35: Laguna

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Julietta.

Laguna, una abismal, infinita, gigantesca y pesada laguna. Una gran y monumental, dolorosa y agobiante.

Desperté en un mundo que se sentía irreal, como si estuviera atrapada en un sueño del que no podía despertar. Habían pasado unos días desde que abrí los ojos por primera vez después del coma, pero todo seguía siendo borroso y fragmentado. Las caras familiares de Carlos, sus padres, mis padres, los doctores y enfermeras se mezclaban en mi mente como un rompecabezas al que le faltaban piezas cruciales.

Carlos estaba siempre a mi lado, sus ojos llenos de una mezcla de esperanza y preocupación. Me explicaba pacientemente la situación una y otra vez, pero las palabras se desvanecían en mi mente como humo. Recordaba vagamente haber charlado con él... o quizás discutido. No estaba segura. Todo era tan confuso. ¿Cómo podía saber qué era real y qué no lo era?

El día que volví, desperté con la convicción de que estaba en Mallorca, trabajando en un proyecto con los padres de Carlos. La sensación era tan vívida, tan real. Pero cuando lo mencioné, Carlos me miró con una tristeza infinita en sus ojos. –Julietta, bonita...– dijo suavemente y aquel sobrenombre, a pesar de no ser la primera vez que me lo decía, hizo que mi corazón diera un vuelco. –Eso fue hace más de dos años. – susurro con lo que me pareció un tono nostálgico y me pareció ver...un destello tristeza brillando en su mirada...no, no, imposible.

Su respuesta me dejó atónita, como si me hubieran quitado el suelo bajo los pies. Dos años. ¿Dónde había estado durante todo ese tiempo? ¿Cómo era posible que no recordara nada? Me sentí completamente abrumada, a la deriva en una pesada laguna de confusión y desesperación con la que llevaba soñando las últimas noches.

Los días anteriores se mezclaban en mi mente, fragmentados y oscuros. Recordaba vagamente las caras y las voces, las explicaciones y las preguntas. Pero nada tenía sentido. Me encontraba perdida en un laberinto de recuerdos difusos y emociones intensas. Miraba a Carlos, buscando respuestas en su rostro, pero todo lo que encontraba era más preguntas.

Lo más inquietante era recordar que Carlos y yo nos odiábamos. Nuestra relación era falsa, un contrato que habíamos firmado para algún motivo que ya no recordaba claramente. Su sola presencia me confundía. La calidez que ahora irradiaba parecía tan diferente del hombre frío y distante que recordaba. ¿Cómo podía confiar en él cuando mi memoria me decía que éramos enemigos? Pero...lo hacía, no sabía por qué, cómo o desde cuando, pero lo hacía...claro, primero me arrancaría la lengua antes que admitirlo, vamos, que me había fracturado el cráneo...seguramente era eso, si.

Cada vez que intentaba recordar, mi mente se revelaba, ofreciéndome solo destellos fugaces de momentos que no podía ubicar en el tiempo. La sensación de estar atrapada en un limbo era insoportable. Quería gritar, llorar, pedir ayuda, pero no sabía cómo.

Carlos, sus padres, mis padres, mis hermanos, sobre todo Felipe, con quien mejor relación tenía, los doctores... todos intentaban ayudarme, pero sus palabras se mezclaban y confundían en mi cabeza. No sabía en quién confiar, no sabía qué creer, Felipe sin duda aclararía mis dudas, pero...no podía hacerle eso, hacerle ver lo destruída que se sentía en ese momento su hermana menor. Solo sabía que estaba aquí, ahora, y que mi vida, tal como la conocía, se había desmoronado. Y entonces, lo pensé, Pierre, quien más que mi amigo podía ayudarme a recordar, a aclararme al pie de la letra que había sido de mi vida estos últimos dos años, tomé mi celular, a punto de escribirle, cuando busque su contacto, sentí como una especie contractura en el pecho, me pareció sentir un escalofrío por todo mi ser y sentí...miedo. Miedo real, latente y puro, sin entender por qué, me negué a contactarlo...algo no se sentía bien. Lo achaque al hecho de que mi cuerpo estaba jodido y que probablemente solo era mi memoria muscular jugándome una mala pasada, lo deje ir.

Emociones Silenciadas - Carlos Sainz JrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora