Caí de rodillas apretándome los labios y cerrando los ojos.

-¡Te necesito! ¡Me haces tanta falta! -Me arrastré hasta llegar a la lápida donde estaba su nombre Dulce Vaster Fiore.

Abracé el pedazo de cemento como si eso fuera mi mamá, incluso era lo único que tenía de ella, que me permitía estar cerca, como si ella pudiera escucharme a través de él. Como si pudiera darme un consejo como antes lo hacía. Como si fuera a corresponder a mi abrazo y me pudiese enrollar en sus brazos. Como si limpiara mis lagrimas como cuando niño me caía. Como si ella estuviera viva, a mi lado, pero ya no lo estaba. Solo quedaba ese pedazo de cemento, duro y frio, incluso acabado por los estragos del clima.

Una lagrima tras otra resbalaba sobre mis mejillas.

-¡Ella es el amor de mi vida!... ¡mamá!... ¿Por qué está pasando esto? ¿Porqué? -La última pregunta la grité con todas mis fuerzas sin importar sentir que el pecho se me destruía-. Ella es la chica que alguna vez dijiste que debía encontrar -Las palabras se recortaban con la profundidad de mi sufrimiento.

Todas las flores tienen espinas. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora